George Borrow fue un ingleses que que durante cuatro años (1836-1840) estuvo difundiendo las excelencias de la Biblia entre nuestros papista y levantiscos compatriotas. Fue encomendado para esta misión por la Sociedades Bíblicas inglesas, entre otras cosas por su facilidad para los idiomas, pues hablaba y leía (inglés, caló, galés, griego, portugués, francés, italiano, español, danes, hebreo, arameo, gaélico, latín, árabe, armenio, ruso, alemán, manchú...) . De todos estos idiomas el que mejor domino yo, es el de "jurar en Arameo".
Pues sí, Jorgito el Inglés, que así era conocido por los gitanos, también hablaba el Caló, quizá esto explique porqué actualmente en España muchos gitanos sean Evangelistas. También tradujo el Nuevo Testamento al idioma de los gitanos españoles, parte del cual fue impreso posteriormente en Madrid. Borrow se sentía cómodo entre ellos, ya que, cuando contaba diez años, había conocido al gitano Ambrosio Smith que sería uno de sus mejores amigos y con quién compartiría aventuras por todo el Reino Unido.
La primera edición de La Biblia en España es de Diciembre de 1842, y fue publicada en Inglaterra donde tuvo un enorme éxito que pronto se transmitió a el resto de Europa y Norteamérica. Cuando estuvo en España acababa de morir Fernando VII, dejando sucesora a a su hija Isabel, pero hasta que consiguiera la mayoría de edad la regenta, era su madre María Cristina. Uno de los muchos acontecimientos que se relatan en este libro es el motín de la Granja.
Pues sí, Jorgito el Inglés, que así era conocido por los gitanos, también hablaba el Caló, quizá esto explique porqué actualmente en España muchos gitanos sean Evangelistas. También tradujo el Nuevo Testamento al idioma de los gitanos españoles, parte del cual fue impreso posteriormente en Madrid. Borrow se sentía cómodo entre ellos, ya que, cuando contaba diez años, había conocido al gitano Ambrosio Smith que sería uno de sus mejores amigos y con quién compartiría aventuras por todo el Reino Unido.
La primera edición de La Biblia en España es de Diciembre de 1842, y fue publicada en Inglaterra donde tuvo un enorme éxito que pronto se transmitió a el resto de Europa y Norteamérica. Cuando estuvo en España acababa de morir Fernando VII, dejando sucesora a a su hija Isabel, pero hasta que consiguiera la mayoría de edad la regenta, era su madre María Cristina. Uno de los muchos acontecimientos que se relatan en este libro es el motín de la Granja.
La Granja es una quinta real situada entre pinares, al otro lado de la sierra de Guadarrama, a unas doce leguas de Madrid. La reina regente Cristina se había retirado a aquel lugar para alejarse del descontento de la capital y gozar del ambiente de la rural y las distracciones de este famoso retiro, obra de buen gusto y suntuosidad del primer Borbón que ascendió al trono de España. Sin embargo, no debió gozar de prolongada tranquilidad; sus propios guardias estaban descontentos y más inclinados hacía los principios de la constitución de 1823, que a los de la monarquía absoluta que los moderados estaban tratando de reavivar en el gobierno de España. Cierta mañana, a hora temprana, un grupo de estos soldados, acaudillados por un tal sargento García, irrumpieron en sus habitaciones y le propusieron que accediera a aquella constitución y jurara solemnemente ponerse de su parte. Pero Cristina era mujer de mucho temple, se negó a avenirse a ello y les ordenó que se retiraran. Siguió una escena violenta y tumultuosa, pero la regenta se mantuvo firme. Finalmente los soldados la condujeron a uno de los patios de palacio, donde se encontraba su conocido amante, Muñoz, atado y con los ojos vendados.
-¡Jura por la Constitución, bribona!- vociferaba el moreno sargento.
-¡Jamás!- replicó la voluntariosa hija de los borbones napolitanos.
-¡Entonces, tu amante morirá!- dijo el sargento- ¡Vamos, vamos, muchachos, preparad las armas para atravesar el cerebro de este individuo!
