martes, 25 de febrero de 2020

NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA

La vida no es justa ni razonable, se enciende con estrépito y se apaga como fósforo.(R.M.S.)

Mi padre falleció en La Unidad de Paliativos de La Cruz Roja de Gijón durante la tarde del 12 de junio del 2005. Había cumplido setenta y dos años. Yo no estaba con él. No entres dócilmente en esa noche quieta son unas memorias que giran entorno al padre. Cuando tenía once años el padre de Ricardo Menéndez Salmón contrajo una enfermedad que desde entonces y hasta su muerte condicionó la vida  de la familia al quedar marcada por dicho mal. Cualquiera de nosotros, con una cierta edad, sabe que antes o después a todos nos va pasar o ya nos pasó algo parecido con nuestros padres El autor lo deja por escrito: levanta acta notarial, archivo y documento, que eso es en el fondo la escritura. Cuando uno es joven la muerte es algo lejano, el destino final, pero en el caso de Ricardo pasó a ser una presencia cotidiana. Afirma el autor que aunque el libro sea muy íntimo, al mismo tiempo trabaja sobre una serie de valores universales como son la bondad de las personas y la entrega incondicional. Ha de ser la experiencia propia, su decantación, el acarreo de  la vieja, renovada agua del molino familiar, la que mueva la piedra y la fije en palabras. Ricardo se volvió hipocondriaco por educación y eso es más o menos lo que yo también tendría que haber sido, mi madre tenía una enfermedad diferente cada semana, y en cambio no lo soy porque mi madre murió con ochenta y ocho años. Estoy curado de espanto. El libro como todos los de Ricardo Menéndez Salmón es de una gran calidad literaria. Digo yo, qué toco de oído. 

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