martes, 7 de febrero de 2017

JOHANN SEBASTIAN BASCH (2)

Mientras todos sus conocidos fallecen, él compone para la iglesia y la corte, da clase de órgano, dirige un coro, compone para sí mismo, enseña a componer, toca el órgano, oficia servicios religiosos, da clase de clavicordio y, en general, curra como un autentico hijo de puta. Compone más de treinta-mil piezas musicales (se han perdido muchísimas más), la mayor parte de las cuales, trescientos años después, todavía se interpretan se escuchan y se veneran en todo el mundo. Acepta lo que le pasa y vive todo lo bien y creativamente que puede. No busca oropeles ni recompensas, sino, según lo expresa él mismo, para honrar a Dios. Así es el hombre del que estamos hablando. Roto de dolor, con una infancia de enfermedad, pobreza, acoso y muerte a sus espaldas, un tipo muy bebedor, pendenciero, aficionado a follarse a sus groupies y adicto al trabajo. Fue bondadoso con sus alumnos, dejo un legado que queda completamente fuera del alcance de la mayoría de los seres humanos. Beethoven afirmó que Bach era el Dios inmortal de la armonía. Está claro que una persona así no podía ser emocionalmente normal. Le obsesionaban los número y las matemáticas de una forma que recuerda a un trastorno obsesivo- compulsivo. Convirtió el alfabeto en un código básico en el que a cada letra le corresponde un número (A, B y C equivalen a 1,2,3, etcétera). BACH. B=2, A=1,C=3,H=8. Si lo sumamos nos sale 14. Si le damos la vuelta 41. El 14 y el 41 aparecen continuamente en su obra: en el número de compases, en las notas. Son una secreta rúbrica musical situada en puntos esenciales de sus piezas. Es probable que esto le sirviera para sentir seguridad, de esa forma rara en que sienten aquellos a los que les da por pulsar interruptores, contar y dar golpecitos de manera compulsiva.

INSTRUMENTAL
JAMES RHODES


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