sábado, 12 de diciembre de 2020

EL MUNDO ENTRE BOCACALLES

"Ganaras el pan con el sudor de tu frente". El agua empieza a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street.

EL siete de noviembre cuando murió P asustaba mirar las paginas de los periódicos, en LNE había cuarenta esquelas. En el funeral éramos más gente de la recomendada por las autoridades sanitarias. P, además de ser buena persona, junto con J esperaban la llegada de los cadáveres a la iglesia para ayudar a los familiares a introducirlos en el templo. Una soprano que cantó durante el funeral hizo más llevadera la pena. 

GIUSEPI VERDI plantaba un árbol por cada una de las operas que estrenaba. Plantó un alegre plátano por el triunfo de Rigoletto, un soberbio roble por Il Trovatore, pero por La Traviata plantó un sauce llorón . Acostumbrado a los éxitos desde el comienzo de su carrera tuvo que soportar pateos, silbidos y risas del público de la Fenice. Nada pudo con su seguridad, sabia que la obra era buena. Un año después se atrevió a reponer la ópera en la misma ciudad cambiando solo los cantantes y el vestuario, cosechando un gran éxito.  

MI árbol preferido es el plátano de sombra. Un árbol nada espectacular que sirve como adorno en carreteras, paseos y parques. El plátano de sombra me trae recuerdos de los merenderos de Gijón cuando íbamos al Parque del Piles, Bellavista, la Florida, Casablanca. Mi madre decía que la playa de Gijón era la más grande del mundo porque iba desde San Pedro hasta Casablanca. A finales de agosto apurábamos  los días, cada vez más cortos, a la luz de bombillas colgadas de cables cuyos soportes eran plátanos, que por el día daban sombra y por la noche luz.  

HASTA finales de los años sesenta no llegó la televisión a los hogares españoles. Las noticias las escuchábamos por la radio y la única ventana al mundo era la de casa. En el barrio había una vecina que se pasaba el día asomada al balcón. Mi madre no la podía ver porque decía que era una fisgona. La vecina no tenía hijos y me adoptó como animal de compañía, pero la cosa no acabó bien porque mi madre decía que la criticaba. Así que de mascota pasé a mis asuntos. Mientras mi madre tricotaba, había que hacer jerséis para tres, la vecina contemplaba el mundo entre bocacalles. 

LA novela te lo cuenta y la serie te lo enseña. En Patria, Fernando Aramburú, un buen escritor, trata con mucho acierto el problema vasco, como ya hizo en Los peces de la amargura. En la serie la solvencia de los actores y la puesta en escena hace, entre otras cosas, creíble lo que se cuenta. Me gustó tanto la serie que la vi en dos días. 

APUNTES 

No hay comentarios:

Publicar un comentario