miércoles, 9 de diciembre de 2009
JUNTOS
Lámparas que apagan, esperanzas
que se encienden: la aurora
Lámparas que se encienden, esperanzas
que se apagan: la noche.
Omar Khayyam
"Juntos nos hacemos viejos, tú y yo;
preguntémonos, ¿qué es la edad?
La cabeza ociosa, aún sin peinar a medio día.
Fatigarse sobre un bastón al dar un pequeño paseo
o sentarse todo el día con las puertas cerradas.
No te atreves a mirar el espejo,
no puedes leer libros con letra pequeña,
ni comer nada de lo que te apetece.
Nada de ti quieren saber los jóvenes.
Solo una cosa, el placer de la charla sin objeto,
es tan intensa como siempre, cuando tú y yo nos encontramos".
Poema Chino
lunes, 7 de diciembre de 2009
EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS
El hombre que amaba a los perros
Leonardo Padura
Tusquest
"La muerte de un hombre es una desgracia. La muerte de un millón, una estadística"
Stalin
En el año 1977 Ivan conoció a un extraño personaje que paseaba por la playa en compañía de dos hermosos galgos rusos. Después de varios encuentros con el "hombre que amaba a los perros" este comenzó a hacerle unas singulares confidencias en torno al asesinato de Trotski, y de su asesino, Ramón Mercader, de quiénes sabe detalles muy íntimos. Gracias a estas confidencias, Ivan reconstruye uno de los crímenes más relevantes del siglo XX .
En la novela se intercalan tres historias, la de Ivan, la de Trotski y, la de Ramón Mercader. En palabras del autor, tres novelas en una. Liev Davidovich Bronstein, también conocido como Trotski fue un personaje fundamentales en la creación del estado soviético y a la vez fue borrado de la historia en la misma Unión Sovietica.
Trotski en el exilio Mexico fue acogido en casa de Diego Rivera y su mujer Frida Kahlo, con la que mantuvo una relación amorosa.
"La mujer de Trotski Natalia Sedova abandonó la casa Azul y le dejó una nota capaz de herirle como una daga: ella se había mirado en el espejo, decía, y había visto la muerte de sus encantos a manos de la vejez. No le reprochaba nada, solo le colocaba a ella y le colocaba a él ante un hecho irreversible. Pero Liev Davidovich había entendido el sentido del mensaje: que aquella vejez llegaba al cabo de treinta años de vida común, a lo largo de los cuales Natasha había vivido por él y para él." Pag.299
Lenin trató de explicar quién era, y es, nuestro querido Trotski. "¿Sabes cuál será la respuesta de Liev Davídovich cuando el malencarado oficial encargado de su pelotón de ejecución le pregunte sus últimos deseos?", preguntaba Lenin. "Pues nuestro camarada lo mirará, se acercará a él respetuosamente y le preguntará: Por casualidad, señor, ¿ tendrá usted un peine para arreglarme un poco?. Pag. 360
Y eso se nota en el desarrollo de la misma y quizá lastre un poco la novela, pero lo que pierde como ficción, lo gana en contenido histórico y, eso también hace interesante la lectura de la misma, que el autor tardó cinco años en escribir.
En las doscientas paginas finales se nota la mano del escritor de novela negra que es Leonardo Padura, se leen en un suspiro, hasta llegar al desenlace final que es el asesinato de Trotski y las consecuencias del mismo.
Y por último encontré estas reflexiones de Ivan, que me gustaron, y que el autor, probablemente haya querido con ellas reflejar un sentimiento sobre esos lideres que nos quieren salvar la vida, cuando nadie se lo pide, da lo mismo que se llamen Stalín, Trotski o Fidel Castro. Y como trasfondo Cuba y la URSS, uno de los estados más efímeros del mundo, sólo duró 64 años, desde la revolución de los bolcheviques hasta la perestroika de Gorbachov.
