"Me convencí entonces de que en la lidia -de hombres o de bestias-, lo primero es parar. El que sabe parar, domina. De aquí mi "técnica del parón", que dicen los críticos"Juan Belmonte
Juan Belmonte matador de toros apareció en la revista Estampa de Madrid en veinticinco capítulos, del 29 de Junio al 14 de diciembre de 1935, cada entrega tenía cuatro páginas. Belmonte contó a Manuel Chaves su vida y este relató por escrito lo contado, pero de manera que no se sabe bien cuando acaba de hablar uno y empieza el otro.
Chaves Nogales es capaz de contar las hazañas taurinas del torero sin ser aficionado a los toros, además nunca había presenciado una corrida ni sentido ninguna atracción por los toreros. Cuando Juan Belmonte aparece en el panorama taurino en 1912 los toreros de fama eran auténticos héroes, sus vidas privadas y sus hazañas en la plaza estaban en boca de todos, un torero salia por la ciudad a pasear y era seguido por una multitud que lo aclamaba. Los toreros más famosos en el tiempo en que Belmonte empezaba a ser conocido eran Bombita y Machaquito.
Este hermoso libro te atrapa desde el principio porque aquí hay mucho más que toros, hay literatura de la buena. Además Juan Belmonte no era un torero cualquiera lo primero que hizo cuando empezó a ganar dinero fue comprarse una biblioteca y poner un cuarto de baño, no hubo torero más bañado y leído que él.
En el 2009 la editorial Renacimiento publica, Juan Belmonte Matador de toros, en una cuidad edición con ilustraciones de Andrés Martínez de León y Salvador Bartolozzi. Introducción de Mª Isabel Cintas Guillén. También está ilustrado el libro con magnificas fotografías.
JUAN es un niño atónito, que cuando asoma por las tardes al portal de su casa con el babero recosido y limpio, llevando en la manecitas la onza de chocolate y el canto de pan moreno que le han dado para merendar y contempla el abigarrado aspecto de la calle desde la penumbra del zaguán, se siente sobrecogido por el espectáculo del mundo y se queda allí un momento asustado, sin decidirse a saltar al arrollo. Cuando al fin, se lanza a la aventura de la calle,lo hace tímidamente, pegándose a las paredes, con la cabeza gacha, la mirada al sesgo, callado, paradito, atónito.Juan es muy poquita cosa, y la calle, en cambio, es demasiado grande, tumultuosa y varia. Es una calle tan grande y tan varia como el mundo. Juan no lo sabe, pero la verdad es que lo que él quisiera, callejear libremente, ser amo de la calle, es tan difícil como ser amo del mundo.
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