jueves, 14 de noviembre de 2013

EL MAGO DE LUBLIN

Ambientada en el siglo XIX la novela nos cuenta la historia de Yasha Mazur un mago que recorre diversas poblaciones de Polonia oriental haciendo números de magia, acrobacia y escapismo. Pero no es lo mismo hacer acrobacia en un escenario que vivir en la cuerda floja. En sus largas giras su esposa, Esther, se queda en casa lamentándose de que su marido sea un mago, en lugar de un simple zapatero remendón. Pero algo no inventariado estaba por suceder. Uno puede crear fantasías unidas a la realidad por hilos invisibles, pero estos, son tan frágiles que se pueden romper. Yasha Mazur era un gran mago de la ilusión pero en la vida no siempre se cumplen los deseos; dudas y contradicciones crean un mañanas sin futuro. El escapismo no funciona fuera de los escenarios. El Premio Nobel Isaac Bashevis Singer sí que hace magia con su escritura.
La noche era suave y tres cuartos de luna discurrían por el cielo. Los ojos de Yasha estaban empañados, y después de un rato, dio rienda suelta a los caballos. La luna caminaba con él. En los campos, gloriosamente iluminados por sus rayos, las puntas del trigo verde resplandecían brillantes y plateadas. Podía distinguir cada espantapájaros, cada sendero, cada aciano a lo largo de la carretera. El roció descendía como harina caída de un cedazo celestial. Había un hervor en los campos, como si granos invisibles cayeran dentro de un invisible molino. Incluso los caballos volvían de cuando en cuando sus cabezas. Casi se podía oír cómo las raíces se alimentaban de la tierra, cómo crecían los tallos y cómo goteaban las corrientes subterráneas. 


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