(...) Lo cierto era que leyendo y escribiendo sobre cómo se había pervertido la mayor utopía, que alguna vez los hombres tuvieron al alcance de sus manos, zambulléndose en las catacumbas de una historia que más parecía un castigo divino que obra de hombres borrachos de poder, ansias de control y pretensiones de transcendencia histórica, había aprendido que la verdadera grandeza humana está en la practica de la bondad sin condiciones, en la capacidad de dar a los que nada tienen, pero no lo que nos sobra, sino una parte de lo poco que tenemos. Dar hasta que duela, y no hacer política ni pretender preeminencias con ese acto, y mucho menos practicar la engañosa filosofía de obligar a los demás que acepten nuestros conceptos de bien y de la verdad porque (creemos) son los únicos posibles y porque, además, deben estarnos agradecidos por los que les dimos, aun cuando ellos no lo pidieran. Y aunque sabía que mi cosmogonía resultaba del todo impracticable (¿y qué carajo hacemos con la economía, el dinero, la propiedad, para que todo esto funcione?, ¿y qué coño con los espíritus predestinados y los hijos de puta de nacimiento?), me satisfacía pensar que algún día el ser humano podía cultivar esa filosofía, que me parecía tan elemental, sin sufrir los dolores de un parto ni los traumas de la obligatoriedad: por pura y libre elección, por necesidad ética de ser solidarios y democráticos. Pag. 403
miércoles, 2 de diciembre de 2009
EPITAFIO DEL ENAMORADO
no hay nada mas sencillo.
Dispone de dos fechas solamente:
la del día en que te conocí
y la del día que te fuiste.
Entre una y otra transcurrió mi vida.
Lo que ocurriera antes, lo olvidé.
Lo que suceda ya, carece de importancia.
Autor: Juan Bonilla
Obra: Efectos secundarios
Fernando Pessoa
Si después de morir queréis escribir mi biografía
no hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos.
Soy fácil de definir.
Vi con furia.
Amé las cosas sin ningún sentimentalismo.
Nunca tuve un deseo que no pudiese realizar, porque nunca cegué.
Incluso oír nunca fue para mí más que un acompañamiento de ver.
Comprendí que las cosas son reales y diferentes, todas, las unas de las otras;
lo comprendí con los ojos, nunca con el pensamiento.
Comprenderlo con el pensamiento sería encontrarlas a todas iguales.
Un día me vino el sueño, como a cualquier niño.
Cerré los ojos y dormí.
Y además, fui el único poeta de la Naturaleza.
Alberto Caeiro (hetéronimo de Fernando Pessoa)
domingo, 29 de noviembre de 2009
VALLE INCLÁN
Paco Sancha, el gran dibujante malogrado, y Ruiz Castillo, el editor benemérito, son los que más me han completado el relato.
La causa ocasional fue una disputa que tuvo el caricaturista portugués Leal da Cámara -simpático y admirado amigo- con un joven distinguido que se llamaba López del Castillo, y que acabó en el planteamiento de un lance personal.
En el café de la Montaña -entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo- que es donde se reunían Valle, Benavente, Manuel Bueno, Fernández Bahamonde, Palomero y Ricardo Baroja, se puso a discusión aquel duelo pendiente.
-Es inútil que traten ustedes de ese duelo -dijo Manuel Bueno-. No puede verificarse porque Leal de Cámara no tiene edad para batirse.
-No zea uzted majadero, que uzted no zabe una palabra de ezo -replicó Valle-Inclán.
Manuel Bueno, al oírse insultado así, dio un paso atrás y levantó en el aire un bastón que llevaba con barra de hierro.
Valle agarró una botella de agua por el cuello, como si manejase el as de bastos y, llenando de agua a todos, dio lugar a que Manuel Bueno descargara el bastonazo; pero con tan mala fortuna que le incrustó en la carne el gemelo del puño.
Todo se arregló de momento, pero al día siguiente se gangrenaba la pequeña herida y el médico dijo a Ruiz Castillo y a Benavente que había que cortar el brazo. Se consultó con don Ramón y éste dijo que sí, que lo amputasen, pero sin cloroformizarle, y hasta hay quien dice que se cortó parte de la barba para ver bien la operación.
