EL HOLOCAUSTO ESPAÑOL
Odio y exterminio en la Guerra Civil y después.
DEBATE
El holocausto español de Paul Preston es uno de los libros más recomendable sobre la Guerra Civil Española y sus consecuencias. El escritor trata lo más objetivamente posible este delicado tema y para ello se apoya en una amplia bibliografía de ambas tendencias. Después de leer el libro cada lector puede sacar sus propias conclusiones. En esta entrada pongo una pequeña muestra de las más de seiscientas paginas de fácil y amena lectura.
Un terrateniente de la provincia de Salamanca, según su propia versión, al recibir noticia del alzamiento militar en Marruecos en julio de 1936 ordenó a sus braceros que formaran en fila, seleccionó a seis de ellos y los fusiló para que los demás escarmentaran. Era Gonzalo de Aguilera y Munro, oficial retirado del ejercito.
Aquellos señores que se gastaban ochenta mil duros en comprarle un manto a la Virgen o una cruz a Jesús escatimaban a los obreros hasta el aceite de las comidas y preferian pagar cinco mil duros a un abogado antes que un real a los jornaleros por no sentar precedentes que era tanto como “salirse con la suya”.
Ellos tenían el poder, la influencia (aun con la República) y el dinero; nosotros...sólo teníamos dos o tres mil jornaleros a nuestras espaldas, a los que teníamos que frenar...pues la desesperación de no poder dar de comer a sus hijos hace de los hombres fieras.
Recuerdo que en cierto debate acalorado que sostuvimos, un cacique me llamó niñato recién salido del cascarón...y que si mi padre supiera lo tonto que era yo, no me echaba ni pienso”. Aquello colmó mi paciencia y me levanté de la silla y le espeté muy serio: “Reconozco, señor, que en muchas ocasiones me habría comido, no el pienso, sino los picatostes que le echa usted a sus perros, acción muy cristiana en una población donde se están muriendo de hambre los hijos de los jornaleros”
Juan Misut, un izquierdista de Baena.
Según la mentalidad conservadora dominante, que englobaba tanto a pequeños campesinos como a ricos terratenientes bajo el termino de “labradores”, los enemigos eran todos los que perturbaban la estructura tradicional: los sindicalista que hubieran alentado a los campesino sin tierra a luchar por una mejora de los salarios y las condiciones de trabajo, los funcionarios izquierdistas de la municipalidad que les brindaron apoyo, o los maestros de escuela que diseminaron ideas laicas. Cualquiera que se considerara portador de ideas subversivas y convenciera a los pobres de poner en duda el orden establecido. Todos los que en mayor o menor medida, formaban la base social del republicanismo se encontraban entere los primeros objetivos de la represión..
López García y Delgado Cruz “Que no se olvide el castigo”
El comisario de Orden público de la Generalitat, Federico Escofet Alsina, escribió más tarde que la presencia de miles de ciudadanos armados en las calles provocó un problema de orden público imposible de abordar. Esta afirmación ilustra la diferencia de la represión en las dos zonas de guerra: en la zona republicana venia desde abajo, en la zona rebelde venía desde arriba. Escofet también afirmó que los saqueos de las casas de los ricos y los bienes eclesiásticos fueron obra de una minoría de delincuentes, y reconoció la honradez y el idealismo de muchos anarquista, que se abstenían de tocar el dinero y las joyas.
General Mola
Poco después de los sucesos en la cárcel Modelos de Madrid, a mediados de agosto, en el Ministerio de la Guerra se interceptó un mensaje radiofónico del general Mola al comandante de la Guardía Civil de Valladolid. Camino a Burgos desde Valladolid, Mola se había inquietado con el retraso de su vehículo mientras despejaban la carretera de un gran numero de cadáveres. En su mensaje exigía que en adelante las ejecuciones se llevaran inmediatamente. Un oficial republicano escribió tiempo después: “Creí que ese mensaje merecía ser enmarcado y exhibido, ingenuamente esperaba que me sirviera de argumento contra quienes protestaban con tanto resentimiento de que la Rèpública era incapaz de hacer cumplir la ley”.
