En 1934 don Miguel de Unamuno cumplía 70 años.
Decreto del presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora:
Articulo primero: "El homenaje a don Migule de Unamuno(...) tiene carácter nacional"
Generalmente los grandes escritores son hombres de escasa conversación, por aquello de llevar la lengua en la pluma. Empero a Unamuno, que fue la mentalidad más fuerte de su época, le gustaba hablar, y lo hacía sin tasa. El origen de la secreta antipatía que le profesaba Ortega y Gasset, que también se pirraba por hablar, era ese. Sé de buena tinta que, siempre que Unamuno iba a la Revista de Occidente, Ortega y Gasset se marchaba de la redacción para no perder el derecho a opinar. Oír a Don Miguel era leer un libro cuajado de atisbos geniales. Por lo mismo, llegaba un momento que el lector, fatigada su atención, hubiera deseado cerrar el libro. Imposible. Unamuno era un libro incerrable. Si el autor de Contra esto y aquello -su libro más él-tomaba la palabra no había manera de quitársela. Maridando unas ideas con otras charlaba interminablemente de la literatura, de historia, de política, y de la España que amó tanto y que, para mejor conocerla, había recorrido a pie. A veces solía interrumpirse para explicar la raíz, griega o latina, del vocablo que acababa de utilizar, y seguidamente reanudaba su soliloquio sin dirigirse a nadie, como si aquella explicación se la hubiera dado a sí mismo. Todo le cautivaba y para todo tenía una apostilla.
De Unamuno cabe decir lo que de Diderot, parlante incansable, dijo Voltaire: "Es un hombre que ignora el placer de dialogar".
Un hombre que se va....
Eduardo Zamacois
P.D.Caricatura de:Agustín Sciammarella
No hay comentarios:
Publicar un comentario