El caso es que mientras era operado se desmayó, y al volver en sí, ya vendado y sin brazo, dijo a don Jacinto: "¡Cómo me duele este brazo!" Y Benavente le contestó: "Ese ya no, Ramón."
A partir de ese momento sólo pensó el escritor en poder salir a la calle para matar a su desmochador, cosa que evitaron los amigos haciendo que Manuel Bueno entrase en aquella alcoba, que olía a yodoformo, y logrando una lacónica y magnífica reconciliación.
(...) Durante algún tiempo usó un brazo ortopédico, con algo de brazo de guantería, que en las discusiones ponía en alto con la otra mano y que a veces se olvidaba de bajar y se quedaba como un pararrayos macabro de las palabras.
Con una sola mano seguía siendo tan agresivo como siempre y daba bofetadas que eran dobles, porque tenía en la mano derecha la fuerza concentrada de las dos manos.
Pronto se dejó la manga vacía -quitándole el péndulo del brazo articulado y señalador- y después se atrevió a recogerse la manga, deteniéndola izada con un alfiler de gancho.
Su gesto más imponente era el que hacía cuando estaba de pie y con el brazo derecho, cruzado por detrás de la espalda, se agarraba la manga vacía como si llamase a la campanilla de sí mismo o como si diese la mano a la muerte.
Cuando Primo de Rivera llegó al poder, Valle se encaró con el dictador, y se dio la orden de detenerlo.
Muy de mañana apareció la policía en su casa.
Don Ramón, que casi se acababa de acostar, comenzó a gritar desde la cama:
-¡Que se vayan! estas no son horas de detener a nadie.
Los agentes insistieron y entonces don Ramón les gritó:
-Necezito que me traigan un mandamiento judicial, y además yo me levanto más tarde.
Los agentes fueron a pedir nuevas órdenes y el mandamiento apetecido, volviendo al poco rato con el papel sellado y con la orden de levantarle, vestirle y llevárselo.
(...) Pronto estuvo vestido, hizo un paquete con libros y muchas cuartillas, "para escribir el Quijote en la cárcel", y salió para el juzgado.
Allí el juez le preguntó formulariamente:
-¿Cómo se llama usted?
-¡Que cómo me llamo yo!-gritó den Ramón...- ¡habráse visto insolencia parecida...! El que no sabe cómo se llama usted soy yo.
Entonces el juez, irritado, no le perdonó ninguna de la preguntas rituales:
-¿Su profesión?
Escritor. ¿No lo sabía usted?
-¿sabe leer y escribir?
-No.
-Me extraña la respuesta- dijo el juez con sorna.
Pues más me extraña a mí la pregunta...Y ya no voy a responder más...Mande llamar a sus esbirros y que me den tormento.
El juez sonrió y acortó el acta mandándolo a la cárcel, donde estuvo Don Ramón muy pocos días.
Ramón Gómez de la Serna
Retratos contemporáneos
sábado, 28 de noviembre de 2009
MADRIGAL LENTO
Te haces al deshacerte más hermosa,
lo mismo que en la nieve derretida,
bajo su tersa limpidez dormida,
el tiempo, vuelto espíritu, reposa.
Te haces tan dulcemente tenebrosa,
lago de mi montaña ensombrecida,
que en tu quietud recoges hoy mi vida;
mi ayer que a mi mañana se desposa.
Igual que ayer cantaba a mi montaña,
hoy a ti, mi honda paz, mi nieve viva,
mi muerte atesorada en la costumbre
canto, mientras tu tiempo te acompaña,
oh, clara compañera fugitiva,
hacia el desnudo mar desde la cumbre.
Leopoldo Panero
miércoles, 25 de noviembre de 2009
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido,
que, pues lo imposible pido,
lo posible aún no me den.
