martes, 29 de diciembre de 2015

LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI

Cuando yo muera, amigo, habrá quedado
en esta calle lo mejor que tengo:
El rosal escondido de mis penas
y la vaga música de mis sueños...

Francisco López Merino


Borges me recibió en la Biblioteca Nacional, amable, con su tono indeciso, parecía siempre a punto de perder la palabra que quería decir.
Enseguida me habló de La Plata, donde vivía su amigo el poeta Paco López Merino, con quien se visitaba asiduamente. Un domingo en casa, me dice Borges, después del almuerzo y antes de irse, su amigo insistió en saludar al padre de Borges, que, como era costumbre en los criollos viejos, dormía la siesta. Luego de algunos cabildeos decidieron acompañarlo al dormitorio.
Doctor quería despedirme de usted dijo López Merino.
Todos se sintieron incómodos, pero como lo querían aceptaron la amistosa e imperiosa resolución, y el doctor Borges, con una sonrisa, tranquila, lo saludó con un abrazo...Al salir López Merino vio la guitarra de Güiraldes, que el autor de Don Segundo Sombra le había obsequiado a la madre de Borges antes de irse a París, y López Merino la hizo sonar, dulcemente.
Está destemplada; nunca fue muy buena esta guitarra, dijo malicioso el poeta, contó Borges y agregó, dijo Renzi, parece una maldad, pero sólo era un chiste de muchachos.
Lo cierto es que López Merino se mató de un tiro al día siguiente y ahí entendieron lo imperativo y sobrio de su saludo final.
Lindo, ¿no?, dijo Borges con una sonrisa cansada como si la elegancia de la secreta despedida lo hubiera emocionado.

LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI
RICARDO PIGLIA
ANAGRAMA


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