El rotativo ABC insertaba diariamente, en dos páginas que podrían titularse "las carteleras de la muerte", las esquelas mortuorias de mayor tamaño, que lógicamente eran las más costosas. Pues bien; un conocido mío, sin oficio ni ganas de emplearse en nada, tuvo la peregrina ocurrencia de ir coleccionando, día a día, a partir de un primero de enero al 31 de diciembre del mismo año, todas las esquelas publicadas en el periódico. Hecho esto, no bien amaneció el año nuevo, se dedicó con la debida antelación, y también día tras día, a dar el pésame a los parientes de los fallecidos en aquella fecha.
Para esto le ayudaba su figura, su voz apagada, la tristeza húmeda de sus ojos, de los que siempre parecía estar desprendiéndose una lágrima(...) Tenía algo de gusano; olía a cadaverina, a tierra.
Con esta traza y vestido de luto, se presentaba a la familia del difunto, de quién decía haber sido devoto admirador, y recordándola conseguía emocionarse tanto que sus oyentes- padres, hermanos, viudas, sobrinos, hijos del difunto- llegaban a creerse obligados a consolarle "por la irreparable perdida". Ya repuesto, les exponía la conveniencia de publicar una esquela que recordase a los deudos y amigos del finado, que iba a cumplirse "el primer aniversario de su muerte". Casi siempre la familia aprobaba la idea, él se ofrecía a redactar la esquela, y una vez que lo conseguí, y le daban, por escrito, la necesaria autorización, se plantaba en la administración de ABC, donde le abonaban el diez por ciento del anuncio.
Que yo sepa, nunca, durante muchos años, hizo otra cosa que vivir de los muertos; y como no había jornada que no fuese aniversario de una o más defunciones, siempre vivió bien.
Un hombre que se va...
Eduardo Zamacois
P.D.A estos personajes Eduardo Zamacois los llamaba "hombres Boya-maestros en el arte de vivir sin profesión, sin rumbo, como flotando..." Esto que cuenta en sus memorias ocurría a principios del siglo pasado.
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