jueves, 16 de marzo de 2017

VIDA DEL SEÑOR DE MOLIÉRE

En Pézenas Molière trabó amistad con el mejor barbero de la localidad, el respetable maestro Gelly. Su establecimiento gozaba de gran popularidad especialmente los sábados, la puerta de la barbería sonaba sin cesar; allí entraban los carniceros, panaderos, funcionarios y todo tipo de gente del lugar. Mientras los aprendices de Gelly arrancaban muelas o afeitaban a los clientes, los lugareños, que guardaban turno, charlaban de sus cosas entre pulgarada y pulgarada de rapé. No pocas veces llegaba alguna muchacha analfabeta roja de vergüenza con carta de su amado, que estaba en el servicio, para que se la leyeran. La carta leída en voz alta producía entre los presentes satisfacción si traía alguna buena nueva o, por el contrario, su condolencia si la noticia era triste. En una palabra el maestro Gelly tenía en su local algo semejante a un club. Un día Molière le rogó a Gelly que lo empleara los sábados para ayudarle a llevar la caja. El hospitalario Gelly puso a disposición de Molière un sillón de madera junto al escritorio, y el director se pasaba el rato ahí sentado cobrando las monedas de plata. Pero el señor Gelly contaba a todos en secreto que la caja solo era un pretexto para anotar a escondidas todas las cosas interesantes que se contaban en la barbería. Molière siempre tenía dispuestas entre los faldones unas hojas en blanco.

VIDA DEL SEÑOR DE MOLIÉRE
MIJAÍL BULGÁKOV

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