Don Quijote XXXIII
Algunos domingos Manuel y Antonio Machado, Villaespesa y, el mismo Cansinos iban a verle al sanatorio El Rosario. Las voces y las risas se apagaban, lo mismo que el sol poniente, cuando trasponíamos la verja del sanatorio y cruzábamos el jardín, ya en sombra, donde cantaba una fuente invisible.Una enfermera, discreta, pulcra y sigilosa, nos guiaba hasta el departamento que allí ocupaba el poeta de las rimas. Una habitación medianamente grande, con ventanas al jardín, confortable como un cuarto de hotel caro, en la que había luz encendida. Una mesa, con libros y papeles en el centro, una chimenea francesa en uno de los testeros, con retratos, flores y libros sobre su tapa de mármol. Y en aquel marco de selección, el poeta, pulcro, correcto también, joven, fino, pálido, serio y triste, con unos grandes ojos negros y melancólicos, un bigotillo negro y una barbita en punta, como la de D`Annunzio, tendiéndonos la mano suave y pálida, lacia, en un gesto de fría cordialidad, con una sonrisa que dejaba ver sus dientes blanquísimos de no fumador.-¿Eres feliz, hombre!-exclamaba Villaespesa-. No te falta nada...Y tienes muy buen aspecto, ¿verdad?Y nos interrogaba a todos. Todos asentíamos.-Psch... En realidad, no tengo nada concreto-Explicaba Juan Ramón-. Solamente esta tristeza, esta angustia, esta inquietud, el corazón, no sé. El doctor Simarro me dice que son los nervios y me receta bromuro a todo pasto. Pero ¿qué tiene que ver el bromuro con esta tristeza?...Es que la vida es triste. Me dice que haga por alegrarme y distraerme, pero, ¿Cómo alegrarme? Si a mí me asusta la alegría. Las cosas alegres me ponen más triste.El ayudante del doctor Simarro, un mediquito joven y estúpido, que cuando a veces me siento morir y lo llaman, viene, me toma el pulso y se echa a reír, y dice "¡Vaya! lo que usted tiene son dengues. Usted lo que tiene que hacer es venirse conmigo y con unas pelanduscas a la verbena y coger una pítima. "Pero si me estoy muriendo -le digo yo-. ¡Si me va a dar un colapso!" Y el idiota se ríe "¿Qué se va a morir? Bobadas aprensiones. Ande y véngase a la verbena" "¡Qué horror, a la verbena! ¡Sería terrible! Morir allí de pronto, entre aquel ruido y aquella alegría, entre borrachos y mujeronas con mantones de manila. ¿Pero es que no existe la muerte repentina? ¡No reza la iglesia en oración!: "¡De la súbita muerte, del rayo y de la centella, líbranos, Señor!"
Juan Ramón Jiménez regresó a España, ya casado con su novia neoyorquina , Zenobia Camprubí, hija de un anticuario catalán que se ha enriquecido en Norteamerica. Ese matrimonio que ha salvado de la indigencia al poeta de Rimas, que últimamente- según don Julio del Moral- vivía de la munificencia de Martínez Sierra-, le ha costado a aquel esfuerzos heroicos. JRJ conoció a su Zenobia en el curso de un viaje que ésta hizo con sus padres a la península. Los padres de la joven, enterados de la precaria situación del poeta, se opusieron tenazmente al noviazgo y, para que no siguiera adelante, se llevaron a su hija a Nueva York. Pero el abúlico y desencantado JRJ no se arredró por ello y, ayudado por amigos poderosos, lo arreglo todo para presentarse dignamente en Nueva York y hasta reunió un lote de cuadros de primeras firmas como regalo para el futuro suegro. Éste acabó por rendirse y la boda se celebró.
domingo, 22 de noviembre de 2009
CUENTOS DE LA ALHAMBRA
LA AVENTURA DEL ALBAÑIL
Existió en otro tiempo un pobre albañil de Granada que guardaba los días de los santos y las festividades-incluyendo San Lunes-, y el cual, a pesar de toda su devoción, cada día se empobrecía más y a duras penas conseguía ganar el pan para sustentar a su numerosa familia. Una noche fue despertado de su primer sueño por un aldabonazo que dieron en su puerta. Abrió, y se encontró con un clérigo alto, flaco y de rostro cadavérico.
