"Reloj de arena tu cuerpo.
Te estrecharé la cintura
para que no pase el tiempo”
Aquilino Duque
" Todos los días nos despedimos de personas, a las que ya no veremos más"
No había esta mañana en mis calles habituales quien me rescatara de la angustia por la fuga del tiempo y me he quedado en ellas más de lo normal, recordando los rostros de aquellos transeúntes que fueron habituales del barrio y un día, sin que en un primer momento nadie lo percibiera, se desvanecieron para siempre en el opaco vacío de la relojería universal. ¿Qué fue de todos ellos? Formaron parte de mi vida en otros tiempos, y luego se borraron. Me he acordado de Pessoa, que se preguntaba por el viejecito redondo y colorado del puro habano a la puerta del estanco. Y por el dueño del estanco. Todos habían ya partido hacia el reino de la luz del otro barrio. "Mañana", escribía Fernando Pessoa, también despareceré yo de Rúa da Prata, de Rúa dos Douradores, de Rúa dos Franqueiros. Mañana, también yo, sí, mañana yo también seré el que dejó de pasear por estas calles, el que otros vagamente evocarán con un que habrá sido de él. Y todo cuanto hago, todo cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeúnte menos en la cotidianidad de las calles de una ciudad cualquiera."
Dietario Voluble
Enrique Vila -Matas
Suavemente suena la puerta de la cocina, la Sra. O’Brian la abre, al otro lado se encuentra su mejor inquilino, el Sr. Ramirez con dos agentes de policía. El Sr. Ramirez ha sido su inquilino durante 30 meses, seis más de los que le permitía su visado temporal. En ese tiempo se adaptó a la brillante prosperidad de su nueva vida, trabajó en la fábrica de aeroplanos durante la guerra, se compró una radio, y un reloj de pulsera, y disfrutó del modo de vida americano.
“Pues aquí estoy, para decirle que debo abandonar mi habitación.” -dice el Sr. Ramirez. Mirando una vez más la brillante cocina, la mesa bien surtida en la que los hijos de la Sra. O’Brien están comiendo sus filetes.
“Ha sido Vd. un buen inquilino.” -dice la Sra. O’Brian- que le recuerda una visita que hizo a algunas ciudades fronterizas de México, los grillos, las polvorientas carreteras, las ropas raídas.
“Lo siento mucho, Sr. Ramirez.”
“Adiós Sra. O’Brian. Vd. ha sido buena conmigo. Adiós Sra. no nos volveremos a ver nunca más”
Los policías sonríen al oír esa expresión, pero su sonrisa se desvanece pronto, se llevan al Sr. Ramirez, la Sra. O’Brian vuelve a su brillante cocina, sus hijos la apremian porque se le enfría el filete, se sienta a la mesa y empieza a comer. Mastica su primer bocado muy lentamente y dejando los cubiertos sobre la mesa, fija su mirada en la puerta cerrada. “¿Qué pasa, Mama?” pregunta su hijo. “Acabo de caer en la cuenta -contesta ella con gran pena- que nunca más veré al Sr. Ramirez.”
Ray Bradbury
Te estrecharé la cintura
para que no pase el tiempo”
Aquilino Duque
" Todos los días nos despedimos de personas, a las que ya no veremos más"
No había esta mañana en mis calles habituales quien me rescatara de la angustia por la fuga del tiempo y me he quedado en ellas más de lo normal, recordando los rostros de aquellos transeúntes que fueron habituales del barrio y un día, sin que en un primer momento nadie lo percibiera, se desvanecieron para siempre en el opaco vacío de la relojería universal. ¿Qué fue de todos ellos? Formaron parte de mi vida en otros tiempos, y luego se borraron. Me he acordado de Pessoa, que se preguntaba por el viejecito redondo y colorado del puro habano a la puerta del estanco. Y por el dueño del estanco. Todos habían ya partido hacia el reino de la luz del otro barrio. "Mañana", escribía Fernando Pessoa, también despareceré yo de Rúa da Prata, de Rúa dos Douradores, de Rúa dos Franqueiros. Mañana, también yo, sí, mañana yo también seré el que dejó de pasear por estas calles, el que otros vagamente evocarán con un que habrá sido de él. Y todo cuanto hago, todo cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeúnte menos en la cotidianidad de las calles de una ciudad cualquiera."
Dietario Voluble
Enrique Vila -Matas
Suavemente suena la puerta de la cocina, la Sra. O’Brian la abre, al otro lado se encuentra su mejor inquilino, el Sr. Ramirez con dos agentes de policía. El Sr. Ramirez ha sido su inquilino durante 30 meses, seis más de los que le permitía su visado temporal. En ese tiempo se adaptó a la brillante prosperidad de su nueva vida, trabajó en la fábrica de aeroplanos durante la guerra, se compró una radio, y un reloj de pulsera, y disfrutó del modo de vida americano.
“Pues aquí estoy, para decirle que debo abandonar mi habitación.” -dice el Sr. Ramirez. Mirando una vez más la brillante cocina, la mesa bien surtida en la que los hijos de la Sra. O’Brien están comiendo sus filetes.
“Ha sido Vd. un buen inquilino.” -dice la Sra. O’Brian- que le recuerda una visita que hizo a algunas ciudades fronterizas de México, los grillos, las polvorientas carreteras, las ropas raídas.
“Lo siento mucho, Sr. Ramirez.”
“Adiós Sra. O’Brian. Vd. ha sido buena conmigo. Adiós Sra. no nos volveremos a ver nunca más”
Los policías sonríen al oír esa expresión, pero su sonrisa se desvanece pronto, se llevan al Sr. Ramirez, la Sra. O’Brian vuelve a su brillante cocina, sus hijos la apremian porque se le enfría el filete, se sienta a la mesa y empieza a comer. Mastica su primer bocado muy lentamente y dejando los cubiertos sobre la mesa, fija su mirada en la puerta cerrada. “¿Qué pasa, Mama?” pregunta su hijo. “Acabo de caer en la cuenta -contesta ella con gran pena- que nunca más veré al Sr. Ramirez.”
Ray Bradbury
Rúa Dos Franqueiros (1906) |
SIEMPRE son interesantes tus lecturas.
ResponderEliminarSaluditos.
Jolín, Miner! El título me dio un vuelco.Menos mal que sólo se correspondía con el del libro.
ResponderEliminarAl leer la referencia a Pessoa no pude evitar hacer un alto y recordarle a través de su obra. Tengo, desde hace años, un libro de su poesía que me regaló un compañero de trabajo. Me gusta leerlo, de cuando en cuando, a pesar de la soledad que rezuman sus palabras, y que, a buen seguro, son un reflejo de su experiencia vital. Soledad de la que a veces parece desprenderse poniendo su imaginación al servicio de la sublimación de lo prosaico de la realidad, de la que es plenamente consciente.
Te dejo dos perlas de su cosecha sobre lo que significa para él "el poeta".Me resulta fácil la identificación con sus palabras.
"El poeta es un fingidor. Finge tan completamente, que llega a fingir que es dolor, el dolor que de veras siente."
"Ser poeta no es una ambición mía, es mi manera de estar solo."
(F. Pessoa)
Un par de abrazos (Uno pa Mary)
Por seguir con la broma "tú, como Karen, también te mosqueaste y recapatiando, piensas qué sería de aquel señor un poco cojo que te encontrabas a las nueve menos cuarto en la esquina de... o aquella mujer de labios mal pintados que cogía el tren de Sama de las nueve de la noche o el hijo del policía que..."
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