"La vida, hermanos, es como una ola del océano. Si permanecéis en la cresta, os llevará siempre a salvo a la orilla, pero si os dejáis hundir os arrastrará cada vez más lejos". Un mundo aparte es una novela de Gustav Herling en la que relata su estancia en un campo de trabajo soviético durante dos años. Allí conoció al joven Mijaíl Alekséievich Kostilev.
Durante el segundo año de escuela naval, Kostilev encontró en Vladivostok una pequeña biblioteca rodante privada, y en ella varios libros sucios y deshojados: Balzac, Stendhal, L´education sentimentale, la Confession d´un Efant du Siécle de Musset, y Adolphe , de Benjamin Constant. No esperaba leer nada excepcional en esos libros-su propósito era solamente aprender francés- pero el mundo que ellos le desvelaron superó sus más ardientes sueños, le pareció en verdad un mundo fantástico. Desde entonces vivió en un estado de continua agitación. Leía noches enteras y descuidaba el trabajo; dejó de asistir a las reuniones del partido, se volvió reservado, evitaba a sus mejores amigos. Varias veces intentó explicarme las sensaciones que el descubrimiento de la literatura francesa le había suscitado.-Me consumía en el deseo ardiente de algo indefinible- me decía acariciándose la angulosa cabeza rapada con la mano sana-. Respiraba un aire distinto, me sentía como un hombre que, sin saberlo, había estado sofocado toda su vida. Tienes que entender que no se trataba de los hechos, pues después de todo los hombres aman, mueren, se divierten y sufren en todo el mundo de la misma forma. No, era una cuestión de atmósfera. Todo lo que leía parecía suceder en un clima tropical, mientras que yo había vivido desde mi nacimiento en un desierto de hielo.-Pero,Misha- le rebatía yo obstinadamente-, eso solo es literatura. No tienes una idea de la miseria y el sufrimiento que hay en Occidente.-Lo sé, lo sé- y asentía con la cabeza-. También mi juez instructor decía lo mismo. Pero si alguna vez he conocido, aunque por breve tiempo, qué es la libertad, fue leyendo esos viejos libros franceses, Me sentía como una nave aprisionada por el hielo, y no es de sorprender que buscara huir hacia aguas cálidas...
Antes de que lo trasladaran al campo de Kolyma, Kostilev se arrojó a un balde de agua hirviendo en los baños del hospital.
Qué buena foto, para una interesante lectura.
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