Esta es la foto en la que sale más favorecido |
El rey de los belgas había comprado en 1885 una parte del Congo tan grande como Europa. En el interior de esas tierras había marfil, e incontables nativos a los que se podía obligar a servir. Cuando se produjo el boom del caucho, Leopoldo descubrió que la casualidad había querido que su colonia fuese rica en plantaciones de caucho salvaje, y con ello descubrió también el potencial de detentar un monopolio virtual en el mercado mundial. Leopoldo compredio que no había tiempo que perder; la fortuna que podía hacer era inmensa. Así pues, puso manos a la obra, o mejor dicho, puso a trabajar a decenas de miles de nativos, para lo cual instauró un régimen de terror ideado para obtener la máxima producción de caucho exportable sin tener en cuenta el coste humano
Leopoldo- un hombre aburrido, de mentalidad comercial y poseído por una codicia épica- había alegado motivos humanitarios para apropiarse del Congo, y prometido que el territorio se inspeccionaría a fondo y se cristianizaría. Durante el mandato de Leopoldo murieron unos diez millones de nativos, asesinados, mutilados o de hambre. Fue uno de los peores genocidios que vio el mundo. Lo recaudado con esas practicas sirvió para financiar interminables ampliaciones y reformas del castillo real de Laaken, un extenso parque a rebosar de caprichos arquitectónicos, un paseo marítimo en la ciudad costera de Ostenden, su hipódromo preferido, un campo de golf y, cómo no, su proyecto más mimado, el monumental arco de triunfo que conmemoraría sus logros. Leopoldo también compró propiedades palaciegas en otros países, especialmente en el sur de Francia, donde le gustaba pasar semanas con su amante, a la que había conocido cuando ella era una prostituta parisina adolescente y con la que finalmente se casó poca antes de morir.
Cuando salió a la luz las atrocidades que el rey había cometido en El Estado Libre del Congo, este era ya un septuagenario dado a recorrer en triciclo el parque de palacio y aterrorizar a la corte con su hipocondría descomunal y su miedo a los germanes, finalmente decidió que no valía la pena seguir manteniendo la colonia (menos lucrativa ahora, pues habían aparecido nuevos productores de caucho) y "generosamente" aceptó venderla al gobierno Belga. Gracias a ese gesto real, Bélgica se endeudó en ciento diez millones de francos, aceptó financiar todos los proyectos arquitectónicos reales ya iniciados y le pagó al rey otros cincuenta millones de francos "como prueba de gratitud por sus grandes sacrificios en el Congo". Leopoldo II murió el 17 diciembre del año siguiente, 1909.
Años de vértigo
Philipp Blom
Anagrama
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