- ¡Oye, buen amigo! -le dijo el desconocido-. He observado que eres buen cristiano y que se puede confiar en ti. ¿Estarías dispuesto a aceptar un trabajo esta misma noche?
- Con toda mi alma, reverendo padre, con tal de que se me pague debidamente.
- Serás bien pagado; pero tendrás que permitir que se te venden los ojos.
El Albañil no presentó objeciones; así pues, vendados los ojos, fue conducido por el cura a través de varias retorcidas callejuelas y tortuosos pasajes, hasta que se detuvo ante el portal de una casa. El cura sacó la llave, giró una chirriante cerradura y abrió lo que por el sonido parecía una pesada puerta. Cuando entraron, cerró, echó el cerrojo y el albañil fue conducido por un resonante corredor y una espaciosa sala a la parte interior del edificio. Allí le fue quitada la venda de los ojos y se encontró en un patio, alumbrado apenas por una lámpara solitaria. En el centro se veía la seca taza de una vieja fuente morisca, bajo la cual le pidió el cura que formase una pequeña bóveda; a tal fin, tenía a mano ladrillos y mezcla. Trabajó, pues, toda la noche, pero sin que acabase la faena. Un poco antes del amanecer, el cura le puso una moneda de oro en la mano y, habiéndolo vendado de nuevo, lo condujo a su morada.
- ¿Estás conforme -le dijo- en volver a completar tu tarea?
- Con mucho gusto, señor padre, puesto que se me paga tan bien.
- Bien; entonces, volveré mañana de nuevo a medianoche. Así lo hizo y la bóveda quedó terminada.
- Ahora -le dijo el cura- debes ayudarme a traer los cadáveres que han de enterrarse en esta bóveda.
Al pobre albañil se le erizaron los cabellos cuando oyó estas palabras. Con pasos temblorosos siguió al cura hasta una apartada habitación de la casa, en espera de encontrarse algún espantoso y macabro espectáculo; pero se tranquilizó al ver tres o cuatro grandes orzas apoyadas en un rincón, que él supuso llenas de dinero.
Entre él y el cura las transportaron con gran esfuerzo y las encerraron en su tumba. La bóveda fue tapiada, restaurado el pavimento y borradas todas las señales del trabajo. El albañil, vendado otra vez, fue sacado por un camino distinto del que antes había hecho. Luego que anduvieron bastante tiempo por un complicado laberinto de callejuelas y pasadizos, se detuvieron. Entonces, el cura puso en sus manos dos piezas de oro.
- Espera aquí -le dijo el cura- hasta que oigas la campana de la catedral tocar a maitines. Si te atreves a destapar tus ojos antes de esa hora, te sucederá una desgracia.
Dicho esto, se alejó. El albañil esperó fielmente y se distrajo en sopesar las monedas de oro en su manos y en sonarlas una contra otra. En el momento en que la campana de la catedral lanzó su matutina llamada, se descubrió los ojos y vio que se encontraba a orillas del Genil. Se dirigió a su casa lo más rápidamente posible y se gastó alegremente con su familia, durante una quincena de días, las ganancias de sus dos noches de trabajo; después de esto, quedó tan pobre como antes.
Continuó trabajando poco y rezando bastante, guardando los domingos y días de los santos, un año tras otro, en tanto que su familia seguía flaca y andrajosa como una tribu de gitanos. Una tarde que estaba sentado en la puerta de su choza se dirigió a él un viejo, rico y avariento, conocido propietario de muchas casas y casero tacaño. El acaudalado individuo lo miró un momento por debajo de sus inquietas y espesas cejas.
- Amigo, me he enterado de que eres muy pobre.
