El que mira desde fuera por una ventana abierta no ve nunca tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante, que una ventana iluminada por la luz de un candil. Lo que puede verse al sol es siempre menos interesante que lo que sucede tras un cristal. En ese agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, alienta la vida.
Más allá de las oleadas de tejados veo a una mujer madura, arrugada ya, pobre, inclinada siempre sobre algo y sin salir nunca. Con su rostro, su vestido, su gesto, su casi nada, he rehecho la historia de esa mujer o, más bien, su leyenda, y algunas veces me la cuento a mí mismo llorando.
Si hubiese sido un pobre viejo, habría rehecho la suya con la misma facilidad.
Y me acuesto, orgulloso de haber vivido y sufrido en otros distintos de mí.
Puede que me digáis: "¿Estás seguro de que esa leyenda es la cierta?". ¿Que importa lo que pueda ser la realidad que se encuentra fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy?
Pequeños poemas en prosa
Charles Baudelaire
P.D. Habitación en Nueva York.
E. Hopper, 1932