lunes, 19 de enero de 2015

EL ASESINATO DEL DOCTOR FIDELEV (1)

Vasili Grossman e llyá Ehrenburg reunieron, en El libro Negro, testimonios de testigos que lograron sobrevivir a a la masacre realizada por los nazis contra las judíos de Ucrania, Rusia, Bielorrusia, Lituania y Letonia. Esta Crónica estuvo oculta hasta 1980 porque el antisemita y criminal Stalin no quiso que viera la luz. La versión definitiva apareció una vez desintegrada la Unión Soviética. Este es uno de los cientos de relatos reunidos en las más de mil doscientas paginas del libro. 

Ya hace medio siglo desde que el joven médico B.N. Fidelev arribó al puerto de Feodosia, en la costa de Crimea. Cuando le correspondió elegir una especialidad de la medicina, Fidelev optó por la pediatría. Pero el destino se interpuso en su camino, cuando un vapor proveniente de Jaffa trajo la peste a Feodosia. El mal se agazapó en los más recónditos rincones del puerto y atacaba desde allí. Naturalmente, tal estado de cosas obligó a cerrar el puerto y a poner en cuarentena tanto a los enfermos como a todo aquel que hubiera estado en contacto con ellos. Para ello se aprovechó un área junto a la playa cuyo perímetro cerraba un alto muro de piedra. Allí, desde tiempos inmemoriales, se recluía a quienes llegaban a la ciudad enfermos de peste bubónica o cólera. El doctor Fidelev ingresó voluntariamente en aquella sórdida ciudadela, con sus barracas de piedra, su cementerio de lápidas cubiertas de pátina y su laboratorio, el viejo cuartel general desde el que tantos lucharon contra la horrible enfermedad... Tres mese permaneció el doctor Fidelev sometido al estricto encierro que impone el régimen de cuarentena. Vio morir a mucha gente. Pero muchos fueron también los que se salvaron gracias a los cuidados del talentoso y sacrificado galeno. El doctor Fidelev acabó especializándose en epidemiología y a él se debió que el centro de cuarentena de Feodosia acabara convirtiéndose en una de las mejores estaciones de seguimiento de epidemias en las cuencas del mar Negro y el mar Mediterráneo...
Profundamente convencido de las propiedades terapéuticas del aire marino y de la luz solar en la costa de Crimea, Fidelev consiguió que se asignaran los fondos necesarios para la construcción de un moderno hospital a las afueras de la ciudad. Los amplios ventanales de sus amplias salas de ingreso se abrían directamente al mar. Parterres llenos de flores y preciosos estanques rodeaban el edificio principal. Con el paso de los años los pabellones se vieron rodeados de altas acacias, pinos y cipreses.
El estallido de la guerra sorprendió al doctor Fidelev ocupando el puesto de Médico Jefe del Hospital metropolitano de Feodosia. Muy pronto las alas de ingresos del hospital se llenaron de pacientes heridos durante los bombardeos de las poblaciones cercanas. Muy pronto también Feodosia se vio ensordecida por las sirenas que anunciaban el vuelo de los bombardeos enemigos, el tableteo de las baterías antiaéreas y el estruendo de las explosiones. Muchas fueron las voces que aconsejaron al doctor  Fidelev evacuar la ciudad cuando las tropas alemanas se plantaron ante el Perekop.
"Jamás he sido desertor -respondió él-. Y abandonar a su suerte a cientos de enfermos es lo mismo que desertar por miedo al peligro."
Tres días después de la ocupación fascista de Feodosia los alemanes emitieron una orden llamando a todos los judíos a reunirse en la prisión de la ciudad, desde donde serían "enviados al norte". Los apartamentos que habitaban debían ser dejados en estado impecable y se permitía llevar consigo una muda de ropa limpia, una pieza de abrigo y alimentos para varios días.
El doctor Fidelev y su esposa acudieron a la prisión como otros judíos. No obstante, cuando los alemanas hubieron estudiado la documentación del doctor le dijeron que estaba autorizado a  a volver tranquilamente a su casa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario