La semana pasada estuve en la librería Paradiso donde encontré De amores y temores. Chema es uno de los que más sabe de libros de Gijón y de parte del extranjero. Hilario Barrero recibió su bendición. Laica. Hoy me voy a acercar a Paradiso a recoger Lengua de Madera. De amores y temores es un diario de los años 2002-2003. Dos días me llamaron la atención, uno por la definición de lo que el autor entiende que es un diario y el otro por la descripción que hace de un camarero de la cantina de Renfe en Oviedo. Durante muchos años fui conductor de almas y conocí a la persona que describe como si la estuviera viendo.
Miercoles , 1.- Nada mejor que empezar el año con la cita de un diario que está fechado en el mes de junio en uno de los Días de 1989:
"Como lector, siento una especial predilección por los diarios, por esos varios intentos de retener la vida que pasa, de conservar entre palabras algunos fragmentos de frágil material perecedero de que estamos hechos. No importa que al final lo único que nos quede entre las manos, sea la certeza de que no queda nada".
Enero 2003
Jueves, 3.- Lo poco que veo desde la ventanilla del tren es un paisaje brumoso, como envuelto en una gasa sucia. Un paisaje en el que no se ve nada. Llego a Oviedo al amaneces y está nublado. Vengo tan "cargado" de Regenta que un camarero que me sirve el café en el bar de la estación es un personaje de Clarín: muy siglo XIX, un joven delgado, alto, gafas redondas, ademanes de seminarista, de movimientos rápidos, nerviosos y muy educado. Estreno la ciudad, descubro los primeros temblores de la mañana, el brillo de un sol primerizo que aterriza en una fachada, en la catedral huele a humedad oscura, a piedra mojada, a canónigo enamorado.
Julio 2003