Unamuno
El 1 de Diciembre de 1936, escribió a su amigo Quitín de Torre sobre la vida en Salamanca: “Es un estúpido régimen de terror. Aquí mismo se fusila sin formación de proceso y sin justificación alguna . A unos porque son masones, que yo no sé qué es esto ni lo saben las bestias que fusilan por ello. Y es que nada hay peor que el maridaje de la dementalidad de cuartel con la sacristía. Y luego la lepra espiritual de España, el resentimiento, la envidia , el odio a la inteligencia...
“En cuanto al Caudillo- supongo que se refiere al pobre general Franco, no acaudilla nada en esto de represión, del salvaje terror de retaguardia. Deja hacer. Esto, lo de la represión de retaguardia, corre a caro de un monstruo de perversidad, ponzoñoso y rencoroso, que es el general Mola”
El Clero español
El clero español estaba constituido por unos 115.000 miembros, 45.000 eran monjas, 15.000 monjes y el resto sacerdotes. Los estudios más recientes elevan a 296 el numero de monjas asesinadas en la guerra, 2.365 monjes y 4184 sacerdotes.
El odio popular hacía la Iglesia hundía sus raíces tanto en la tradicional alianza eclesiástica con la derecha nacional como en la abierta defensa de la rebelión militar que expresó la jerarquía católica.
Ante la ausencia de poder policial y judicial, y al socaire de una justicia revolucionaria, los actos de violencia no tuvieron al clero como único objetivo. La violencia era el reflejo de la ira popular tras el golpe militar, cuyos responsables intentaban destruir cualquier avance conseguido por la República. La venganza afectó a todo los sectores sociales favorecidos por la sublevación. El odio hacia el sistema de opresión social se expresó mediante el asesinato o la humillación de los sacerdotes que lo justificaban, de los policías y guardias civiles que los defendía, de los empresarios y los terrateniente que lo implementaban y de los ricos que disfrutaban de aquel estado de cosas.
Los actos tenían en ocasiones una dimensión revolucionaria, como la quema de los registros de fincas rústicas y urbanas o la ocupación de las viviendas de los ricos en las grandes ciudades; pero hubo también simples actos criminales, asesinatos, violaciones, robos y ajustes de cuentas contra la antigua clase dirigente que, a la luz d la nueva moral, se percibían como acciones revolucionarias, como ya había sucedido en Francia, México y Rusia.
Terror Revolucionario en Madrid
El alzamiento militar, con el pretexto de combatir una trama revolucionaria que en realidad no existía, provocó el desmoronamiento de las estructuras sobre las que descansaba la ley y el orden. En un intento de la Republica pro recabar el apoyo de las grandes potencias, el Consejo de Ministros que se formó el 19 de julio se compuso exclusivamente de liberales de clase media. En consecuencia, el gobierno no fue respetado (al principio, ni siquiera obedecido) por los partidos y sindicatos de izquierda que habían resistido el alzamiento. La oleada de fervor revolucionario y la furia asesina que se desencadenaron demostrarían una que de una sociedad tan represiva como la española salía una clase marginal completamente embrutecida. Los acontecimientos fundamentales que subyacen a la violencia republicana ulterior tuvieron lugar durante los dos días que siguieron a la sublevación. Como ya se ha dicho, la apertura de las cárceles propicio la puesta en libertad de cientos de criminales, entre los cuales había sádicos y psicópatas a quién la guerra dio carta blanca y que aprovecharon encantados el caos político como refugio de sus actividades. Asimismo, tenían sobrados motivos para sospechar del aparato jurídico y, claro está, no les faltaban ganas de vengarse de los magistrado y los jueces que los habían metido en la cárcel, De hecho, ya fuera por miedo a represalias, o por simpatizar con el golpe, muchos funcionarios de la judicatura pasaron a la clandestinidad , y más de un centenera fueron ejecutados.
