sábado, 27 de febrero de 2010

TOMÁS MORO


Tomás Moro fue un londinense procedente de la burguesía a quien el rey había ennoblecido. Su esplendida carrera la debe exclusivamente a su talento y a su rectitud. Discípulo de John Colet, el decano de San Pablo, iguala y sobrepasa a su maestro en brillantez y cultura. Elegido a los 26 años para el Parlamento, se alza en seguida contra las excesivas pretensiones de dinero que tiene el monarca y arrastra tras su voto a la mayoría de ese parlamento. Entonces el rey hace arrestar a su padre: el gesto real le revela muy pronto a Moro la brutalidad del cesarismo pagano que perdura en plena civilización cristiana.



(...)Holbein, el pintor nos dejó retratada a toda la familia. Tenía entonces Tomas 50 año, el color de su rostro, más bien claro, y sus ojos azul- grises. Y allí estaba su segunda esposa, Alicie, una fierecilla rebelde a la educación intelectual que había querido darle su esposo y pronta a refutarle constantemente, un tanto aspera y practica, pero corazón de oro que disimulaba su ternura. También vivian con él su padre y su hijo único, la novia de este, tres hijas casadas, con sus maridos y once nietos, además de una pariente más lejana, Margarita Giggs. Tomás tenía predilección por su hija mayor Margaret, a la que llamaba Meg y enseñaba con gran orgullo a los amigos sus ejercicios de latín.

(...) Cuando su señor, el rey, hizo cuestión de estado la de su matrimonio con Ana Bolena, Tomas guardó silencio y hasta presentó el asunto al parlamento, como era su deber. No había disimulado al mismo rey su punto de vista, contrario a dicho matrimonio, pero, como todavía no se ponía en cuarentena su propia conciencia, no retó al martirio. Dimitió solamente el cargo, cuando este asunto comenzó a implicarse con cuestiones de fe. Entonces se fue a casa, y toda aquella familia, que había vivido en la abundancia y en la placidez del campo tuvo que mendigar y calentarse con helechos, "estando todos alegres", sin embargo, como exigía Tomás. Había sentado a su mesa a los pobres con más frecuencia que a los poderosos y a los sabios , y ahora se puso a buscar trabajo para su servidumbre que ya no podía mantener.
Convocado a Lambeth, en fin, porque su silencio gritaba más que las palabras su no adhesión al nuevo estado de cosas, se le exigió un juramento que en conciencia no podía hacer, y Tomás se negó a firmar. Con una rúbrica pudo salvar su cabeza y el porvenir de su familia, aun pensando para sí lo que a bien tuviese, pero no lo hizo, porque firmar sería anteponer los caprichos de un tirano y de un Parlamento títere, compuesto de imbéciles agradecidos, a la que mantenía su conciencia. Encerrado en la Torre de Londres, no se hizo ilusiones de lo que iba a ocurrirle, pero la conversación con su mujer y con sus hijas y el fabuloso amor a la vida que siempre tuvo le llenaban de angustia. Sólo confiaba que "Dios le daría fuerza para soportar con la paciencia- y acaso con cierta alegre jovialidad- todo lo que se avecinaba". Y así fue, porque hasta cuando subía al cadalso, el 6 de junio de 1535, se mostró capaz de emplear su buen humor con el verdugo, advirtiéndole que cortase de un golpe su cabeza porque a los tiranos no les gustan las equivocaciones; y después gritó su fidelidad al rey, pero primero a Dios. "Padre, perdónalos", fueron sus últimas palabras.

José Jiménez Lozano
La conciencia para un tirano y un hombre para la eternidad
17 de febrero de 1968
Destino

P.D. Este blog está compuesto fundamentalmente de "lecturas diversas y dispersas", para disfrute mio y de todo aquel que le interesen. Ahora toca este libro del gran escritor, José Jiménez Lozano-Ni venta, ni alquilaje- que contiene un centenar de artículos, de los más de mil que tiene publicados en diferentes medios periodísticos.Este articulo, del que hago un extracto, tendría que ser de obligada lectura para nuestros políticos actuales.

viernes, 26 de febrero de 2010

CHOCOLATE Y CUARESMA



LA FAMOSA CUESTIÓN DEL CHOCOLATE


...Porque el chocolate, desde luego, llegó a ser como el centro o emblema de reunión y tertulia, y hasta ocasión de encuentro amoroso o vulgar celestineo, pero eso fue ya desde el XVIII en adelante; un tiempo más atrás, el chocolate tuvo unas vinculaciones más sacrales, y de cuaresma específicamente.
El jesuita Tomás Hurtado, que también abordó el tema de la amoralidad del tabaco. En su obra Si el chocolate quebranta el ayuno de la Iglesia, llega a la siguiente conclusión: el preciado jarabe en cuestión no rompía el ayuno, siempre y cuando no se hiciera muy espeso, que parece que es como gustaba a las gentes del común, y así lo expresaban cuando se disponían a decir alguna impertinencia o, lo que era lo mismo, "las cosas claras".

El interesante bodegón de Luis Egidio Meléndez, que es de 1770 y está en el Prado, se instala ya casi a medio camino entre esos dos tramos de la condición cultural y social del chocolate. Desde luego hay en él una jícara con motivos orientales pintados, y unas pastas de elaboración algo refinada, pero ahí está todavía una cierta pesadez en la composición, una chocolatera clásica con un peso castizo, y el alto mango del molinillo para agitar el líquido, sobresaliendo de ella; y también está ahí un sólido panecillo o bollo de merienda o desayuno "raciales".


Mientras que, por ejemplo, La belle Chocolatiere de Jean Etienne Liotard nos muestra la pura mundanidad en que la toma del chocolate se ha convertido en pleno siglo XIX; y lo importante en este cuadro es, por supuesto, la muchachita que lleva el servicio, pero de él también concierne la delicadeza de las tazas o pocillos, y el agua misma transportándose admirablemente en el vaso . Éste es ya un chocolate totalmente secular y refinado.
José Jiménez Lozano.



La Bella Chocolatera

La joven vienesa que sirvió de modelo para el retrato, se llamaba Anna y tenía 20 años, era hija de un caballero Vienes llamado Melchor Baltauf. Anna trabajaba como camarera. Entonces un Joven príncipe del Imperio llamado Dietrichstein, se enamoró de ella y encargó al pintor Jean Etienne Liotard, que estaba pintado una serie de retratos de miembros del Tribunal Austriaco de Justicia, el retrato de Anna. En Viena se produjo un gran escándalo por la boda entre el príncipe y la camarera. En cambio ahora conocemos al príncipe por ser el marido de la Bella Chocolatera. El día de la boda, Anna invitó a sus compañeros de trabajo y les tendió la mano diciendo: "ahora soy una princesa podéis besar mi mano".


