Bajando la ladera del bosque por la parte izquierda se encontraban los columpios. Estaban hechos con cortezas sacadas de los nogales jóvenes. Cuando se secaban y perdían elasticidad eran peligrosos. Normalmente se rompían cuando un muchacho se encontraba en el aire a cuarenta pies de altura, y ésa era la razón por la que tenían que componerse tantos y tantos huesos cada año. Tenia ocho primos, y en una u otra ocasión se llegaron a romper catorce brazos en total. Pero aquello no costaba casi nada, pues el médico trabajaba por una iguala anual: veinticinco dólares por toda la familia. Recuerdo a los dos médicos de Florida: Chowning y Meredith. No sólo atendían a la familia completa por veinticinco dólares al año, sino que también proporcionaban las medicinas. Sólo las persona más grandes podían tragar una dosis completa. El aceite de castor era el principal brebaje. La dosis era medio cucharón de aceite con otro medio de melaza de Nueva Orleans añadida para ayudarle a pasar y que supiera bien, lo que nunca ocurría.
La siguiente preferencia era el colomel; la siguiente, el ruibarbo; y la siguiente la jalapa. También sangraban al paciente y le ponían cataplasmas de mostaza. Era un sistema terrible y, sin embargo, la mortandad no era elevada. El colomel se empleaba para que salivase el paciente y generalmente le costaba alguno de sus dientes. No había dentistas. Cuando los dientes tenían caries o dolían por cualquier causa, el doctor solo sabia hacer una cosa: agarraba las tenazas y los sacaba.
A los médicos no se les llamaba en casos de enfermedades corrientes: la abuela de la familia se encargaba de ellas. Cada mujer mayor era un médico y recogía sus propias medicinas en el bosque y sabían componer dosis que revolvían las entrañas al más templado. Y luego estaba el "médico indio": un grave salvaje, un resto de su tribu, profundo conocedor de los misterios de la naturaleza y de las secretas propiedades de las hierbas curativas. La mayoría de los montañeses tenían gran fe en sus poderes y podían referir curaciones maravillosas conseguidas por él.
MARK TWAIN
AUTOBIOGRAFÍA
ESPASA ÓRBITAS