En uno de sus "Dialogos con Goethe" cuenta su fiel secretario Eckermann que el maestro asignaba a la memorias el escalón más bajo en la jerarquía de los diversos géneros literarios, argumentando con mucha razón que cualquier hijo de vecino podía escribirlas, pues no se necesita imaginación, inventiva ni arte. (Mariano Rawicz)
Cuando a la memoria se le echa imaginación entonces tenemos Confesionario de Papel que se lee como una novela pero también como un diario, un libro de viajes, de historia o unas crónicas de la época. Por esas cosas de la fortuna y de Hemeroflexia lo topé medio abandonado en unas estanterías de la biblioteca del Fontán de Oviedo donde, en dieciséis años, fue sacado ocho veces. Estaba más arrinconado que yo en mi casa, que vivo en el cuarto de los trastos. Cuando el mundo descubra que yo y Confesionario de Papel somos patrimonio de la humanidad, entonces llegará algún listo y nos joderá la vida poniéndonos en deposito "solo se puede consultar".
De Mariano Rawicz, cuenta su hija, que fue un hombre de grandes habilidades intelectuales y artísticas: políglota, dibujante, gran lector y conversador. No he conocido a ninguna persona que escriba simultáneamente con ambas manos de derecha a izquierda y de izquierda a derecha una frase completa. Cuando se lo conté a mi mujer me dijo que antes de conocerme a mi nunca había visto a nadie comer a dos carrillos, lo mismo para la comida que para la cena. Seguiremos informando sobre Confesionario de Papel a los más que improbables lectores de este blog.