Los partidos políticos, sepan ustedes de boca del que nació en uno, son unas mafias descaradas, unas camarillas avorazadas, unos aprovechados privados que se las dan de servidores públicos y a los que les hace agua la boca invocando a la patria. No hay tal. No la quieren. La quiero yo que quiero que se acabe para que no sufra. Las dos grandes camarillas de Colombia que había cuando nací, el partido conservador y el liberal (que terminaron ramificándose en varios otros como matas de plátano a las que les salen retoños), eran unos rapaces descarados. Han mantenido a la pobre Colombia en guerra civil desde que nació. Vean ustedes cómo proceden, presten atención. Hay una cúpula en cada partido, digamos cien, los más vivos. Siguen los mandos medios y un ejercito de a pie, los patirrajados, en total digamos unos diez mil. Cuando la cúpula llega al poder reparte los puestos públicos así: los más jugosos para ellos; el resto, de escaso rédito, para los patirrajados, los diez mil. Los patirrajados empacan los votos los reparten y vigilan las urnas, convencen a los vecinos, votan dos o tres veces, sacan a los muertos a votar etcétera. Los cien marcan el rumbo y el que gana habla así: "En adelante Colombia toma para acá. Yo arriba. Fulano de ministro, perano de ministro, zutano de ministro, en premio a su lealtad". ¿A quién? ¿A Colombia? "No, a mi. Y ni sueñen, ilusos, que me van a tumbar porque ¿para qué tengo entonces al ejercito y a la policía? De aquí no me saca el Putas y a mí no me tiemblan la manos. Primero muerto, y pasan sobre mi cadáver". ¡Qué va, ninguno se hace matar, se van al exilio a disfrutar!..
¡LLEGARON!
FERNANDO VALLEJO