Muñoz fue conducido al muro y obligado a arrodillarse; los soldados levantaron los mosquetes y un momento después el infortunado sujeto habría pasado a la eternidad, de no ser por Cristina que, olvidándose todo menos los sentimientos que le dictaba su corazón femenino, avanzó unos pasos precipitadamente.
-¡Alto, alto! !Firmaré, firmaré!
Seguro que si en vez del amante llega a ser el marido no firma. George conoció a la napolitana cuando paseando por la orilla del Manzanares, un frutero Asturiano-estamos en todos los lados- se lo indicó. La Napolitana, Luisa Carlota de Borbón, era la hermana de Cristina, y madre de Francisco de Asis de Borbón que sería esposo de Isabel II. La Napolitana por lo tanto sería tía y suegra de Isabel II. Así nos describe en el libro como los conoció.
Estos dos señores- dijo señalando a un caballero y una dama ricamente ataviados que se habían apeado de un carruaje y se acercaban tomados del brazo por un puente de madera, precedidos de dos sirvientes-, son el infante Francisco Paula hijo pequeño de Carlos IV y su esposa la Napolitana, hermana de nuestra Cristina. Él es un gran hombre pero su mujer es la peor arpía de Madrid. Sabe decir carajo con el mismo desparpajo de un carretero de la Mancha, dando el justo énfasis y pronunciación. No se descubra ante ella no es cortes ni amable.
Esta pequeña joya también se puede considerar como un libro de viajes.
Oviedo dista unas tres leguas de Gijón. Antonio viajó a caballo, en tanto que yo me dirigí en una suerte de diligencia que diariamente hace este recorrido entre ambas ciudades.
Oviedo cuenta con unos quince mil habitantes. Goza de una pintoresca situación entre dos montañas, Morcín y el Naranco. La primera es muy alta y escabrosa y durante gran parte del años está cubierta de nieve. Las laderas de la segunda están cultivadas y plantadas de viñedos. El principal ornamento de la ciudad lo constituye la catedral, cuya torre es extremadamente elevada, y tal vez sea una de las más depuradas muestras de la arquitectura gótica que existe actualmente. Sólo observé un cuadro, La Conversión de San Pablo. Una de las capillas es un cementerio donde reposan los huesos de once reyes godos. ¡Que en paz descansen!
Villaviciosa es una pequeña ciudad, muy sucia, a ocho leguas de Oviedo. Está situada junto a una ensenada. Se le suele llamar la Capital de las Avellanas, debido a la inmensa cantidad de ese fruto que se recoge en la comarca, que en su mayor parte es exportado a Inglaterra. A medida que íbamos avanzando alcanzábamos numerosos carros cargados de avellanas, que se dirigían hacia la ciudad. Me dijeron que en el puerto había anclados varios barcos ingleses. Por singular que pueda parecer, pese a encontrarme en "la capital de las avellanas", fue sumamente dificil procurarme un puñado de ellas para postre, y aún así la mitad estaban huecas. La gente de la casa me dijo que este fruto iba destinado a la exportación y que ni pensaban en comerlas , ni tampoco en ofrecerlas a sus invitados.
Próxima entrega Cadiz y Sevilla.
Te has pasooooooooooo seis pueblos.
ResponderEliminarYa te has hecho protestante y andas ganando más dinero de la cuenta. Otra explicación no cabe.
Saluditos.
¡Caray, Miner, qué curioso! Nunca supe que en Villaviciosa se diesen tan bien los avellanos como para exportar su fruto.
ResponderEliminarClaro que lo que exportaría entonces tal vez se equipare a las avelanas que puedan recogerse hoy en el concejo sin dedicarse al cultivo...¡vete a saber!
¡Cuánto ignoro, Miner! Y el caso es que está ahí esperando a que alguien lo descubra...
Gracias.
Yo siempre fui protestante. Soy conocido en mi casa a la hora de comer como el ¡protestón! Esto no lo quiero, esto no me gusta, esto....
ResponderEliminarYa lo se Karen, yo siempre creí que la capital de la avellana era Infiesto. Pero estamos en 1836 y el Naranco estaba plantado de viñedos y entre Ribadesella y Llanes los mismo.
Entonces los asturianos le dábamos al vino en vez de a la sidra