- No tengo por qué negarlo, señor, pues es cosa que salta a la vista.
- Supongo, entonces, que te agradará hacer un trabajillo y que lo harás barato.
- Más barato, señor, que ningún albañil de Granada.
- Eso es lo que yo quiero. Tengo una casa vieja que se está viniendo abajo y que me cuesta en reparaciones más de lo que vale, porque nadie quiere vivir en ella; así que he decidido arreglarla y mantenerla en pie con el mínimo gasto posible.
El albañil fue conducido a un caserón abandonado que amenazaba ruina. Pasando por varias salas y cámaras vacías, penetró en un patio interior, donde atrajo su atención una vieja fuente morisca. Quedóse sorprendido, pues, como en un sueño, vino a su memoria el recuerdo de aquel lugar.
- Dígame -preguntó-, ¿quién ocupaba antes esta casa?
- ¡La peste se lo lleve! -exclamó el propietario-. Fue un viejo cura avariento que sólo se ocupaba de sí mismo. Decían que era inmensamente rico y que, al no tener parientes, se pensaba que dejaría todos sus tesoros a la Iglesia. Murió de repente, y acudieron en tropel curas y frailes a tomar posesión de su fortuna, pero sólo encontraron unos pocos ducados en una bolsa de cuero. A mí me ha tocado la peor parte, porque desde que murió, el viejo sigue ocupando mi casa sin pagar renta, y no hay forma de aplicarle la ley a un difunto. La gente pretende que se oye todas las noches un tintineo de oro en la habitación donde dormía el viejo cura, como si estuviese contando dinero, y en ocasiones, gemidos y lamentos por el patio. Falsas o verdaderas, estas habladurías han dado mala fama a mi casa y no hay nadie que quiera vivir en ella.
- Basta -dijo el albañil con firmeza-; permítame vivir en su casa, sin pagar, hasta que se presente mejor inquilino, y yo me comprometo a repararla y a apaciguar el molesto espíritu que la perturba. Soy buen cristiano y hombre pobre y no tengo miedo al mismo diablo, aunque se presente en forma de un talego de dinero.
La oferta del honrado albañil fue de buena gana aceptada; se trasladó con su familia a la casa y cumplió todos sus compromisos. Poco a poco fue restaurándola hasta volverla a su primitivo estado; ya no se oyó más por la noche el tintineo de oro en el dormitorio del difunto cura, sino que comenzó a oírse de día en el bolsillo del albañil vivo. En una palabra: aumentó rápidamente su fortuna, con la consiguiente admiración de todos sus vecinos, y llegó a ser uno de los hombres más ricos de Granada. dio grandes sumas a la Iglesia sin duda para tranquilizar su conciencia, y nunca reveló el secreto de la bóveda a su hijo y heredero, hasta que se encontró en su lecho de muerte.
Washington Irving
viernes, 20 de noviembre de 2009
EL HOMBRE QUE DETUVO A GARCIA LORCA
martes, 17 de noviembre de 2009
CELDA 211
DANIEL MONZÓN
Este lunes por la mañana tuve un desagradable incidente en el desempeño de mi trabajo. Y por la tarde, para "relajarme" y evitar pensar en el mismo no se me ocurre mejor idea que ir a ver la película Celda 211.
Pues bien, esta es una película muy dura, vamos lo que en ese momento me convenía. Un funcionario de prisiones acude a la cárcel en la que va a trabajar y cuando se encuentra recorriendo las instalaciones en visita de reconocimiento, del techo se desprenden unos cascotes que le golpean en la cabeza, produciéndolo un desmayo. Los compañeros que le acompañaban en la visita, tienen la "feliz" idea de ir a buscar al médico de la prisión, pero mientras tanto dejan al herido dentro de la celda 211. En ese momento en la prisión se desencadena un motín que cambiara la vida del encerrado en esa celda.
