Los turineses de finales del siglo XIX conocian bien a Víctor Manuel II y no tanto por sus hazañas bélicas como por sus partidas de caza, sus festines y sus amoríos con las mozas del lugar. Una de ellas, llamada Rosina, se hizo legendaria en Turín y en mi infancia todavía se hablaba de ella, y de cómo había seducido al rey y destronado a la reina casándose con él morganáticamente.
Este aspecto pintoresco de la vida de Víctor Manuel II, primer rey de Italia "por la gracia de Dios y la voluntad de la nación", contrastaba con la rigidez tradicional de la casa de Saboya y con las costumbres ascéticas de su predecesor, Carlos Alberto, rey del Piamonte y de Cerdeña. Sus conocidas correrías dieron pie al rumor de que de niño lo habían cambiado por el hijo de la pincha, rumor que reflejaba la creencia de los turineses de buena familia de finales del siglo XIX, según la cual el pinche y el rey nacen y no se hacen.
Rita Levi-Montalcini
Elogio de la imperfección
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