Rubén Darío vivió en la calle del Marqués de Santa Ana, en Madrid. A Rubén le conocía todo el barrio, más que por sus libros por su tez bronceada de indio y su andar lento de hombre gordo y poltrón. El gran poeta abusaba del alcohol y no solía reintegrarse a su domicilio antes del amanecer. Compartía su hogar una mujer joven, de aspecto sencillo, ni fea ni bonita y metida en carnes, llamada Francisca Sánchez. Al par que de compañera actuaba de criada y la resignación con que soportaba su vivir oscuro, lleno de negaciones, habíale granjeado la simpatía del vecindario. La poco afortunada nunca se acostaba antes de que regresara su dueño, y cuando oía sus pasos vacilantes acudía a recibirle sin darle tiempo a llamar. Rubén llegaba casi siempre de mal humor, tenia "el vino triste",cuando no agresivo, y a veces la golpeaba. Un día supimos que Rubén se había marchado a París y de su compañera nadie volvió a saber.
Años después apareció en Villarejo del Valle, una aldea de las montañas de Ávila. Casada con un admirador de Rubén Darío, José Villacastín. Ella lo recordaba sin entusiasmo, sin cariño, y llegué a persuadirme de que la humildad con que en todo momento aceptó sus desafueros, obra fue de su nativa inclinación a obedecer, y no del amor al hombre, y menos de su veneración al artista.
Francisca Sánchez: si tú, a Rubén, le ofrendaste los días mejores de tu juventud, él con estos versos, ha ceñido a tus sienes las rosas de la inmortalidad.
Eduardo Zamacois
Ajena al dolor y al sentir artero,
llena de la ilusión que da la fe,
lazarillo de Dios en mi sendero,
Francisca Sánchez, acompáñame...
En mi pesar de duelo y de martirio
casi inconsciente me pusiste miel,
multiplicaste pétalos de lirio
y refrescaste la hoja de laurel.
Ser cuidadosa del dolor supiste
y elevarte al amor sin comprender;
enciendes la luz en las horas del triste,
pones pasión donde no puede haber.
Seguramente Dios te ha conducido
para regar el árbol de mi fe,
hacia la fuente de noche y de olvido,
Francisca Sánchez acompáñame...
Rubén Darío
¡Anda ya, con Ruben Daríao!
ResponderEliminar"El Lazarillo de Dios en mi sendero" fue el calificativo que le diste a Francisca Sánchez, la gentil campesina que estuvo fielmente a tu lado en los últimos día de tu vida, honorable bohemio, tu arte poética te inmortaliza.
ResponderEliminar