La peli es interesante, los actores están bastante creíbles y a los extras, que son presos de verdad, me imagino que les serviría como terapia carcelaria, pues después de participar en esta película dudo que se les ocurra realizar ningún motín carcelario.
Luis Tosar lo borda en el papel de "malamadre" y Alberto Ammann en el papel del funcionario ,está muy bien. Carlos Bardem parece un autentico sicario colombiano. Por último el veterano actor Antonio Resines desempeña el papel de funcionario corrupto.
viernes, 13 de noviembre de 2009
MIS PREMIOS (Thomas Bernhard)
Mis Premios
Alianza literaria
Mis Premios, es un libro con el que me siento plenamente identificado. A lo largo de mi dilatada vida profesional también recibí numerosos galardones: El de empleado más vago del mes, El de las "letras"...impagadas, El récord mundial de la siesta. El problema de estos es que no tenían dotación económica, contrariamente a los de Thomas Bernhard. "Despreciaba a los que daban premios, pero no rechazaba estrictamente los premios. Todo era repulsivo, pero yo me encontraba más repulsivo que nadie. Odiaba las ceremonias, pero participa en ellas, odiaba a los que daban premios, pero aceptaba las sumas de dinero".
Con el dinero de los premios, se iba de viaje, daba una entrada para una casa o se compraba un coche como hizo con el dinero del premio Julius Campe. "Cuando llegué a Viena, cumplí la resolución que había tomado ya en el viaje a Hamburgo: me compré con toda la suma del premio un coche de lujo un Triumph Herald. El coche estaba pintado de blanco y tapizado de cuero rojo. Tenía un salpicadero de madera con botones negros y escrito exactamente el precio de treinta y cinco mil chelines, es decir, cinco mil marcos". Coche que destrozó en un viaje a Croacia al poco de su adquisición. "Allí donde la gran pared escarpada de Opatija resplandecía cegadoramente al sol de la tarde, un coche invadió desde la izquierda mi carril, chocó de frente con la parte delantera del mío y la aplastó por completo".
La parte más irónica del libro ocurre en las ceremonias de entrega de los Premios,en El Grillparzer "Cuando la miré una vez, vi que la señora ministra Firnberg, así se llamaba, se había dormido, lo que tampoco se le había escapado al presidente Hunger, porque la ministra roncaba, aunque muy suavemente, roncaba, con el suave ronquido de los ministros, conocido en el mundo entero".
En el premio Nacional Austriaco de literatura. "Todo lo que decia el ministro era falso, y evidentemente su secretario me había confundido con algún otro, pero no me irritó más, porque estoy acostumbrado a que los políticos, en estas ocasiones, sólo digan tonterias y cosas inventadas, por qué había de ser distinto el señor Piffl- Percevic".
En la replica de Thomas como no utilizó la palabra Estado en un contexto sumiso sino sumamente critico, el ministro tuvo esta reacción. " Todavía no había llegado al final de mi texto cuando el ministro, con el rostro de un rojo encendido, se puso en pie de un salto y se dirigió hacia mí, lanzándome a la cara algún insulto para mí incomprensible. Sumamente excitado, se alzó ante mí, amenazándome, efectivamente, se dirigió hacia mí alzando la mano con cólera. Luego avanzó dos o tres pasos en mi dirección y entonces dio una media vuelta brusca y abandonó la sala...Luego estalló el caos. Yo no comprendía nada de lo que había ocurrido. Había tenido que soportar allí una humillación tras otra y luego había leído mi texto, según creía inofensivo, y entonces el ministro había abandonado furioso la sala y sus vasallos se dirigían contra mí. Toda la turba de la sala, personas todas que dependían del ministro y recibían subvenciones y pensiones."
Thomas Bernhard mantuvo con su país Austria una relación amor odio. Al fallecer, el 12 de Febrero de 1989, su ultima voluntad fue: prohibir durante la vigencia de sus derechos de autor (setenta años) toda representación, publicación o impresión de su obra en Austria. Sus restos reposan en Viena en una tumba sin nombre, también por deseo expreso.