jueves, 21 de febrero de 2019

LA HORA VIOLETA

"La pena y yo hemos firmado un acuerdo de convivencia. No la anularé con trucos de psicología barata y ella me dejará vivir. Aunque sea en una hora violeta eterna." Sergio del Molino. 

DUDÉ mucho en leer este libro. Abrirlo era penetrar en una historia donde el final ya estaba escrito. El libro narra un año de la vida de Pablo, hijo de Sergio del Molino, desde que se le diagnosticó de un raro y grave tipo de leucemia hasta su muerte. Cuando Sergio acabó de leer Mortal y Rosa, de Francisco Umbral, llamó a su madre para decirle que de todo lo que había leído sobre niños muertos, sobre padres huérfanos y sobre enfermedad y ruina era, con mucho, el libro más bello, hondo y suicida que había sufrido. La misma sensación tengo yo después de leer La hora violeta. El libro, además de una carta de amor a un hijo muerto, es mucho más, la solidaridad en el dolor de los amigos y familiares, pero también la lucha de mucha gente por salvar la vida de un niño. Al contemplar cómo la máquina sanitaria se revoluciona y trabaja a la máxima potencia para salvar la vida de mi hijo, me emociono y lloro. Este sistema sanitario tan denigrado, que tanto parece molestar a algunos y que tanto empeño tienen otros por demoler , ofrece lo mejor de la ciencia, lo mejor del intelecto humano y de su sabiduría, a un niño enfermo. Sin tirar la toalla, como un Sherlock Holmes que repasa una y otra vez los detalles de la escena del crimen en busca de es minúsculo fallo que delata al asesino. Si al principio me costó trabajo abrir la puerta de La hora violeta ahora me cuesta cerrarla, Ahora sé que hay que luchar todas las batallas, porque si pierdes la guerra- y todas las guerras pueden perderse-, hay que caer derrotado sabiendo que has hecho lo que estaba en tu mano por ganar.(Cristina Delgado, madre de Pablo).


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