En la cremación de un cadáver se borra el ADN. Pero los agentes externos son los que hacen hablar a las cenizas. Si quieres tener un secreto no se lo cuentes ni al puro.
Una mujer fue incinerada y sus cenizas depositadas en un nicho donde descansarían eternamente pero esa tarde alguien encontró el receptáculo temporal para el transporte de restos con el nombre de la mujer y unas cenizas dentro. Se localizó a la familia y se devolvió la caja. La familia indignada demandó por diez millones de dólares a la funeraria. Los abogados de la compañía de seguros formaron un equipo de expertos en el campo de la antropología entre ellos William R. Maples, para analizar los restos.
El equipo reunió informes médicos con docenas de radiografías, incluidas la de los dientes, pero lo fundamental fueron las grapas que el cirujano vascular había utilizado para cerrar los vaso sanguíneos, veintinueve de la marca Hemaclips, una marca especial. De las cenizas de la urna del nicho se recuperaron intactas o partidas por la mitad dieciocho, las otras once se habían pulverizado durante la cremación y el prensado y estaban diseminas en los restos pero estas pequeñas partículas podían verse mediante rayos X y analizarse químicamente. Los restos hallado en la autopista no presentaban esas partículas y no tenían ningún fragmento de tantalio, de modo que no podían pertenecer a la mujer cuyo nombre estaba escrito en la caja. Así quedó demostrado que las cenizas estaban en la urna depositada en el nicho. Las de la otra caja eran restos mezclados de diferentes personas, probablemente de una limpieza del horno crematorio. Quizá un empleado resentido reunió estos restos y los colocó en el borde de la autopista con el fin de perjudicar a la funeraria.
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Hemaclips |
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