miércoles, 18 de abril de 2012

LA POMPA REAL (1)


¿Cuáles eran los cimientos sobre los que descansaba la pompa real? Un buen informe nos lo brinda, inesperadamente, Azorín, cuando, llevando como única arma la escrupulosa transparencia de su estilo, hace a principios de siglo un viaje a Andalucia, a la trágica, como la llama él. Se encuentra allí no con guitarras y castañuelas, no; los campesinos pasan hambre, sufren de pobreza, tan vinculada a ellos que la viven casi en espíritu como el de Asís; pero con menos convencimiento. Azorín reúne a unos cuantos, los interroga, les insta a que se expresen, desciende a sus minucias económicas, en las que se cuenta por céntimos. El panorama aflige y, se entrevé también, solivianta. El visitante, que resume y fija con ellos una cantidad mínima indispensable, más para respirar que para comer, se aterra cuando sabe que lo que tienen no alcanza a cubrir esas necesidades perentorias y, a todas luces, infrahumanas. Sabido lo cual les habla de hacer llegar su queja a Madrid, a las alturas; ellos le contestan que, si lo hace, el asunto rueda por los ministerios, se estaciona, se esfuma; el hambre apremia, y tanto, que en ocasiones estos hombres entecos, sufridos, pero ciudadanos al fin y al cabo de un país europeo, levantan más la voz. Entonces, con sus charoles sobre los cascos, les mandan la pareja de la Guardia Civil, cuarenta o cincuenta parejas, le dicen.

Memorabilia
Juan Gil-Albert

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