lunes, 8 de junio de 2009
sábado, 6 de junio de 2009
CALENTAMIENTO GLOBAL
Una enorme lona está siendo instalada para que su sombra salve el último glaciar de Alemania de las consecuencias del cambio climático. En la más alta de las montañas del país, Zugspitze, cerca de la localidad bávara de Garmisch-Partenkirchen, a casi 3.000 metros de altura, lonas y toldos de color blanco cubrirán unos 6.000 metros cuadrados para reflejar la luz solar y evitar tanto la absorción de calor como el impacto de la cálida lluvia de verano.
La cobertura de glaciares, que también se ha experimentado en Suiza, es una de las soluciones a la rápida reducción de su volumen. Durante la jornada de ayer, operarios empezaron a desplegar paneles de plástico, de 30 metros de largo por cinco de ancho y 130 kilogramos de peso cada uno, que deben ser colocados a mano. El glaciar de Zugspitze ha perdido unos 40 metros de profundidad en los últimos 40 años. En un sólo día de calor veraniego el glaciar puede bajar en 10 centímetros.
La siguiente fotografía muestra nuevas pruebas sobre el calentamiento global
Si quedaba alguna duda sobre el calentamiento no sólo global, sino también mental, aquí tenemos una prueba contundente de lo último:
Según la historia universal
a la paloma de la paz
se la comió
la gallina de los huevos de Oro
Jorge Boccanera
viernes, 5 de junio de 2009
HAN PASADO VEINTE AÑOS...
sin apenas creer que me dejaste;
cuarenta más pasaron, y viví
del recuerdo de aquel amor de antaño,
y durante cuarenta que siguieron
de esperanzas de que ibas a volver;
otro siglo se ahogó en mis propias lágrimas
y aventaron dos siglos mis suspiros.
Luego pasó un milenio y nada hice,
nada pensé, no me ocupé de nada
dedicado a pensar tan solo en ti;
tampoco te olvidé en mil años más.
Pero a eso no llames larga vida,
ya que soy inmortal por estar muerto.
¿O crees que también mueren los fantasmas?
John Donne
miércoles, 3 de junio de 2009
SHITAO
martes, 2 de junio de 2009
UN NIÑO
Los abuelos son los maestros , los verdaderos filósofos de todo ser humano, siempre descorren el telón que los otros cierran continuamente.
(...) Cuando habla un hombre sencillo, es una bendición. Habla, no parlotea. Cuanto más culta se vuelve la gente, tanto más insoportable se hace su parloteo. Yo me guiaba totalmente por aquellas máximas. Podemos escuchar a un albañil o a un leñador, pero a una persona cultivada o a una persona supuestamente cultivada, porque la verdad es que sólo hay personas supuestamente cultivadas, no. Desgraciadamente, sólo oímos siempre parlotear a los parloteadores, los otros guardan silencio, porque saben muy bien que no hay mucho que decir.
(...) A sus ojos la iglesia vendía sin escrúpolos algo que no existía, a saber, un Dios bueno y, al mismo tiempo, también malo, y expoliaba en todo el mundo, de millones de formas, hasta a los más pobres entre los pobres, con el único fin de aumentar incesantemente su fortuna, que tenía invertida en gigantescas industrias y en infinitas montañas de oro y en montones de acciones en casi todos los bancos del mundo. Todo el que vende algo que no existe es acusado y condenado, decía mi abuelo, pero desde hace milenios la Iglesia vende a Dios y al Espíritu Santo abiertamente, con absoluta impunidad. Y además sus explotadores, hijo mio, y por lo tanto los que mueven los hilos, viven en palacios principescos. Los cardenales y arzobispos no son más que recaudadores sin escrúpulos a cambio de nada.
(...)Los chicos de Seekirch y sus alrededores correteaban descalzos desde finales de marzo hasta finales de octubre, los domingos se ponían unos zapatos que eran tan grandes que apenas podían andar con ellos , porque estaban previstos para varios años y cada niño tenía que crecer lentamente dentro. Si hacía frío nos poníamos gorros tricotados por nuestras propias abuelas y llevábamos en las piernas medias de la misma lana. Todo se tricotaba y cosía para la eternidad.
En un rincón de la clase había una gigantesca estufa de ladrillo, que se encendía con los leños que los alumnos llevaban por la mañana de su casa a la escuela. Cada uno llevaba un tronco encajado bajo la tapa de su cartera. Los ricos llevaban troncos grandes, los pobres pequeños. No estaba prescrito el tamaño del tronco. Con los troncos de la víspera no tardaba en calentarse la clase. El fuego chisporroteaba ya cuando comenzaba la clase, se cerraba el hogar y el calor se mantenía hasta el día siguiente.