Ya fuese grande o pequeño el séquito del rey, siempre incluía un tipo especial de cortesanos: el de los enanos, juglares y bufones de la familia real. Las cartas escritas por Felipe a sus hijas mientras estaban en Portugal están llenas de referencias a personas como Magdalena Ruiz, una enana retrasada mental a la que adoraban las hijas del rey. En el Museo del Prado se conserva una pintura de Isabel con la mano en la cabeza de su fiel enana, que fue su criada desde 1568 (cuando la princesa tenía dos años) y murió en Escorial en 1605. Adicta al alcohol, sufría ataques epilépticos y era capaz de tener rabietas delante del mismo rey. Era una predilecta de las masas, que siempre coreaban: "dale la cuerda", para provocarla o asustarla. Siempre se podía contar con que Magdalena metiera la pata: tropezar, comer demasiado (especialmente fresas) y ponerse enferma; marearse antes que nadie. Pero todo ello era parte de su encanto.
Pero a pesar de las diversiones proporcionadas por los juglares y bufones, para la mayoría la vida en la corte no era particularmente agradable. Era cara, exigente y con frecuencia tediosa. La mayoría de los cortesanos estaban obsesionados por dos problemas, el aburrimiento y la promoción, obsesiones que se reflejan elegantemente en un juego para cortesano, publicado por primera vez en 1587: La filosofía del cortesano, de Alonso de Barros, dedicado a Mateo Vázquez. Se jugaba sobre un tablero con dados y fichas, combinando elementos del Palé y del Juego de la Oca. El tablero estaba dividido en sesenta y tres recuadros, los años de vida de un hombre, representando alguno de éstos las posibles trabas a su progreso, otros los beneficios. Aquellos que se colocaban en el recuadro numero quince, titulado "paso esperanzador", pagaban al "banco" y avanzaban al recuadro veintiséis, "la casa del privado". Por el contrario, los que se colocaban en el recuadro treinta y dos, "el pozo del olvido", perdían un turno y tenían que pagar a todos los demás jugadores para recordar al privado su existencia. Los que se colocaban en el recuadro cuarenta, "cambio de ministro", retrocedian al recuadro diez, "la casa de la adulación", y los que se colocaban en el recuadro cuarenta y tres, "muere tu patrón" tenían que volver a empezar. Como decía Burleigh de la corte isabelina: un hombre sin amigos en la corte es como un obrero sin herramientas.
Geoffrey Parker
Alianza Editorial
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