El Bello Chocolatero

Encima del sofá cama tengo colgado un retrato que encargó Mary. En él poso con: mono*, casco, llave inglesa y destornillador. Y ahora me pregunto ¿Quién conoce a Mary?
En cambio Miner ¡Ye mundial!


*Funda. El mono está dentro de la funda.

martes, 23 de febrero de 2010

LA FAMILIA MOSKAT


-Ida, ¿tú crees en la vida después de ésta?
-¿Y tú?
-Yo sí creo.
- Tienes suerte. Para mí, el hombre no es más que una hoja de un árbol.






Esta es la historia de la familia Moskat, una crónica de los judíos de Varsovia, que se extiende desde principios del siglo XX hasta la entrada de los nazis en la ciudad, 1939. En ella se cruzan infinidad de historias y personajes, sin que por ello se pierda nunca el hilo de la narración. Pasiones, celos, envidias, religión; en definitiva la condición humana en estado puro.
En esta novela de cerca de ochocientas paginas no sobra ni una coma. Y siempre como fondo la temática judía. En definitiva, la religión, una más de las condiciones humanas, eso si, la más divina. Los judíos más ortodoxos; -chassidim- con sus bailes, sus rezos, sus matronas con peluca; utilizan la religión como una forma de vida, y con todas sus esperanzas puestas en el más allá. En cambio, los judíos sionistas y socialistas, tienen sus pensamientos puestos en los problemas que oprimen al perseguido pueblo judío de principio de siglo, y, siempre con la mirada puesta en la creación de un estado en Palestina. Nada nuevo bajo el sol. Y como fondo Varsovia, magníficamente retratada por Isaac Bashevis Singer.

El carruaje giró hacia la plaza Gzhybov, y todo cambió abruptamente. Las aceras aparecían repletas de judíos con gabardinas y pequeñas gorras de paño, y mujeres con pelucas y chales sobre la cabeza. Hasta los obreros eran diferentes. Se notaba en el aire el vaho del mercado: frutas podridas, limones, y una mezcla de olor a dulce y alquitrán que no podía describirse y que sólo sorprendía a los sentido cuando uno volvia al lugar después de una temporada de ausencia. La calle era un continuo ajetreo de ruido y actividad(...) Aunque la tarde era cálida, los comerciantes llevaban levitas, de cuyo cinturón colgaban grandes bolsas de cuero para el dinero. Los vendedores permanecían sentados en cajas, en bancos y en los umbrales de las puertas. Los tenderetes estaban iluminados con farolas, algunos con candelas vacilantes colocadas en los bordes de las cajas de madera. Los clientes cogían y pellizcaban las frutas o les daban pequeños mordisco de prueba relamiéndose para comprobar el gusto. Los tenderos pesaban las compras en pequeñas balanzas.

El joven cruzó al otro lado de la verja que separaba la estación de la calle. Por el ancho bulevar, pavimentado con adoquines rectangulares, rodaban los carruajes, con los caballos que parecían cargar directamente contra los grupos de peatones. Chirriaban los tranvías, pintados de rojo. En el aire húmedo flotaba un olor a carbón, humo y tierra. Los pájaros volaban en la luz tenue, moviendo las alas. A lo lejos se veían una fila tras otra de edificios, los cristales de sus ventanas reflejaban la luz del día con un brillo plateado y plomizo o dorado brillante al paso del sol poniente. Penachos azulados de humo subían desde las chimeneas. Algo, olvidado hacía tiempo pero familiar, parecía estar en el aire: los tejados desiguales, los palomares, las ventanas de los áticos, los balcones, los postres del telégrafo con sus cables unidos.

Un desfile funerario se abría camino por medio de todo. A la cabeza iba un sacerdote corpulento con sobrepelliza bordeada de encajes, leyendo rezos de un libro que llevaba abierto. Detrás de él iban cuatro hombres con hábitos acabados en dobles plateados, que llevaban sombreros triangulares y luces en la mano. Sonó una campanilla; los viandantes se quitaron el sombrero y se santiguaron. Una bandada de palomas pasó volando por encima, abalanzándose a picotear los excrementos de los caballos.

Esta visión desoladora es la que tiene el patriarca de la familia, Meshulam Moskat en los momentos finales de su existencia.

"¡Un grupo de estúpidos! idiotas!", pensó.
Se arrepentía de todo: de haberse casado dos veces con hijas de familias ordinarias y haber tenido hijos inútiles; de no haber sido más exigente en la elección de yernos; de haber hecho el ridículo casándose por tercera vez; y, sobre todo, de no haber hecho un testamento detallado, indicando el ejecutor y sellado, en el que habría dejado una parte importante para obras de caridad. Ya era demasiado tarde malgastarían su fortuna. Reñirían y se despedazarían entre sí. Koppel robaría hasta el último céntimo. Abram los estafaría a todos. Hama se quedaría sin nada (...) El sol se había puesto, pero el cielo estaba todavía lleno de luz, con nubes enrojecidas por los lejanos rayos del sol, retamas llameantes, ventanas violeta, extrañas criaturas. Un gran trozo de luminosidad bullía y burbujeaba en el centro, amarillo y verde, como si fuera azufre hirviendo, que le recordaba el río de fuego en que su propio espíritu tendría que purificarse. Una mano de luz, brumas, y espacio, tejía y diseñaba patrones confusos, escribiendo algún mensaje secreto. Pero ningún hijo de hombre ordinario podría entender lo que todo aquello significaba. Al menos, ¿encontraría él Meshulam Moskat, la verdad de las cosas en el otro mundo?

Así se describe en la novela la entrada de las tropas alemanas en Varsovia, que hasta entonces había estado dominada por los rusos.

Lucia el sol con fuerza; un viento suave soplaba desde el Vístula. Los porteros estaban regando las aceras y las entradas de las casa con mangueras de goma. Mujeres jóvenes y muchachas caminaban por las calles, llenas de peatones. En la calle Senador, Abram divisó a las tropas alemanas. Los oficiales iban sentados rígidos sobre sus caballos y con cascos acabados en punta en la cabeza, sables en la cintura y botas con espuelas. Nada en ellos indicaba que acababan de llegar del frente de batalla. Pasaban desfilando anchas columnas de soldados, la mayoría de ellos hombres de mediana edad, de hombros anchos, barrigas redondas y con gafas, con pipas de porcelana entre los labios. Golpeaban las botas contra los adoquines, y cantaban con voces roncas unos absurdos balidos, que causaban la risa de la multitud de espectadores. Se oyeron gritos de saludo a los conquistadores.
- Gut´Morgent! Gut´morgent!


lunes, 22 de febrero de 2010

AZNAR EL DEDOCODIFICADOR TERRESTRE




A partir de Abril entrará en funcionamiento la TDT, mandar información de manera "digital" para luego descodificarla en imagen y sonido.
En España hace tiempo que tenemos a José María Aznar realizando pruebas digitales, primero descodificó empresas públicas en privadas y, colocó digitalmente a varios amigos- ¡funcionó! -todos se forraron. Luego nombró digitalmente a un tal Mariano, que pasó, de registrador de la propiedad, a líder de la oposición ¡Y también funcionó!
¡Presidente, Presidente, Presidente!
-¿Quién yo?
-No; tu no Mariano, el mesías.... Aznar.

