Nada, ni siquiera el verano
está completo. Menos aún el collar
de silabas que, desvelado,
te pongo alrededor de la cintura.
Nunca me pediste más, nunca
te di otra cosa.
Cuando juntamos las manos olvidamos
que somos reos de nuestra inocencia.
Y sonreímos, ajenos
al sol que declina, a la estrella
del norte que sabemos al final.
El privilegio de la vida es este
silencio musical que desde tu mirada
cae en mis ojos
y vuelve a ti aumentado
por la luz de la mañana que barre el mar.
Eugénio de Andrade
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