-Hemingway se presentó con Castillo Puche y con un fotógrafo. La combinación no me hizo gracia, la verdad. Le pasé al cuarto y estuvo un rato. El fotógrafo sacó la imagen del escritor norteamericano sentado junto a mi tío en la cama, con su gorro blanco, sin expresión. Esta imagen ha corrido mucho, mi tío no se enteró de la visita, como tampoco de que Hemingway dejó una botella de whisky y una labor de punto. Yo apenas hablé con él, ni con Castillo Puche.
-Hemingway, Cela, Pérez Ferrero, el editor del tío y otros bajaron el ataúd al coche. Se organizó una comitiva como se puedo, con Val y Vera y conmigo a la cabeza. Hacía un tiempo humedo, no muy frío; nada de de vendavales, cataclismos y desórdenes atmosféricos mayores, como alguien ha dicho y escrito.
-Tengo la seguridad de que salvé a mi tío de una gran molestia física y de que sobre su memoria cayeran las ironías de los sermoneadores vulgares, que, como en otros casos, hubieran dicho: "Ahí tenéis en qué terminan las arrogancias de los impíos, las insolencias de los réprobos...Al llegar la hora de la muerte se les encoge el ánimo y amedrentados llaman a la Iglesia, etc, etc."
-Uno de los más doctrinarios, catalán, se llevó del portal los pliegos de las firmas sin contar conmigo. Quería poseer aquel documento quién sabe con qué fines fiscalizadores.
Los Baroja
Julio Caro Baroja
RBA
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