sábado, 14 de enero de 2012

EL ENORME TIEMPO


"El hombre es indiferente como un reloj"
Jules Renard

...También nosotros llevamos dentro la derrota de la lentitud de Mineo, de sus hombres inmóviles dentro del Enorme  tiempo.

El Enorme tiempo de Giuseppe Bonaviri es un testimonio sobre la Sicilia profunda de la posguerra. Giuseppe Bonaviri  regresa su pueblo natal  Mineo, para ejercer la medicina y en su lucha para lograr una vida digna para los campesinos, se encuentra con la incomprensión de estos que, anteponen supersticiones y  costumbres, a su propia salud.
Giuseppe Bonaviri es nombrado oficial sanitario. Giorlando es su fiel ayudante, su Sancho Panza, tan alto que parecía inmerso en los colores de la tarde. En su condición de oficial sanitario, Giuseppe tiene que afrontar problemas como las fiebres de malta, un mal que se propaga por el pueblo debido al consumo de la leche de cabra, los mismos campesinos prefieren padecer la enfermedad, como toda la vida, antes que vacunar a las cabras para evitar su propagación.

-Siempre han existido las enfermedades- dijo un cabrero viejo, con los ojos hundidos entre las arrugas-. ¿Qué hacemos con la leche, la utilizamos para lavarnos si no podemos venderla?
-Usted también es un hombre-me dijo con lentitud uno de los cabreros, mirándome con unos ojos sin pensamientos.
El inspector Giorlando, fruncía el entrecejo y parecía aún más pálido a la luz que entraba por la ventana.
De golpe, sin que nadie lo esperara, dijo:
-Todos somos hombres. ¿Qué forma de hablar es esa?
Ustedes buscan el bien y el doctor busca el bien, Claro que es difícil alcanzarlo, pero si hablan así es que quieren sangre y no el bien.


Para ellos, Giuseppe Bonaviri, era la divinidad motora de toda norma inherente a la llamada sanidad pública. Cuando llegaba la matanza del cerdo, Mineo era una fiesta. Los niños que habían perdido el color con el aire de aquellos callejones sin salida y con el rostro envilecido de quien ha vivido mucho, casi todos descalzos, salían en silencio de debajo de la cama, algunos con los pedazos de hígado frito aún en la mano, otros con la boca sucia de churretes de aceite.
En Mineo Reinaba la alegría en las casas que visitábamos, y el humo de los asados y los fritos nos llegaba en oleadas. Algunas chimeneas despedían una estela de humo granizado que se curvaba bajo el azote de la lluvia.

Esta novela, diario o lo que sea, traerá muchos recuerdos a los que somos nacidos en los años cincuenta. Leche de burra para curar la tos ferina. Suplementos de hígado de Bacalao. Esa sensación entre el miedo y la fiesta que nos producían las vacunaciones colectivas. La matanza del cerdo. La emigración. Leyendo esta novela, el  enorme tiempo, se vuelve mucho menos enorme. Algo que me quedó grabado de la novela es "la mirada sin pensamientos del cabrero".  


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