domingo, 8 de enero de 2012

EL ACEITE DE LOS PENSAMIENTOS


En mi interior arde una pequeña llama como la de un calentador o una nevera de gas, una lucecita que nunca se apaga, un fuego que alimento diariamente con el aceite de los pensamientos, de las ideas que a pesar de mi mismo leo en los libros.

Bohumil Hrabal
Una soledad demasiado ruidosa


Sándor Márais no comprendía porque la palabra rusa "Jarasho", escritor, producía admiración en aquellos  soldados rusos, en su mayoría analfabetos, que llegaban en oleadas al pueblo en el que se encontraba refugiado cerca de Budapest durante la segunda Guerra Mundial.
Hasta que uno de ellos le dijo:
-Está bien que seas escritor, porque así puedes decir lo que nosotros pensamos.
Sin mirarme, salió despacio junto a su compañero. No volvió la cabeza. La carrera de un escritor no suele merecer muchos reconocimientos. Pero yo conservo esa frase como una condecoración especial.

El comandante me preguntó si yo era escritor.
Entonces anote, por favor- dijo con seriedad y severidad-, que vino a verlo un oficial ruso y que no le hizo daño alguno. Anote también que ese oficial ruso ha visitado la casa de Tolstoi en Yásnaia Poliana, la casa que los soldados de su patria saquearon por completo.
-¿Lo anotará?- me preguntó- con adustez.

¡Tierra, Tierra!
Sándor Márai

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