Don Pío "el hombre malo de Itzea"-así lo llamaban los beatos de Vera de Bidasoa, su pueblo- era un gran literato sin literatura, compuso una prosa que, por lo vacilante, descosida y modesta, se ofrece-valga la frase-en mangas de camisa. Que nadie busque en Baroja "el modo de decir" sino lo que dice. Es el calor humano, la emoción de las cosa viva, que hay en su estilo, lo que infunde verismo y lozanía perdurable.
En el vestir,Pío Baroja fue el hombre más desaliñado de su generación y lo era por desidia, no por carecer de recursos. Ninguna figura más opuesta a la suya que la de Azorín: gentleman perfecto, alto, tieso, mudo, enigmático, recién planchado todo él de pies a cabeza. A esto y a su terminante desemejanza espiritual, atribuyo su estrecha amistad. Para los dos, juntarse era completarse. Porque si Azorín, hermético como Harpócrates- el dios egipcio del silencio-gustaba de que alguien le hablase, a don Pío que no sabía estarse callado, le era indispensable que alguien le oyese.Una vez, sin embargo, Baroja me preguntó con la ansiedad de quien necesita desvanecer una duda:
-¿Cree usted que Azorín tiene talento?...
Interrogación inconcebible en boca de don Pío.
-Yo creo que sí-repuse.
Se haló de la barba, se encogió de hombros, y con ademán desganado:
-Pues, yo creo que no, porque quien tiene algo en la cabeza lo echa fuera, lo dice, y Azorín nunca dice nada.
Incidente que descubre una de las características de don Pío, que en la afición a discutir el pro y el contra de las cosas se parecía a Unamuno.
Un hombre que se va...
Eduardo Zamacois
Biblioteca del exilio
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