La fascinación que sintieron los delegados soviéticos al contemplar los enormes anillos que llevaba en los dedos Goeríng, fue comparable a la que habían experimentado al oír las historias que aseguraban que solía vestir toga romana y sandalias incrustadas con diamantes cuando disfrutaba de la tranquilidad de su hogar.
El misterio de Olga Chejova (Antony Beevor)
Coincidiendo con la terminación de llamada Gran Guerra, que en el fondo no fue más que una de las mayores barbaridades que ha presenciado la historia en todos los tiempos. En España se dejó sentir, en la llamada clase media y en las clase desheredadas, de una manera palpable, el bochorno del hambre.
En España durante la Guerra se desataba el ansia de los negocios. Los periódicos informaban de los gastos fantásticos de la guerra, de las oscilaciones tremendas en los valores de la Bolsa. Los precios de los fletes y el transporte, bajo el temor de los submarinos, hacían los seguros costosísimos...Todo esto contribuía a la fiebre en los negocios, a arriesgar dinero, y a hacerse rico, a ser posible de la noche a la mañana. Vino la fiebre del oro; el dinero se hizo atrevido, surgiendo de la noche a la mañana los nuevos ricos. Se hacían especulaciones fantásticas en la Bolsa, los navieros eran los amos del mundo pues el que tenia un barco viejo, cuatro tablas que podían navegar, era poderoso.
Inglaterra necesitaba carbón y aún no le bastaba, en Asturias se duplicaba el trabajo, y, el carbón en malas condiciones se vendía a peso de oro. Los mineros ganaban grandes jornales y bebían el champan en jarros; se despreciaba la sidra. En los escaparates de las tabernas de Bilbao se veían y bebían los mejores vinos; nadie tenía aprecio al dinero. En Santander, un naviero enriquecido regalaba a su peluquero un salón a lo yanki. Se hacían hoteles frente al mar y en todas partes se oían conversaciones sobres los marcos, los francos y las libras, comentarios de los avances y desastres de las tropas...Se hablaba del contrabando a manos vistas, de trenes enteros que pasaban por las aduanas abarrotados de ganados y mercancías. Las vacas y el ganado de cerda adquirían grandes precios. Se notaba la escasez de legumbres, de patatas, de judías y hasta los garbanzos, que fuera de España no tienen aceptación. Las fabricas de Barcelona no daban abasto; se trabajaba día y noche, los jornales se triplicaban y se dejaron para la Península los géneros más malos e inasequibles. Las fabricas de curtidos y de botas, vendían sus géneros que, por su elevado precio, parecían de piel humana.
Esta fue la época mas próspera, coincidiendo con la gran elevación de los jornales y la mano de obra. Luego ya se firmó la paz, se hizo el tratado de Versalles, los españoles ya no pudieron hacer contrabando y los barcos, que tanto habían producido, hubo que arrinconarlos como trastos viejos.
La España Negra
José Gutiérrez Solana
A LOS QUE LES FUE MAL
Nosotros tenemos dos culpas, la nuestra, y la de sentir esa culpa como una cruz, pues ninguno de nosotros es culpable de nada, ya que no hicimos otra cosa que defendernos del fascismo. Le he dado a eso vueltas y más vueltas en la cabeza, y no acabo de entenderlo. Nos han combatido con las peores armas, la traición, los mercenarios, la iglesia, y las potencias extranjeras, unas por fascistas y otras por cobardes, nos dieron la espalda, y por lo tanto estamos aquí, por todas esas causas. Nos obligaron ha hacer una guerra que no queríamos y que ellos empezaron. Eso es así. Pero al mismo tiempo se siente uno culpable por no haberlo dado todo. Y no lo hemos dado todo, puesto que seguimos vivos. Eso se lo oímos al Campesino y tenía razón. Es el mayor dolor que nos queda.
Días y noches
Andres Trapiello
Desde el mirador de la guerra, artículo de Antonio Machado.
La Vanguardia (Barcelona) 3 de mayo de 1938.
Veamos el caso de una nación como la nuestra, pobre y honrada. En ellas unos cuantos hombres de buena fe, nada revolucionarios, tuvieronla insólita ocurrencia, en las esferas del gobierno, de gobernar con un sentido de porvenir, aceptando, sinceramente, un mínimun de las más justas aspiraciones populares, entre otras, la usuaria pretensión de que el pan y la cultura estuvieran un poco al alcance del pueblo.
Se pretendía gobernar, no sólo en el sentido de la justicia, sino en provecho de la mayoría de nuestros indígenas. Inmediatamente vinos que la paz era el feudo de los injustos y de los menos. Y sucedió lo que todos sabemos, primero la calumnia insidiosa y el odio implacable, a aquellos honrados políticos, después la rebelión hipócrita de los militares, luego la rebelión descarnada, la traición y la venta de la patria a todos para salvar los intereses de unos cuantos.
El por qué de esta monstruosidad se ve muy claro desde el mirador de la guerra. La paz circundante es un equilibrio entre fieras y un gentlemen agreement. La corriente belicista es la más profunda en todo el occidente porque su cultura es preponderantemente polémica. Todas las grandes naciones están convencidas de la fatalidad de la guerra. La guerra se cotiza como amenaza y como medio de chantaje, antes de ser un hecho irremediable. España es una pieza en el tablero para la bélica partida. Y ocurrió lo inevitable.
Dos grandes potencias se propusieron eliminarla. Los españoles pensamos ingenuamente que la España propiamente dicha, no la que se vendía, tendría de su parte a dos grandes imperios. No fue así. Ambos concertaron la fórmula de no intervención con la participación de sus adversarios. Ya es voz unániume de la conciencia universal que el pacto de no intervención en España constituye una de las más grandes iniquidades de la historia.
Antonio Machado.
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