Los sucesos de España vistos por un diplomático
Aurelio Núñez Morgado
Declaraciones de Indalecio Prieto a través de la ondas el 8 de Agosto de 1936:
Por muy fidedigna que sean las terribles y trágicas versiones de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos, aunque día a día nos lleguen agrupados, en montón, los nombres de camaradas, de amigos queridos, en quienes la adscripción a un ideal bastó como condena para sufrir una muerte alevosa, no imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; ante los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa ...¡No los imitéis! ¡No los imitéis! Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra generosidad. Yo no os pido, conste, que perdáis vigor en la lucha, ardor en la pelea. Pido pechos duros para el combate, duros, de acero, como se denominan algunas de las Milicias valientes -pechos de acero- pero corazones sensibles, capaces de estremecerse ante el dolor humano y de ser albergue de la piedad, tierno sentimiento, sin el cual parece que se pierde lo más esencial de la grandeza humana.
El socialista (9 de agosto de 1936) Heraldo de Madrid (10 de agosto de 1936)
Queipo de Llano:
“¡Sevillanos! No tengo que recomendaros ánimo, porque bien conocido tengo ya vuestro valor. Para terminar os digo que a todo afeminado o invertido que lance alguna infamia o bulos alarmistas contra este movimiento nacional tan glorioso, lo matéis como a un perro.
Sevilla, verano del 36
Los excesos verbales de Queipo se excusaban en general porque estaba ebrio, al tiempo que se intentaba insinuar que era abstemio. Gerald Brenan se refirió a su “voz de güisqui”. La mujer de Brenan, la escritora Gamel Woolsey, escribió:
Me han dicho que no bebe, pero tiene la voz pastosa, y divaga con la ligereza propia del bebedor habitual, Es capaz de pasarse horas hablando tan tranquilo, aunque de vez en cuando se atasca con alguna palabra y se corrige sin el menor empacho. De pronto dice: “la canalla fascista”, y si oye a su lado una voz agónica que le corrige: “No, no, mi general: marxista”. “¿Qué más da?”, replica el general, y prosigue con su grandilocuente perorata.
Violencia en la zona Repúblicana
Agapito García Atadell . Un Tipógrafo gallego de treinta y cuatro años, creó una bajo las ordenes de Javierz Méndez, policía de carrera. García Atadell instaló a su grupo de 48 hombres en el palacio de los condes de Rincón, previamente confiscado, en la esquina de Martínez de la Rosa con el Paseo de la Castellana.
La mayoría de los prisiones pasaban a disposición de la Dirección General de Seguridad, junto con los objetos de valor y las armas confiscadas. No obstante, si eran personas importantes, los retenían como rehenes en el palacio de los condes de Rincón, En algunos caso, el cautiverio se prolongaba hasta que pagaban un rescate o comprobaban los pasaportes que les permitían escapar a la zona rebelde. En otros, los mataban para encubrir el robo de sus bienes. También se dieron algunos casos en que encontraron la salvación, como el de la duquesa de Lerma, que en señal de gratitud viajó después de San Sebastián a Sevilla para hablar en defensa de Atadell. Este tuvo También la gentileza de amparar bajo su protección a los paisanos de su aldea natal lucences , Viveiro. La organización de la vida en el palacete permite ahondar en la retorcida mente de García Atadell; el trato exquisito que daba a algunos prisioneros aristocráticos sugiere tal vez el deseo de ostentar, una impresión que confirman los arreglos de mal gusto que a sus órdenes se llevaron a cabo en la casa señorial. Por ejemplo, a menudo recibía a las visitas en batín. En la recepción trabajaban atractivas mecanógrafas que llevaban vestidos con escotes generosos y trasparencias en tonos pastel; otras lucián delantales de encaje, al modo de las doncellas francesas. La verja del jardín estaba coronada con un arco de bombillas de colores en el que se leía “Brigada García Atadell”
Así empezó
José Ignacio Escobar
El 24 de septiembre de 1936, Atadell llevó a cabo la detención que del daría celebridad: el de la hermana de Gonzalo Queipo de Llano, Rosario, viuda de cuarenta y tres años. Prácticamente la totalidad de la prensa republicana reprodujo la anécdota de que, al parecer cuando la mujer pidió: “Mátanme, pero no me hagan sufrir”, Atadell le contestó: “Señora, nosotros no matamos ni fusilamos. Somos más humanos (sic) que aquellos que fusilan a los obreros en masa. El Heraldo de Madrid acompaña el artículo sobre el arresto titulado “La Humanización de la Guerra” con una fotografía de Atadell y Rosario; la crónica comparaba la hidalguía, la nobleza, la caballerosidad del jefe de las milicia populares de Investigación con la conducta innoble e inhumana de la guerra que hacen los facciosos. Se dice que la señora le dio las gracias por “las atenciones recibidas”.