Lo que no sabe José María Aznar, es que el mediador, entre el cerebro y las manos, ha de ser el corazón. Pero no el dedo conocido como Corazón. Sino el otro


martes, 16 de febrero de 2010

AQUÍ


AQUÍ

No sé cómo será en otras partes
pero aquí en la tierra hay bastante de todo.
Aquí se fabrican sillas y tristezas,
tijeras, violines, ternura, transistores,
diques, bromas, tazas.
Puede que en otro sitio haya más de todo,
pero por algún motivo no hay pinturas,
cinescopios, empanadillas, pañuelos para las lágrimas.
Aquí hay un sinfín de lugares con sus alrededores.
Algunos te pueden gustar especialmente,
puedes llamarlos a tu manera,
y librarlos del mal.

Puede que en otro sitio haya lugares así,
aunque nadie los encuentra bonitos.

Quizá como en ningún sitio, o en pocos sitios,
aquí tengas un torso separado
y con él los instrumentos necesarios
para añadir los propios a los niños de otros.
Y además brazos, piernas y una cabeza sorprendida.

La ignorancia tiene aquí mucho trabajo,
todo el tiempo cuenta, compara, mide,
saca de ello conclusiones y raíces cuadradas.
Ya, ya sé lo que estás pensando.
Aquí no hay nada duradero,
porque desde siempre hasta siempre está en manos de los elementos.
Pero date cuenta: los elementos se cansan rápido
y a veces tienen que descansar mucho
hasta la próxima vez.

Y sé qué más estas pensando.
Guerras, guerras, guerras.
Pero incluso entre las guerras a veces hay pausas.
Firmes -la gente es mala.
Descansen- la gente es buena.
A la voz de firmes se produce devastación.
A la voz de descansen se construyen casas sin descanso
y rápidamente se habitan.

La vida en la tierra sale bastante barata.
Por los sueños, por ejemplo, no se paga un céntimo.
Por las ilusiones, sólo cuando se pierden.
Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo.

Y por si fuera poco,
giras sin billete en un carrusel de planetas
y junto a éste, de gorra, en un torbellino de galaxias,
en unos tiempos tan vertiginosos
que nada aquí en la Tierra llega ni siquiera a moverse.

Porque mira bien:
la mesa está donde estaba,
en la mesa una carta, colocada como estaba,
a través de la ventana un soplo solamente de aire,
y en las paredes ninguna terrorífica fisura
por la que el viento te lleve a ninguna parte.

Wislawa Szymborska

domingo, 14 de febrero de 2010

LAS MENINAS




Las Meninas son un retrato de familia muy bien traído y compuesto, esto es, con una escenografía estupenda. Allí está la infanta Margarita que tiene sed, y la instantánea de la pintura recoge el momento en el que se la alcanza una jarrita con agua. Allí están en torno las meninas o damas de servicio, hay también un criado, y está sobre todo don José Nieto, aposentador de palacio que está abriendo la puerta del fondo por la que entra un sol esplendente, porque la puerta debe de dar a una terraza o solarium. Y luego están también el pintor, naturalmente, y los reyes, que se supone que van a entrar en la habitación y se reflejan en el espejo que hay en la pared; y dejo para lo último la mención de "los habitantes" de la parte derecha del cuadro: María Bárbalo, que es una mujercilla de placer, Nicolasillo Pertusato , que es un bufón o también "hombrecillo de placer de la Corte", igualmente, y el leonado perro sobre el que el bufoncillo tiene puesto su pie, pero se ve que es tranquilo, entre majestuoso y filosófico. Estos son los seres menos importantes del cuadro, desde luego, según los valores de curso en el mundo, pero los que más nos desasosiegan, y, al fin y al cabo, los que que en realidad nos dan la clave de todo. Es decir, no sólo de esta pintura de Corte y retrato de familia, sino también de lo que era la España de aquel tiempo, y también España sin más, la entraña de España, como decía.
Ciertamente nos ponemos muy melancólicos si nos ponemos a pensar en el destino que esperaba a la Infantita en cuando fue a Viena para casarse. En el Kunsthistorischen Museum de la ciudad hay otras pinturas de la Infanta, igualmente de niña, realmente encantadoras, pero también está allí su sepulcro en la Cripta de los Capuchinos, y nos entenebrece en mirada de Las Meninas el recuerdo de estas cosas, como nos laceran destinos como el de María Bárbola y Nicolasillo Pertusato, sobre todo el de la primera, "un ser de desgracia", como diría Simone Weil, y podemos afirmar desde luego que ese fue el verdadero honor de Velázquez : el haber retratado a esos seres de desgracia, más importantes realmente que los más altos emperadores y sabios de este mundo. ¿Pensaba eso mismo Felipe IV que, al igual que la reina, que por cierto se presentó arreglada para posar, aceptaron quedarse en un segundo plano en el cuadro, reflejados simplemente en el espejo?

José Jiménez Lozano
11 de julio de 1999
El Norte de Castilla
Ni venta, ni alquilaje

ELECTROPOLIS

viernes, 12 de febrero de 2010

EFECTOS SECUNDARIOS... ¡EMBARAZO!




En otro tiempo
Soma Morgenstern

Mientras regresábamos pregunté a mi hermano por la familia de Matwej, pues había visto a tres mujeres jóvenes, de las cuales dos parecían estar embarazadas. Shemelke se rió y me puso al corriente de la vida y la poco común ocupación de su amigo Matwej. Tenía más de cuarenta años y no estaba casado. La mujeres que yo había visto eran sus pacientes. Matwej era un médico de pueblo que por lo general sólo curaba a mujeres. Sus pacientes solían ser mujeres y chicas que tenían una enfermedad llamada slipota. Slipota quiere decir ceguera. Y Matwej era un especialista en esa enfermedad. No fue necesario que mi hermano me explicara lo que era slipota en realidad. Las pacientes de Matwej no estaban exactamente ciegas. Sólo sufrían de una enfermedad que no era exclusiva de aquel pueblo: en los meses de primavera y verano, sobre todo, muchos hombres y mujeres salian a trabajar al campo perfectamente sanos pero al atardecer tenían que ser ayudados para volver a casa porque tenían síntomas de slipota. Matwej se había echo famoso por ser el único capaz de curar aquella enfermedad. Escogía a sus pacientes, por lo general bellas mujeres y chicas, y realmente las curaba, a su manera. Se las llevaba a su casa y las sometia a un tratamiento que consistía en una buena alimentación, y cuyos efectos secundarios era que casi siempre salían embarazadas. Durante el tiempo que duraba la cura, que a menudo se prolongaba varios meses, las pacientes trabajaban en la granja y en los campos, y eran dadas de alta, completamente sanas, cuando ellas querían. Matwej era muy hospitalario y las dejaba quedarse todo lo que quisieran, mientras estuvieran contentas. De vez en cuando curaba también a algún hombre con slipota, pero es evidente que sólo lo hacía para disimular. Como todo curandero que se precie, estaba francamente convencido de la eficacia de su método. Y con el tiempo se hizo rico y famoso.
Cuando era niño me impresionaba ver cómo acompañaban a los que sufrían slipota, al atardecer. Incluso a veces yo mismo llevé a alguno de esos enfermos. Nadie se preocupaba demasiado por ellos porque todos sabían- yo lo supe desde que era muy niño-, que se trataba de una enfermedad de temporada y que sólo afectaba a los campesinos, muy raramente a un judío.

