martes, 25 de junio de 2013

GUILERMO II Y EL FINAL DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El desmoronamiento de Alemania había empezado antes del armisticio. El ejercito se desmoronaba y la retaguardia, hambrienta, había dejado de creer en las cartillas de racionamiento que daban teóricamente derecho a doscientos gramos de azúcar y medio huevo a la semana. Dispuestos a todas las bajezas con tal de eludir sus responsabilidades, los altivos oficiales prusianos solo pensaban en transmitir el poder a los civiles, aunque fueran pacifistas o socialistas. El Alto Estado Mayor tenía por un mal menor traicionar al emperador, al que sin embargo había jurado fidelidad. Guillermo II no podía imaginarse que era el último en llevar ese nombre. Sobrepasado, desamparado, se aferraba a un mundo ya borrado por el presente. El señor de la guerra reinaba sobre un ejercito de sombras y de cobardes, pero en su trono vacilante no soñaba más que con la caza  del bisonte en las llanuras de Polonia, y llenaba sus horas de descanso dibujando el escudo de armas de la Curlandía que quería incorporar a su Corona.

A la caza del viento
Claire Goll
Tocados Guillermo

No hay comentarios:

Publicar un comentario