Las Meninas son un retrato de familia muy bien traído y compuesto, esto es, con una escenografía estupenda. Allí está la infanta Margarita que tiene sed, y la instantánea de la pintura recoge el momento en el que se la alcanza una jarrita con agua. Allí están en torno las meninas o damas de servicio, hay también un criado, y está sobre todo don José Nieto, aposentador de palacio que está abriendo la puerta del fondo por la que entra un sol esplendente, porque la puerta debe de dar a una terraza o solarium. Y luego están también el pintor, naturalmente, y los reyes, que se supone que van a entrar en la habitación y se reflejan en el espejo que hay en la pared; y dejo para lo último la mención de "los habitantes" de la parte derecha del cuadro: María Bárbalo, que es una mujercilla de placer, Nicolasillo Pertusato , que es un bufón o también "hombrecillo de placer de la Corte", igualmente, y el leonado perro sobre el que el bufoncillo tiene puesto su pie, pero se ve que es tranquilo, entre majestuoso y filosófico. Estos son los seres menos importantes del cuadro, desde luego, según los valores de curso en el mundo, pero los que más nos desasosiegan, y, al fin y al cabo, los que que en realidad nos dan la clave de todo. Es decir, no sólo de esta pintura de Corte y retrato de familia, sino también de lo que era la España de aquel tiempo, y también España sin más, la entraña de España, como decía.
Ciertamente nos ponemos muy melancólicos si nos ponemos a pensar en el destino que esperaba a la Infantita en cuando fue a Viena para casarse. En el Kunsthistorischen Museum de la ciudad hay otras pinturas de la Infanta, igualmente de niña, realmente encantadoras, pero también está allí su sepulcro en la Cripta de los Capuchinos, y nos entenebrece en mirada de Las Meninas el recuerdo de estas cosas, como nos laceran destinos como el de María Bárbola y Nicolasillo Pertusato, sobre todo el de la primera, "un ser de desgracia", como diría Simone Weil, y podemos afirmar desde luego que ese fue el verdadero honor de Velázquez : el haber retratado a esos seres de desgracia, más importantes realmente que los más altos emperadores y sabios de este mundo. ¿Pensaba eso mismo Felipe IV que, al igual que la reina, que por cierto se presentó arreglada para posar, aceptaron quedarse en un segundo plano en el cuadro, reflejados simplemente en el espejo?
Ciertamente nos ponemos muy melancólicos si nos ponemos a pensar en el destino que esperaba a la Infantita en cuando fue a Viena para casarse. En el Kunsthistorischen Museum de la ciudad hay otras pinturas de la Infanta, igualmente de niña, realmente encantadoras, pero también está allí su sepulcro en la Cripta de los Capuchinos, y nos entenebrece en mirada de Las Meninas el recuerdo de estas cosas, como nos laceran destinos como el de María Bárbola y Nicolasillo Pertusato, sobre todo el de la primera, "un ser de desgracia", como diría Simone Weil, y podemos afirmar desde luego que ese fue el verdadero honor de Velázquez : el haber retratado a esos seres de desgracia, más importantes realmente que los más altos emperadores y sabios de este mundo. ¿Pensaba eso mismo Felipe IV que, al igual que la reina, que por cierto se presentó arreglada para posar, aceptaron quedarse en un segundo plano en el cuadro, reflejados simplemente en el espejo?
José Jiménez Lozano
11 de julio de 1999
El Norte de Castilla
Ni venta, ni alquilaje
¡Yo también colgué un cuadro, Miner! Sintonía se llama eso...
ResponderEliminarPero Las Meninas son palabras mayores...Y explicado como lo haces, un gusto contemplarlo.Toda una lección de historia es este cuadro.
La próxima lo intentas con "Las hilanderas"(es que me encanta).
Abrazos a todo el gentío.