Creo que en aquellos años la medicina aún desconocía que el origen de la enfermedad estaba en una alimentación insuficiente o desequilibrada. En las semanas y los meses previos a la época de la cosecha, la alimentación de los campesinos era muy deficiente. Al parecer les faltaban vitaminas, pero por aquella época nadie sabía lo que eran. Matwej no fue un pionero en medicina y nunca le habrían dado el Nobel, pero supo hacer lo correcto: ofrecía a sus pacientes una buena alimentación y un tratamiento basado en calor y amabilidad. Así fue como consiguió un merecido éxito y, en palabras de mi hermano un harén.

jueves, 11 de febrero de 2010

EN OTRO TIEMPO


EN OTRO TIEMPO
Años de juventud en Galitzia oriental
Soma Morgenstern
Minúscula



... Estaba feliz de no tener nada que contar, sino más bien algo muy hermoso que callar.

Este libro es un relato autobiográfico del escritor Soma Morgenstern. En él nos cuenta su infancia y Juventud en su Galitzia natal. Esta región estaba situada en los confines del imperio austrohúngaro y hoy es parte de Ucrania. El relato autobiográfico nos cuenta una infancia feliz transcurrida en una tierra en la que convivieron ucranianos, polacos y judíos.

...Todo estaba erguido e intacto. Solo una brisa suave soplaba ligera por encima de todo el sembrado. Por primera vez oí el costante murmullo del verano sobre los campos, interrumpido sólo de vez en cuando por el sonido de una guadaña que algún segador afilaba. En lo alto trinaban las alondras.

...Cuando a un niño judío se le dice que hay que lavar las manos antes de comer, porque antes de comer se bendicen los alimentos y es imposible pronunciar la bendición sin haberse lavado las manos, eso le parecerá obvio hasta a un pequeño de tres años, y desde luego también a uno de cinco. Y se convertirá en una costumbre que conservará toda la vida.
Como muchas de las virtudes de los judíos, esta costumbre endémica de lavarse las manos antes de comer les llevó en una ocasión a su perdición ante los cristianos. Cuando se desencadenó la muerte negra en Alemania, los cristianos notaron que en los guetos eran muy pocas las victimas de la peste -algo que naturalmente se debía a su habito de limpieza-, los cristianos, con su habitual costumbre de atribuir todo mal a los judíos, propagaron la superstición de que estos últimos habían envenenado los pozos. La difamación acabaría en pogromo y costaría su no católica e higiénica vida a muchos judíos que no habían estado expuestos al contagio de la peste.

...En el bosque de alisos había un pozo profundo, tan profundo que a cualquier hora del día, si se miraba al fondo, podían verse las estrellas. Era bonito sentarse cómodamente sobre las tablas que rodeaban el pozo para protegerlo, e intercambiar nuestros regalos al aire libre. Zalman sabia incluso por qué en aquel pozo podían verse las estrellas durante el día, y me lo explicó.
- Las estrellas -me instruyó- están siempre ahí, día y noche. Pero de día no podemos verlas porque la luz del sol es tan fuerte que las estrellas del cielo desaparecen de nuestra vista. Naturalmente, no desaparecen de verdad. Pero no las vemos. Este pozo, en cambio, es muy profundo, y además está casi cubierto del todo por la sombra de los altos alisos, de modo que la luz del día no llega al agua. Por eso se reflejan las estrellas, especialmente cuando te pones las manos en las sienes para impedir que pase la luz del día.
...Aún sentí cómo mi padre me cogía del asiento junto al cochero, me tendía con cuidado junto a él y me cubría para la noche(...)A medianoche me despertó, y, a pesar de que me opuse, me obligó a sentarme hasta que, por fin, cómodamente apoyado en su regazo, abrí los ojos y vi de golpe más estrellas de las que ningún ser humano podría creer que existieran. Pero no sólo brillaban las estrellas en el cielo, sino que también en la tierra, sobre los campos, centelleaban unas lucecitas, de modo que pensé que serían fragmentos de estrellas que se reflejaban en el rocío que cubría las plantas. Entonces vi que las lucecitas saltaban y volaban.
- ¿Qué es eso?, ¿qué es eso?- exclamé.
-Son seres vivos, unos insectos llamados luciérnagas.
-¿Hay insectos luminosos? ¿Y cómo es que nunca los había visto?
-Sólo se ven en las noches de verano, cuando celebran las bodas.
-¿Los insectos celebran sus bodas?
-Sí-dijo mi padre-, todos los seres vivos celebran sus bodas. Pero solo las luciérnagas producen su propia iluminación.
Los seres humanos necesitan velas y lámparas y arañas de cristal. Las luciérnagas llevan su luz consigo.
-Bueno, hoy estás viéndolas. Cada cosa a su tiempo-dijo mi padre-. A lo largo de tu vida tendrás ocasión de verlas a menudo, y siempre volverás a sentirte encantado y te acordarás de esta noche, puesto que esta noche las has visto por primera vez. Por eso te has despertado.
No sé cuanto rato permanecí despierto aquella noche. Pero luché contra el sueño largo rato, y, cuando al final se me cerraron los ojos, me llevé toda la luz de esa noche hasta los sueños más hermosos de mi vida.



lunes, 8 de febrero de 2010

EL WHISKY, LA PRINCIPAL CAUSA DEL DESHIELO

"Aquellos Labios que prueben el alcohol no probaran los nuestros." ¡¡Saca el Whisky Cheli..!!

En las últimas semanas el agua de los grifos de Nueva Zelanda tenía un sabor un poco "Rare". Entonces el gobierno de NZ le encargó al equipo para la recuperación del Patrimonio Antártico de Nueva Zelanda, que organizara una expedición al Polo Sur para averiguar si el deshielo Antártico fuera el causantes del "Rare" sabor del agua del grifo. Dicha expedición contó con la oposición de la opinión pública Neozelandesa, que prefería más el sabor "Rare" del agua, que el sabor raro del cloro.