Heraldo de Madrid
25-26 de Septiembre de 1936
La prensa dio a entender que Rosario había sido localizada tras una brillante labor de investigación: “Con la diligencia tan acreditada por esta brigada, Atadell en persona hizo las gestiones hasta averiguar que la persona a quien buscaban se encontraba escondida en la casa número 9 del paseo de Recoletos”. Angel Pedrero negó que fuera así en el interrogatorio al que lo sometieron después de la guerra, y reveló que, a través de un amigo, la mujer se había puesto en contacto con la brigada en busca de protección.
García Atadell pasó siete mese en el ala de máxima seguridad de la cárcel provincial de Sevilla. Fue ejecutado a garrote vil en julio de 1937.
Paracuellos del Jarama
Así, a medida que las columnas de Franco se acercaban a la capital un miedo mucho más concreto se sumó al odio genérico contra la derecha. Tanto los milicianos de a pie como los militares profesionales y los políticos encargado de la defensa de Madrid compartían una honda preocupación por la presencia, en las prisiones de Madrid, de numerosos militares de derechas que ya habían rechazado categóricamente las invitaciones individuales y colectivas a combatir en la defensa de la ciudad como les obligaba su juramento de lealtad a la República. En esta ambiente de máxima tensión, en el filo de la navaja entre la supervivencia y la aniquilación, las autoridades políticas y militares republicanas tomaron la firme decisión de impedir que estos hombres formaran la as de nuevas unidades para las columnas rebeldes. Este fue un factor decisivo para el destino de los prisioneros a lo largo del mes de noviembre.
En las sacas de las prisiones de Madrid se calcula que en cuatro semanas fueron asesinados entre 2.200 y 2.500 presos.
Todas estas sacas se llevaron a cabo con documentación de la Dirección General de Seguridad en la que se indicaba que los prisioneros iban a ser puestos en libertad o trasladados a Chinchilla. En los casos en que se dio la orden de llevarlos a Alcalá de Henares, los prisioneros generalmente llegaron a salvo a su destino, lo que indica que “libertad” y “Chinchilla” eran palabra en clave para ordenar su eliminación.
No parece que la selección respondiera a una pauta calculada, pues entre los nombres había una mezcla de oficiales, curas y civiles, tanto jóvenes como viejos. Los rumores eran incierto: lo mismo se decía que iban a trasladarlos a prisiones externas de Madrid como que iban a asesinarlos . Cuando llegaron los autobuses, los hicieron formar en dos grupos, los ataron y los obligaron a dejar sus maletas, Además, los registraron y les requisaron los relojes, el dinero o cualquier objeto de valor. A continuación. Los cargaron en autobuses de dos piso, Los convoyes, escoltados por coches y camiones en los que viajaban los milicianos, no pararon de ir y venir en los dos días siguientes.
Santiago Carrillo, Consejero de Orden Público dentro de la Junta de Defensa.
Ninguna de las ordenes específicas para la evacuación de los prisioneros fueron firmadas por Carrillo ni por ninguno de los miembros de la junta de Defensa. Lo cual no significa que Carrilo no tuviera responsabilidad en los hechos.
Carrillo ha reconocido que ordenó traslados de presos después del 7 de noviembre, lo que convierte claramente en uno de los responsables de los hechos. Asimismo, ha afirmado que, tras decidir alguna evacuación, los vehículos sufrieron una emboscada y los presos fueron asesinados por individuos desconocidos, aunque ha insinuado abiertamente que los asesinos eran anarquistas. Ninguna de estas excusas sirve para explicar el hecho cierto de que, en los casi diez días que siguieron al 23 de noviembre, cuando Franco suspendió los ataques contra Madrid, las sacas continuaran bajo la jurisdicción de Santiago Carrillo. Entre el 28 y el 30 de noviembre se ejecutó a 950 prisioneros. Otros 800 fueron ajusticiados ente los días 3 y 4 de Diciembre.