martes, 9 de noviembre de 2010

LA PESTE (ALBERT CAMUS)





"No hablaba nunca sino era para decir algo"


(...)Sin salir de la sombra, el doctor dijo que había ya respondido, que si él creyese en Dios todo poderoso no se ocuparía de curar a los hombres y le dejaría a Dios ese cuidado. Pero nadie en el mundo ni siquiera Paneloux, que creía y cree, nadie, cree en un Dios de este género, puesto que nadie se abandona enteramente, y que en esto por lo menos él, Rieux, creía estar en el camino de la verdad, luchando contra la creación tal como es.

(...)Sabe usted que yo me siento más solidario con los vencidos que con los santos. No tengo afición al heroísmo ni a la santidad. Lo que me interesa es ser hombre (Rieux).

(...)Sabían, ahora, que hay una cosa que se desea siempre y se obtiene a veces: la ternura humana...no había uno solo de sus sufrimientos que no fueran al mismo tiempo el de los otros, y en el mundo en el que el dolor es tan frecuentemente solitario es una ventaja.

(...)El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad. Los hombres son más bien buenos que malos, y, a decir verdad, no es ésta la cuestión. Solo que ignoran, más o menos, y a esto se llama virtud o vicio, ya que el vicio más desesperado es el de la ignorancia que cree saberlo todo y se autoriza entonces a matar

¿Quién le enseño a usted todo eso, doctor?
La miseria

....En medio de los gritos que redoblaban su fuerza y su duración, que repercutían hasta el pie de la terraza, a medida que los ramilletes multicolores se elevaban en el cielo, el doctor Rieux decidió redactar la narración que aquí termina, por no ser de los que se callan, para testimoniar en favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y de la violencia que les había sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio.Pero sabía que, sin embargo, esta crónica no puede ser el relato de la victoria definitiva. No puede ser más que el testimonio de lo que fue necesario hacer y que sin duda deberían seguir haciendo contra el terror y su arma infatigable, a pesar de sus desgarramientos personales, todos los hombres que, no pudiendo ser santos, se niegan a admitir las plagas y se esfuerzan, no obstante, en ser médicos.Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros,que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.


La peste (Albert Camus)

P.D. Hace años que la leí. Estas son algunas de las cosas que anoté. La vida sigue igual. ¡Qué final de novela!

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