Los del Patrimonio aseguran que el sabor Rare del agua es una combinación de Whisky con agua, ya que en la cabaña abandonada por el explorador irlandés Shackleton y sus malas compañías se encontraron varias cajas de Whisky de la marca Mackinlay, Rare Old. Si Shackleton y sus malas compañías no encontraron el Polo Sur en 1907, no fue debido, como hasta ahora se pensaba, a las malas condiciones climatológicas, sino a la desorientación producida por el Whisky ,y, a la foto de sus mujeres, cuanto más la miraban, más ganas de beber les entraban, y aquello se convirtió en un circulo "vicioso". Los expedicionarios no es que perdieran el norte, más bien, no encontraron el sur.

Ahora las autoridades Neozelandesas están pensando en mandar una nueva expedición, ya que se perdió todo contacto con los enviados del Patrimonio. Además la capa de hielo de la Antártida se está deshaciendo a gran velocidad, debido, según el satélite espía Ruso "no te quito ni ojo", a que los del Patrimonio se pasan el día tomando Whisky con hielo, o dicho en términos internacionales Whisky on de rocks.


Aquí la noticia tan real como la vida misma:

Varias cajas de whisky y coñac que dejaron atrás el explorador irlandés Ernest Shackleton y sus compañeros de expedición en un viaje por el Polo Sur iniciado en 1907 han sido encontradas, después de un siglo, sepultadas bajo el hielo...Continua.

J.J. LOZANO (ADVENIMIENTOS)


Me acuerdo de que, en la botica de mis parientes, se despachaba a los clientes por una ventanilla que daba al portal de entrada, y quien despachaba de ordinario era el que llamaban en el pueblo "el practicante". Este era un hombre más bien alto y delgado, que llevaba una bata o guardapolvos, como antes se decía, que no era blanco, sino de color grisáceo, y no muy diferente, creo yo, del que usaban en la tienda de ultramarinos o coloniales. Por que así se llamaban entonces, muy exacta y debidamente, las tiendas de alimentación, que informaban con su primer nombre de la precedencia de varios de los géneros que allí había y que venían de más allá del mar, como el bacalao, el café, el té, las especias y el cacao para el chocolate, o la vainilla. Mientras que el segundo nombre informaba, por su parte, de que, excepto en el caso del bacalao, esas otras mercaderías que venían de más allá del mar procedían, en general, de tierras que habían sido colonias españolas, en las que los españoles habían trabajado o trabajaban todavía. Y, si se contaba por menudo todo esto, los chicos ya teníamos hecho medio bachillerato, en el "área de sociales", como se dice ahora.
El caso es que, tal y como ahora los evoco a cuenta de que alguien a hecho surgir en mí estos recuerdos infantiles, el señor Felix, el practicante, despachaba por aquel ventanillo resguardado con su guardapolvos, y que lo hacía desde un pequeño mechinal al que se entraba desde la botica propiamente dicha, y era como el laboratorio, en el que se realizaban las llamadas formulas magistrales o composiciones ordenadas por el médico. O también otras, que eran producto de la casa, o del magín del boticario, mi pariente. Pero, en cualquier caso, a mí el señor Felix, trajinando allí con cazos, y frascos, haciendo mezclas y machacando algo, o removiendo luego esas mezclas en un mortero me parecía más bien el mismísimo doctor Fausto de Goethe, que, naturalmente, no tenía idea exacta de quién era, pero sí de que se trataba de un medio sabio y medio brujo, una figura muy atrayente.
En la botica, propiamente dicha, era donde estaban los tarros con sus maravillosos nombres antiguos como "coloquíntida" o "raíz de ruibarbo" que eran de sustancias curativas que ya hacía mucho tiempo que habían caído en desuso, pero que estaban allí porque allí habían estado desde no se sabía cuando, y hasta como curiosidad, y hermosura o extrañeza de la propia sustancia, como pasaba con la "coralina". Y también estaban las balanzas para pesar cosas muy débiles, con pesas muy pequeñitas que apenas se podían tomar entre los dedos, y que se llamaban "escrúpulos"; de manera que ya sabía yo que con los asuntos delicados había que tener escrúpulos; y esa era otra lección que aprendía, entonces, con sólo abrir los ojos y aguzar los oídos. Como con los esterilizadores, por ejemplo, que eran tan misteriosos y dorados, y disponían las vendas y los pañizuelos para que fueran colocados sobre las heridas. Como si fabricaran consuelos para éstas.
El señor Felix, el practicante, también tenía que encender fuego en el infiernillo, algunas veces, para obtener algunas medicinas, después de mezclar y batir en el mortero la mezcla, y entonces era cuando me parecía un sabio y un brujo al completo. La cocción olía, con frecuencia, muy extrañamente, pero, si yo me atrevía a decirlo, el señor Felix, el practicante, se encargaba de explicar que sabía mucho peor, pero que, cuanto peor sabía una medicina, mejor curaba; o, si se trataba de un ungüento, que la curación era más segura cuanto peor olía. Aunque alguna que otra vez se mostraba renuente a todo comentario, embebido como estaba en la preparación del medicamento, porque tenía que mirar a cada instante la receta médica, que, como las escrituras de escribano de las que hablaba Cervantes, ni el Diablo entendería. Pero el señor Felix, el practicante, sí.
Pronto dejarán de hacerse recetas de esta clase, y sólo sobrevivieron algunas de la propia casa o botica, pongamos por caso para los sabañones o las quemaduras caseras; y entonces ya el señor Felix, el practicante, sólo tenía que hacer el artículo del preparado que venía del laboratorio. Y estos preparados venían de ordinario en cajas muy bonitas, y detrás de las cuales se le iban a uno los ojos para utilizarlas como "coseros", para guardar en ellos los muchos secretos que en la niñez se tenían: trozos de espejos, cuerdas, carátulas de las cajas de cerillas, un saltamontes, unas canicas, pinturines, y una moneda que no había que gastar; cosas de mucha más importancia que la que podían sospechar las personas mayores, que de esto no entienden nada, ni pueden entenderlo.
Lo malo era cuando, para tener una caja así, sobre todo si era de inyecciones, tenías que consumir lo que había dentro en tu propia carne, como me pasaba a mí, sin ir más lejos, con unas Vitaminas Lorenzini, que venían en una caja metálica amarilla que tenían una tapa maravillosa. En ella se veía a una jovencita sonriente, que llevaba en sus brazos un haz de mies, en un paisaje idílico. Nadie podía adivinar que lo que había dentro, en unas ampollas muy colocaditas en un cartoné acolchado, doliera tanto al ser inyectado; porque además, aquella jovencita se parecía a Elena la hija de un guarda del campo a la que yo veía llevando también en sus manos un hacecillo de espigueo, y parecía que el señor Felix, el practicante, se gozaba en señalarme ese parecido-no sabía yo si para tranquilizarme o con ánimo traidor- y garantizarme la bondad o lo indoloro del producto. No parecía sino que me estaba haciendo la propaganda de una caja de bombones.
Así que creo que le tomé durante un tiempo un poco de ojeriza, pero esto no borró en mi recuerdo su figura de doctor Fausto, buscando en aquel cuchitril de la botica el elixir de la vida, y sonriéndose de la candidez de mis preguntas sobre los bálsamos y los jarabes. Y hace mucho que le perdoné también la apología que hacía del aceite de hígado de bacalao y del otro aceite de ricino, que era una apología mucho más entusiasta y fraudulenta que la que hacía de las Vitaminas Lorenzini. Pero se ve que, con el tiempo las traiciones se olvidan, y que sólo queda una figura apacible, y la melancolía. Aunque, ahora mismo, cuando hago esta evocación, es como si estuviera viendo aquellos aceites repugnantes en sus frascos.
María, que era quien me los suministraba, me ponía en la mano el caramelo que podía tomarme a seguido de la cucharada, y luego cerraba los cuarterones de las ventanas para que yo ingiriese en la oscuridad aquellos horrores, sin verlos siquiera relucir en la cuchara.
"Tu valiente", decía. "Como si te fueras a casar, que es lo peor que a uno puede sucederle."
Así que, cuando luego leí Judas el Oscuro de Thomas Hardy, y otros alegatos antimatrimoniales, ya no me chocaron, ni fueron novedad para mí.

