En Frankfurt, la presencia del dinero era visible y vistosa, como las verjas de los palacetes de la Bockenheimer-Landstrasse, cuyas puntas en forma de lanza estaban pintadas en oro. El dinero que se había acumulado en la ciudad durante siglos se había hecho omnipresente, la había impregnado por completo, la había cargado de elegancia y dignidad con una arquitectura de proporciones majestuosas.
Todas las mañanas a las once en punto pasaba por delante de mi ventana, en una calesa tirada por dos caballos de color negro azabache, ataviada con una mantilla y protegida por una sombrilla de encaje, la señora Gudula, la más vieja de los Rothschild. Vivía al final de la calle en el castillo que la familia tenía en Frankfurt. El castillo se encontraba en medio de un parque inmenso que estaba rodeado de guardias armados día y noche. La señora Gudula saludaba de manera campechana a los vecinos de la ciudad con los que se cruzaba, los cuales se quitaban el sombrero para devolverle el saludo como si ella fuese la soberana de un principado feudal. Era muy vieja y su rostro estaba lleno de arrugas. En el pescante de la calesa se sentaban el cochero, ataviado con sombrero de copa, pantalones blancos y botas de charol, y a su lado un criado, también vestido de gala; en la república "revolucionaria" alemana, el desfile parecía una verdadera manifestación o una protesta. Los reyes y los príncipes había desaparecido, pero quedaban los Rothschild. La señora Gudula vivía en una especie de estado de extraterritorialidad en su palacio de Frankfurt. Una vez al año, con ocasión de alguna fiesta familiar, iban a verla sus hijos y sus parientes, los Rothschild de París, Londres y Viena; entonces, los vecinos de la ciudad permanecían asomados a las ventanas todo el día para no perderse ni el menor detalle del desfile de la dinastía.
El barón de Rothscild-Goldschmied, ayudaba a los músicos. El Barón regalaba un billete de tren a todos los que iban a verlo, además de cincuenta marcos; los visitantes vendían el billete y se quedaban con el dinero. En cambio la señora Gudula no daba dinero a nadie ya daban suficiente sus hijos.
Confesiones de un Burgués
Sándor Márai
Salamandra
P.D. Sándor Márai vivió en la ciudad de Frankfurt en los años 20 del siglo pasado.
Ahora que me fijo los de la foto son Once. A ver si es El Rayo Vallecano. Con esto de internet no se puede uno fiar; o a lo mejor son los de "Granjero busca esposa".
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