miércoles, 26 de noviembre de 2008
EL ENTERRADOR
"Estamos destinados al olvido. A olvidar y a que nos olviden. Y así está bien"
Thomas Lynch, Poeta y enterrador. Bueno más bien empresario de pompas fúnebres, que suena mejor. Tiene un libro que se titula El Enterrador y que cuando lo leí algunas cosas que contaba me hicieron gracia, y las anote.
...Lo que trataba de decir, por supuesto, que ser un santo muerto no valía más la pena que ser un filodendro muerto o un angelote muerto. Vivir es y siempre ha sido el problema. Los santos vivos siguen sintiendo las llamas y los estigmas de este valle de lágrimas, el martirio de la castidad y el tormento de la conciencia. Una vez muertos , dejan que sus reliquias sean las que salen a trabajar, porque como le trataba de decir a este sacerdote, a los muertos no les importa. Sólo a los vivos les importa la muerte.
Y siento mucho repetirme a mi mismo, pero este es el hecho central de mi trabajo; no hay nada que se le pueda hacer a usted o para usted o con usted o sobre usted que le haga algún bien o algún mal; que el daño que hagamos o la decencia que tengamos, afecta a los vivos, a quienes les sucede la muerte de los otros, si es que le sucede a alguien. Los vivos tienen que vivir con ella; el muerto no. De ellos es la tristeza o la alegría por la muerte. De ellos es la ganancía o la perdida. De ellos el placer y el dolor del recuerdo. De ellos la factura por concepto de servicios prestados y de ellos el cheque en el correo para pagarla... Una vez muerto, suba los pies, de por terminado el asunto y deje que el marido o la señora o los niños o una hermana decida si lo entierran o lo queman o lo disparan por un cañón o lo dejan secar en cualquier zanja. No será su día para verlo porque a los muertos no les importa.
Cualquier existencia que tengan los muertos, la tienen sólo por la fe de los vivos.
Estar muerto es una -la peor, la última- pero sólo una, de una serie de calamidades que afectan a nuestra especie y a varias otras. Nunca hay escasez de desdichas.
... A mi tía que tenía noventa años, y estaba enferma, le dije que los médicos creían que iba a morir, " Y que hay de malo...", dijo ella. "¿No es lo que nos va a pasar a todos?
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