José Jiménez Lozano
Advenimientos

P.D. Maravilloso texto de los cuadernos de J.J. Lozano. Adviento y advenimiento, significado con una pequeña ironía que en esos cuadernos se trataba de lo que había advenido o sucedido ya en torno al tiempo otoñal y litúrgico del adviento. (2002)

viernes, 5 de febrero de 2010

LA CINTA BLANCA



El narrador de esta historia es el maestro del pueblo. La película comienza con la pantalla en negro y la voz en off del maestro..."los extraños sucesos que voy a contar podían aclarar algunos de los hechos que ocurrieron después en este país". La pantalla se va a aclarando y vemos venir a un jinete a caballo, ambos, jinete y caballo terminan rodando por el suelo.

En un pueblo alemán de principios de siglo XX ocurrirán una serie de sucesos que alteraran su tranquilad. En dicho pueblo conviven diferentes familias, donde las mujeres juegan un papel secundario y los hijos son educados en el miedo al castigo físico.

"A todo "por qué" corresponde un porqué"
¿Por qué el exterminio judío? ¿por qué un dictador como Hitler puede llegar al poder? Estas preguntas tienen su porqué en la película. Cuando en la enseñanza de los hijos, los padres utilizan el castigo y la delación, y cuando esto no surte efecto, acuden a la voluntad divina en busca de las respuestas que no saben, la consecuencia es una crueldad colectiva contra el diferente, contra el que no piensa igual. También terminaran dejando en manos de algún profeta con bigote los destinos de toda una nación.
Al final de la película, cuando el maestro acude a ver al pastor para decirle que cree saber quienes son los causantes de los sucesos, este no lo cree, o no lo quiere creer, y, le amenaza con la expulsión del pueblo, y con presentar una queja a sus superiores. Los alemanes tampoco pudieron en su momento creer que los sucesos que horrorizaron al mundo hubieran ocurrido en su tierra.

El titulo, La cinta blanca, viene de una cinta que se colocaba a los niños en el pelo o en el brazo para recordarles la pureza y la inocencia. Los actores, parecen personajes salidos de la misma aldea, en especial los niños. El director Michael Haneke entrevistó a más de siete mil niños.
La película tiene un poderoso blanco y negro, como no podría ser de otra manera. En invierno la nieve deslumbrante, en el verano los campos de trigo doblegados por una suave brisa. A esta película de más de dos horas de duración no le sobra ni un minuto. Y además nos hace ver la importancia de la educación.

P.D En Asturias no la veremos. Aquí nos tocara poner las gafas para ver películas vacías de contenido y llenas de nada. ¿Qué te parece Mª Teresa? ¿Estás de acuerdo?









jueves, 4 de febrero de 2010

SUAVE COMO LA AGONÍA DEL SOL...


Suave como la agonía del sol
degollado por la espada de un
atardecer.
Emily Dickinson






Lluvia obstinada
pájaros mojados, silenciosos,
lejanas campanadas en la noche,
calendario sin hojas
¿Duda si continuar el mundo?

J.J. Lozano

Así de guapo estaba ayer el atardecer en Llueves. La primera foto es del macizo oriental de los picos de Europa, con Torrecerredo al fondo.
La segunda foto es del té de las cinco, que estaba tomando el Macizu*, en casa del ingles de Llueves. Al fondo el Picu Pierzu.

Fotos Miner (servicio a domicilio)
*Miner ( para los despistaos)

lunes, 1 de febrero de 2010

CARTAS DE AMOR


Este es un poema de Karen Dinesen (Seronda) . Karen, tu poema, tiene el "honor" de ser seleccionado por el blog de Miner, como el poema del día.

En esta carta, que como veis ye muy antigua, como yo, todavía no se habían inventado los acentos ( esté, energía), tampoco paño tiene sombrero. Si la queréis ver mejor pulsar sobre la carta o ir al comentario de la entrada anterior, que está en versión original.

domingo, 31 de enero de 2010

CARTA AL MUNDO




















CARTA AL MUNDO

Esta es mi carta al mundo
que nunca me escribió.
Las escuetas noticias
que la naturaleza,
majestuosamente tierna, me dio.

En manos que no veo
su mensaje dejó.
Por amor de ella, dulces compatriotas
juzgadme con amor.

Emily Dickinson



















CARTA

El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.

Donde voy, con las mujeres
y con los hombre me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.

Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sufrimiento.

Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que solo persigue,
para nido aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos
y el espacio de tu aliento.
Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelando, humano,
sin ojos que puedan verlo.

Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán,
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.

Miguel Hernández



This is my letter to the world,
That never wrote to me,--
The simple news that Nature told,
With tender majesty.
Her message is committed
To hands I cannot see;
For love of her, sweet countrymen,
Judge tenderly of me!

