CARTA AL MUNDO
Esta es mi carta al mundo
que nunca me escribió.
Las escuetas noticias
que la naturaleza,
majestuosamente tierna, me dio.
En manos que no veo
su mensaje dejó.
Por amor de ella, dulces compatriotas
juzgadme con amor.
Emily Dickinson
CARTA
El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.
Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.
Donde voy, con las mujeres
y con los hombre me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.
Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sufrimiento.
Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que solo persigue,
para nido aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos
y el espacio de tu aliento.
Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelando, humano,
sin ojos que puedan verlo.
Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán,
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.
Miguel Hernández
This is my letter to the world,
That never wrote to me,--
The simple news that Nature told,
With tender majesty.
Her message is committed
To hands I cannot see;
For love of her, sweet countrymen,
Judge tenderly of me!
Emily Dickinson
"En el penal de Ocaña recibió también la visita de Ernesto Giménez Caballero, ofreciéndole la libertad y un trabajo bien remunerado. El corneta, al que me he referido anteriormente, se encontraba en el despacho del Jefe de Servicios de la cárcel cuando tuvo lugar la entrevista. Por él conocimos lo sucedido: en un momento de la conversación, Miguel Hernández cogió del brazo a Giménez Caballero, le llevó hasta la ventana que daba al patio de la prisión- coincidiendo con la hora del paseo de los presos- y le dijo: "Mira, Ernesto, estos son mis camaradas, con ellos he luchado, con ellos sufro la derrota, y con ellos me quedo, porque sin ellos no soy nada"
La Revolución y el Deseo. (Miguel Núñez)
Hola, Miner y Cia! Me resulta grato saludaros.
ResponderEliminarMiner: el poema de Miguel Hernández es una preciosidad.
Les cartes de amor son algo especial pa todo el mundo. Les cartes mantienen vivo el amor que fue. Y, en esa medida, sigue siendo mientras les relees.
Un abrazu.
CARTAS DE AMOR
Son muestras de valor incalculable.
Cual ejemplar vivo de aves extintas.
Mientras vivo esté, la esperanza encinta.
Volver a nacer ya no es improbable.
Al leerlas renaces lo vivido.
Te quitas las arrugas y las canas.
Te vistes de energía, vida, ganas…
Vuelves a amar, a sentir lo sentido
Por eso se guardan como un tesoro
atadas y envueltas en paño de oro.
Karen Dinesen
Hola, aquí los de la Cia.
ResponderEliminarPero bueno, vaya poema mas Guapo. Tú eres nuestra Emily. Todo un lujo, oye el Copiraig (o algo así)de este poema será compartido, pues yo pongo el espacio, y tú pones lo de menos, el poema.
La editorial Lumen acaba de publicar Cartas, de Emily Dickinsón. Lo normal era que no recibiera respuesta del mundo, pues este no iba más allá de su jardín.
Me pregunto si el poema de Miguel Hernadez era para su mujer o para Maruja Mayo. he de reconocer que me gusta su historia de amor.
ResponderEliminarHace un momento recorría un cuaderno de poemas, que tengo guardado desde hace cinco años, me he dado cuenta de lo que ha cambiado mi vida. Un abrazo
¡Hola Miner!: Lo primero gracias por tu visita. Había recomendado tu blog a unos amigos, este fin de semana volví a verlos en Cimavilla y me dijeron que les había gustado mucho -se parten con tu socarronería, algo que se entiende muy bien en Gijón- uno hasta buscó un libro del que hablabas. Te prometo seguir haciéndote publicidad. Un beso.N.
ResponderEliminarLembranza no lo se, pero la relación con Maruja Mallo fue en 1935, y este poema es del 37. Saludos.
ResponderEliminarMeca Nuria, gracies. Te voy a nombrar representante de Dios en Cimadevilla. Porque no se si sabrás que hubo una temporada que fui Dios. Lo que pasa ye que dimití. ¡Mucho trabajo!
Dios mioooo!!!!!!!!!!! genial, otra vez.
ResponderEliminarA veces me pregunto cómo sabe Miner mis poetas favoritos...
Será que la belleza es universal? Emily es otra de mis preferidas.
Gracias por embellecer mis días Miner y Cia.