Vienen de la infancia, esas mujeres.
Calladas, discretas, sin prisa
por existir. Espléndidas mujeres ésas,
peinadas con la raya al medio,
las orejas descubierta por el cabello
de sombra clara.
En su corazón el mundo
no era tan pequeño y lo que hacían
no les parecía humillación.
Sabían envejecer con la pausada
luz de los niños
y de los animales de la casa.
Como la rosa.
Eugénio de Andrade
Calladas, discretas, sin prisa
por existir. Espléndidas mujeres ésas,
peinadas con la raya al medio,
las orejas descubierta por el cabello
de sombra clara.
En su corazón el mundo
no era tan pequeño y lo que hacían
no les parecía humillación.
Sabían envejecer con la pausada
luz de los niños
y de los animales de la casa.
Como la rosa.
Eugénio de Andrade
Kati Horna en la ventana de su casa |
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