Serafín Baroja Zornoza, mi abuelo, nació en 1840, fue ingeniero de minas. Era un hombre risueño, afable y bondadoso a quién se le podía escuchar una larga tirada en vascuence sin entender nada y sin experimentar sensaciones molestas. La verdad es que yo no he oído hablar de él a nadie, sin que una sonrisa iluminara los labios del que hablaba. A los sesenta años se empeñó en hablar japones, para ver si era verdad que se parecía al vascuence. Tenía tertulias, contaba con algunos amigos y antiguos condiscípulos, con los que se llevaba bien. Unas veces se sentaba en la tienda de Azurmendi en la calle Mayor y discutía con el primer flautista del Real, Basurco; otras se enzarzaba con Lucas Mallada, el geólogo, a causa de su pesimismo. Mallada decía que España era un país ramplón y eso a mi tío Pío le gustaba. Le causó zozobra la falta de éxito en los estudios de su hijo Pío al que llamaba el "genio". Si ello llegó a oídos de mi tío, que de joven y aún de viejo, era hipersensible, no cabe duda de que hubo de herirle bastante.
Julio Caro Baroja
RBA
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