Emily Dickinson

"En el penal de Ocaña recibió también la visita de Ernesto Giménez Caballero, ofreciéndole la libertad y un trabajo bien remunerado. El corneta, al que me he referido anteriormente, se encontraba en el despacho del Jefe de Servicios de la cárcel cuando tuvo lugar la entrevista. Por él conocimos lo sucedido: en un momento de la conversación, Miguel Hernández cogió del brazo a Giménez Caballero, le llevó hasta la ventana que daba al patio de la prisión- coincidiendo con la hora del paseo de los presos- y le dijo: "Mira, Ernesto, estos son mis camaradas, con ellos he luchado, con ellos sufro la derrota, y con ellos me quedo, porque sin ellos no soy nada"

La Revolución y el Deseo. (Miguel Núñez)



jueves, 28 de enero de 2010

EL CAPOTE (NIKOLÁI V. GÓGOL)


El capote fue publicado en 1842 y de él dijo Dostoievki "todos crecimos bajo el capote de Gogol". En este maravilloso cuento se nos habla del deseo cumplido, en este caso, en forma de capote. Pero también de la condición humana, que sigue siendo la misma ahora que entonces, y eso que ya llegamos a la luna y en España reina el Bombón I. Aunque este, el Bombón,está meditando muy seriamente en colgar la Corona antes de que entre en vigor la jubilación a los 67 años.

...Pues bien: en cierto departamento ministerial trabajaba un funcionario, de quien apenas si se puede decir que tenía algo de particular. Era bajo de estatura, algo picado de viruelas, un tanto pelirrojo y también algo corto de vista, con una pequeña calvicie en la frente, las mejillas llenas de arrugas y el rostro pálido, como el de las personas que padecen de almorranas... ¡Qué se le va a hacer! La culpa la tenía el clima petersburgués.
...Nadie podía afirmar haberle visto siquiera una sola vez en alguna reunión. Después de haber copiado a gusto, se iba a dormir, sonriendo y pensando de antemano en el día siguiente. ¿Qué le iba a traer Dios para copiar mañana?

...Conviene saber que el capote de Akakiy Akakievich también era blanco de las burlas de los funcionarios. Hasta le habían quitado el nombre noble de capote y le llamaban bata. En efecto, este capote había ido tomando una forma muy curiosa; el cuello disminuía cada año más y más, porque servía para remendar el resto. Los remiendos no denotaban la mano hábil de un sastre, ni mucho menos, y ofrecían un aspecto tosco y antiestético. Viendo en qué estado se encontraba su capote, Akakiy Akakievich decidió llevarlo a Petrovich, un sastre que vivía en un cuarto piso interior, y que, a pesar de ser bizco y picado de viruelas, revelaba bastante habilidad en remendar pantalones y levitas de funcionarios y de otros caballeros, claro está, cuando se encontraba tranquilo y sereno y no tramaba en su cabeza alguna otra empresa.

Nuestro Akakiy Akakievich acudio con su nuevo capote a una fiesta a la que fue invitado por un funcionario de su departamento.

...Sea como fuera, lo seguro es que el funcionario vivía en la parte más elegante de la ciudad, o sea lejos de la casa de Akakiy Akakievich. Al principio tuvo que caminar por calles solitarias escasamente alumbradas pero a medida que iba acercándose a la casa del funcionario, las calles se veían más animadas y mejor alumbradas. Los transeúntes se hicieron más numerosos y también las señoras estaban ataviadas elegantemente. Los hombres llevaban cuellos de castor y ya no se veían tantos trineos de madera con rejas guarnecidas de clavos dorados; en cambio, pasaban con frecuencia elegantes trineos barnizados, provistos de pieles de oso y conducidos por cocheros tocados con gorras de terciopelo color carmesí, o se veían deslizarse, chirriando sobre la nieve, carrozas con los pescantes sumamente adornados.


A la vuelta de la fiesta nuestro protagonista es asaltado por dos ladrones que le roban el capote, entonces decide acudir directamente al comisario del distrito, pero este le daba largas, hasta que al fin lo recibe.

...Éste interpretó de un modo muy extraño el relato sobre el robo del capote. En vez de interesarse por el punto esencial empezó a preguntar a Akakiy Akakievich por qué volvía a casa a tan altas horas de la noche y si no habría estado en una casa sospechosa. De tal suerte, que el pobre Akakiy Akakievich se quedó todo confuso. Se fue sin saber si el asunto estaba bien encomendado.

Entonces los compañeros le dijeron que lo mejor era que acudiera a una alta personalidad que resolviera el asunto.

...¿Quién era aquella «alta personalidad» y qué cargo desempeñaba? Eso es lo que nadie sabría decir. Conviene saber que dicha «alta personalidad» había llegado a ser tan sólo esto desde hacía algún tiempo, por lo que hasta entonces era por completo desconocido
-Creo que me está esperando un empleado. Dígale que puede pasar.
Al ver el aspecto humilde y el viejo uniforme de Akakiy Akakievich, se volvió hacia él con brusquedad y le dijo:
-¿ Qué desea ?
Pero todo esto con voz áspera y dura, que sin duda alguna había ensayado delante del espejo, a solas en su habitación, una semana antes que le nombraran para el nuevo cargo.
Akakiy Akakievich, que ya de antemano se sentía todo tímido, se azoró por completo. Sin embargo, trató de explicar como pudo o mejor dicho, con toda la fluidez de que era capaz su lengua, que tenía un capote nuevo y que se lo habían robado de un modo inhumano, añadiendo, claro está, más particularidades y más palabras innecesarias. Rogaba a su excelencia que intercediera por escrito... o así.... como quisiera.... con el jefe de la Policía u otra persona para que buscasen el capote y se lo restituyesen. Al general le pareció, sin embargo, que aquel era un procedimiento demasiado familiar, y por eso dijo bruscamente:
-Pero, ¡señor!, ¿no conoce usted el reglamento? ¿Cómo es que se presenta así? ¿Acaso ignora cómo se procede en estos asuntos? Primero debería usted haber hecho una instancia en la cancillería, que habría sido remitida al jefe del departamento, el cual la transmitiría al secretario y éste me la hubiera presentado a mí.
-Pero, excelencia...-dijo Akakiy Akakievich recurriendo a la poca serenidad que aún quedaba en él y sintiendo que sudaba de una manera horrible-. Yo, excelencia, me he atrevido a molestarle con este asunto porque los secretarios..., los secretarios... son gente de poca confianza..
-¡Cómo! ¿Qué? ¿Qué dice usted?.-exclamó la «alta personalidad»-. ¿Cómo se atreve a decir semejante cosa? ¿De dónde ha sacado usted esas ideas? ¡Qué audacia tienen los jóvenes con sus superiores y con las autoridades!
Era evidente que la «alta personalidad» no había reparado en que Akakiy Akakievich había pasado de los cincuenta años. De suerte que la palabra « joven» sólo podía aplicársela relativamente, es decir, en comparación con un septuagenario.
-¿Sabe usted con quién habla? ¿Se da cuenta de quién tiene delante? ¿Se da usted cuenta, se da usted cuenta? ¡Le pregunto yo a usted!
Y dio una fuerte patada en el suelo y su voz se tornó tan cortante, que aun otro que no fuera Akakiy Akakievich se habría asustado también.
Akakiy Akakievich se quedó helado, se tambaleó, un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo, y apenas si se pudo tener en pie. De no ser porque un guardia acudió a sostenerle, se hubiera desplomado. Le sacaron fuera casi desmayado.
Pero aquella «alta personalidad», satisfecha del efecto que causaron sus palabras, y que habían superado en mucho sus esperanzas, no cabía en sí de contento, al pensar que una palabra suya causaba tal impresión, que podía hacer perder el sentido a uno. Miró de reojo a su amigo, para ver lo que opinaba de todo aquello, y pudo comprobar, no sin gran placer, que su amigo se hallaba en una situación indefinible, muy próxima al terror.
Cómo bajó las escaleras Akakiy Akakievich y cómo salió a la calle, esto son cosas que ni él mismo podía recordar, pues apenas si sentía las manos y los pies. En su vida le habían tratado con tanta grosería, y precisamente un general y además un extraño. Caminaba en medio de la nevasca que bramaba en las calles, con la boca abierta, haciendo caso omiso de las aceras. El viento, como de costumbre en San Petersburgo, soplaba sobre él de todos los lados, es decir, de los cuatro puntos cardinales y desde todas las callejuelas. En un instante se resfrío la garganta y contrajo una angina. Llegó a casa sin poder proferir ni una sola palabra: tenía el cuerpo todo hinchado y se metió en la cama. ¡Tal es el efecto que puede producir a veces una reprimenda!

