martes, 12 de octubre de 2010

FUNERAL DE JOHN F. KENNEDY



Kennedy era más partidario de hacer el amor que no la guerra. Las dolencias y el sexo tuvieron la culpa de la muerte del presidente en Dallas. No se pudo agachar para eludir el segundo y fatal balazo debido a la faja terapéutica que llevaba para los problemas de espalda que lo mantenía erguido (problemas provenían de su heroico intento de salvar a un compañero herido durante la Segunda Guerra Mundial agravados por una aventura sexual en un hotel en El Paso). Si andas por malos pasos te la pegas en El Paso. Esto de la faja terapéutica lo cuenta Ted Mercurio en la biografía novelada del presidente. Un adúltero americano (Anagrama). A saber si fue verdad o leyenda. John Cheever en sus Diarios cuenta como siguió el funeral de John Fitzgerald Kennedy por la Televisión.

Durante el día, a ratos, me ha parecido que nuestro dolor, mi dolor, era orgiástico. Lectura de Walt Whitman al son de los tambores fúnebres. La marcha "Hail to the Chief" ante el ataúd. La belleza y el dolor de la viuda. Lloré como un niño desilusionado, hice un puchero, cerré los ojos. Era un hombre magnífico, ahora sólo queda tomar su excelencia como ejemplo. Lo que más me sorprendió fue el amor que supo despertar. El dolor acaso excesivo, el buen o mal gusto, tal vez expresaron la rigidez afectiva, el involuntario endurecimiento de nuestros corazones, el desdén por las lágrimas propio de nuestro modo de vida. Me ofendió el orgullo del presentador de televisión al destacar lo nutrido de la concurrencia como si fuera un acontecimiento deportivo, cosa que probablemente es, en cierto modo. Es maravilloso observar la bondad de los corazones y las almas de los hombres. Uno nunca hubiera adivinado que el mundo poseía semejante capacidad de dolor autentico. Sólo nos queda explotar lo que recordamos de su excelencia.Sigue siendo difícil trabajar aquí. A las once subo a ver por televisión la misa de difuntos. Su Eminencia el cardenal Cushing, el vicario de Dios, es insoportablemente aburrido, y que Dios me perdone. Los ritos son esotéricos, la voz es ronca, el latín no suena como una lengua ni viva ni muerta, y, sobreponiéndose a todo, un tenor italiano canta el Ave María, pieza que detesto. Lo que más me conmueve es la pequeñez del ataúd. El tropel de dignatarios me parece cómico. El tráfico es lento, como en todas partes y parece que el camino de la tumba es más tortuoso que su paso por la vida. Hay gaiteros de la Black Watch, gaiteros de la Fuerza Aérea, desfiles de fusileros escoceses. Podría haber sido más sencillo, pero supongo que es difícil elegir bajo el peso del dolor.

♫♫AVE MARIA♫♫

No hay comentarios:

Publicar un comentario