El lobo ambla, mueve a un tiempo el pie y la mano de un mismo lado. El perro mueve las patas en diagonal, la derecha delantera a la vez que la izquierda trasera. El lobo sorbe y el perro lame. Algunos, como Jorge Fenández Díaz, aunque se disfracen de ovejas, siempre seguirán siendo lobos. Las concertinas son cuchillas que según él no son agresivas sino disuasorias y solo producen leves heridas. Los del Opus, son así, están acostumbrados a sufrir con los cilicios. El otro, Alberto Ruiz Gallardo, Súper Numerario en Cinismo e hipocresía, es partidario de proteger la vida del no nacido, amparo que, casualmente, finaliza en el momento del nacimiento; luego ya se encargaran los padres de atender a los hijos con malformaciones. Los otros, los buenos, los de la patita, estarán rezando por ellos. Victoria Pírrica de Amelia Valcárcel es todo un ejercicio de lucidez. Me llamó la atención especialmente este párrafo.
...Siempre recordaré a la persona que me daba albergue, allá por los años setenta, en mis jóvenes veranos en el sur de Inglaterra. Era una mujer excelente, perspicaz, de mediana edad y conservadora. Inevitablemente acabamos por hablar del aborto. Me transmitió que lo consideraba un hecho grave y que no lo veía justificable casi en ningún caso. Le repliqué entonces con los hechos: con independencia de ello, se produciría de todos modos y, en la alegalidad, sin ningún control. Y me dio entonces una lección que nunca he olvidado. “Considero que es un grave mal”, me dijo, “pero precisamente por ello ha de ser legal”. “Es vergonzoso”, añadió, “ver a esas mujeres españolas que tienen que venir a mi país para realizarlo”. Entendí en un instante la diferencia entre la posición conservadora y la fundamentalista: las convicciones religiosas y morales propias no son fundamento de la ley común.
Se busca, por hipócrita. |