Cuando Eduardo Zamacois escribió su novela Los vivos se entrevistó con el Director General de Prisiones Clemente Miquélez de Mendiluce con la intención de que le autorizase a visitar y convivir con los presos, ya que la novela iba a estar ambientada en una cárcel, pero le denegó la autorización. El pintor Roberto Martínez i Baldrich amigo de Eduardo e hijo del general Severiano Martínez Anido Ministro de la Gobernación le invitó a una comida con su padre y éste, si le concedió el permiso.
El general me recibió con simpática familiaridad. Recuerdo la sensación que me dejó el contacto de su mano, corta y dura, la expresión cínica de sus ojos, color verdegay, y la sensualidad de su rostro, abotagado por el mucho beber. Como afligido de acromegalia, su cuerpo propendía a horizontalizarse, todo en él era ancho: el cuello, los brazos, los hombros, las caderas.Un hombre que se va...Eduardo Zamacois
Juan Gil-Albert en Memorabilia cuenta una anécdota de Martínez Anido,
relacionada con la Semana negra catalana que demuestra la catadura de
este individuo.
Como anécdota negra de este periodo luctuoso, merece ser recordado lo que recoge Pío Baroja en una de sus trilogías y en la que se refiere como, habiendo los sindicatos obreristas abatido a un policía de talla, el entonces Gobernador General Martínez Anido, a quién Unamuno calificó en una carta de cerdo epiléptico, hace que trasladen al depósito donde yace el muerto varios cadáveres de sindicalistas encarcelados con anterioridad y que, elegidos al azar, han sido ejecutados por orden gubernativa, cuando va a rendirle al caído su visita de adiós pronuncia estas palabras perfectamente entonadas en el crimen de Mateo Morral sólo que, en esta ocasión, premiado por el éxito: "No te quejaras por las flores que he traído". Lo cual no deja también, de dar el tono de la gente que está en el poder".MemorabiliaJuan Gil Albert