Tiene mucho merito que una novela de intriga de casi quinientas páginas no decaiga en ningún momento. La autora, que curiosamente no es escritora profesional, urde una trama aderezada con reflexiones de cosecha propia. María Frisa es licencia en psicología clínica y trabajo social. Paralela a la trama principal hay otros enredos que afectan a las policías encargadas de la investigación, Larisa y Berta, pertenecientes al SAM, Servicio de Atención a la Mujer. Según la autora la realidad está condicionada, o programada, por los recuerdos y experiencias, el tejido con que se configura el mapa mental. Aquí la autora jugó un poco con nuestro mapa mental que no estaba programada para un final tan inesperado. Si el que se mueve no sale en la foto, en este libro, el que no lee hasta la última página, literal, se pierde el final. Nunca una última página tuvo también ganado el nombre. La novela está ambientada en Zaragoza. La próxima vez que vaya a la ciudad en comisión de servicio, cuidado de nietos, tengo que visitar la iglesia de San Miguel de los Navarros donde se encuentra la Campana de los Perdidos.
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