El final del cuento no lo voy a desvelar, sino que lo tenéis que averiguar vosotros. Pero bueno,no me resisto a poner este ejemplo de humor negro que destila casi todo el cuento.

...La policía recibió la orden de capturar al difunto a toda costa, vivo o muerto, y de imponerle el más severo y ejemplar de los castigos para escarmiento de los demás.

Que todos los capotes de esta vida se os cumplan, y no dejéis que ningún "personaje" os joda la existencia.

miércoles, 27 de enero de 2010

CARLOS II (CARREÑO DE MIRANDA)



Una vez más, ante el retrato de Carlos II por Carreño de Miranda, este niño de enormes ojos melancólicos con quien parece haber jugado todo el mundo como una cosa, y parecen seguir jugando en buena parte los historiadores, habiéndolo convertido en una especie de rata de laboratorio para experimentar sobre él acerca de complejos y resentimientos. Pero es claro que, a esta clase de pobrecillos, los jueces y los juicios de la Historia les tiene al fresco.

José Jiménez Lozano
ADVENIMIENTOS

Carlos II 1675. Oleo sobre lienzo. 201 x 141 cm

P:D: Carreño de Miranda tenía un apellido muy adecuado para un pintor. Además, se pasó toda la vida, de Miranda ¡quién pudiera!

lunes, 25 de enero de 2010

JORGE LUIS BORGES (1964)



I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges

jueves, 21 de enero de 2010

PRÓLOGO Y LOGOMAQUIA (Felipe Benítez Reyes)


Imagínate el tiempo como un perro que huye,
enseñando los dientes, con la cabeza vuelta.
O bien como la mar, que, cuando sube,
crecida en su delirio, parece más pequeña.

La memoria es la esfera de niebla de un reloj
que valora tan solo las horas cuando mueren.
(Vigila el pensamiento, que es fuente del terror.

Y mueve con cuidado
las fichas de la suerte.)

Todo avanza sin fin, aun teniendo un final,
y se hace todo extraño como un cetro de oro
en manos de un bufón
que ríe, sufre y baila.

El tiempo que nos queda perdió su eternidad.

De modo que aceptemos su fluir, porque tan sólo
lo fugitivo alivia de la nada.

Felipe Benítez Reyes



P.D. La foto está hecha por, David Felton, desde el picu del Arbolín en Llueves (C.de Onis) el perro es Neid, y lo que hay al fondo son los picos de Europa.

martes, 19 de enero de 2010

TROPPO VERO (Andrés Trapiello)


Troppo Vero
Andrés Trapiello
Editorial
PRE-TEXTOS









...Señores estudiosos del futuro, y si los diarios son una novela , también las novelas, todas, son un diario, y en todas ellas está enterrado el día a día del novelista, camuflado en personajes, paisajes y situaciones.
El arca de las palabras
Andrés Trapiello.


Troppo Vero, La Manía, La cosa en sí, El fanal hialino, El siete moderno, Una caña que piensa. Los diarios de Andrés Trapiello te invitan a su lectura desde el titulo.
Para los que no conozcan estos diarios agrupados bajo el título de Salón de pasos perdidos: una novela en marcha, no duden en acercarse a ellos, pues produce verdadero placer su lectura. No me voy a meter en muchas profundidades, que bastante tengo con juntar cuatro letras sin que se me caiga el lápiz de la mano, el que quiera saber más que lea a Arcadi Espada en el diario el Mundo, bueno, si lo puede aguantar.
Este diario del 2009 hace el dieciséis y en él hay una evolución hacia la ironía y el sarcasmo, que en mi opinión, mejora el resultado final. Los personajes reales que cita en sus diarios se esconde detrás de una X, lo cual remueve la curiosidad del lector y le hace investigar para saber quién se oculta detrás de dichas incógnitas, y de esas historias tan jugosas. Suelen ser conocidos escritores, pintores, fotógrafos, políticos etc. .
Habla de un pintor X que vive en Mali, o de un ensayista Z sobre cuyo padre hay una novela que se llama soldado de Salamina, o sobre un escritor que tiene el corazón muy blanco, o una ministra que en su juventud fue de bandera roja y ahora, año 2001 que es cuando se producen los acontecimientos que se cuentan en el diario, es ministra de Aznar.

Una muestra de lo bien que escribe el autor:

Pasa el tiempo cada vez más veloz, sin lógica ninguna. Y el ruido del tiempo no es el silencio, como creía, sino un atronador vacío, un silencio sin paredes, sin vaina, como un fruto sin semillas y una semilla sin carcasa. Oh dioses, reza uno sin saber a quién, y sin saber nombrar por temor a incomodar o irritar a aquel Dios, al dios menudo de la infancia que se desangraba de nuestras pequeñas heridas (aquella “alma pequeñita” que temíamos se nos saliese por la yema del dedo donde se había clavado una espina), el dios Dios, que decía JR, del que nunca nos habíamos acordado hasta el momento de la plegaria, Oh dios Dios, decimos, sé benévolo con nosotros y piadoso con nuestras vidas, y reúnenos dentro de cinco años y de cincuenta alrededor de esta misma mesa, en esta misma casa. Ante esos manteles y la cristalería que también entonces hará cincuenta años que nadie habrá sacado de sus aparadores. (Pág., 791)

Tenía que haber empezado y acabado por aquí, pero uno tiene incontinencia verbal. Las visitas al rastro, también son muy interesantes y divertidas, concretamente la compra del cuadro de Joaquín Valverde a dos gitanos, me pareció un episodio muy guapo. Pág. 490