La Oculta es una finca que heredaron Antonio, Pilar y Eva. Sus antepasados llegaron al departamento de Antioquia como colonos y fundaron la ciudad de Jericó y adquirieron la finca de La Oculta que debe su nombre a la dificil localización. Un paraje escondido. Por eso, cuando se lo compró, más bien barato, a uno de los numeroso hijos de don Santiago Santamaría, el fundador, llamó al sitio la Oculta. La narración de los tres hermanos se va intercalando para ofrecernos una visión de lo que significó la Oculta en sus vida. Le dan voz, resucitan, por unos instantes los recuerdos y los ponen en letra impresa para deleite de los lectores. Ese trozo de tierra es lo que les había tocado en la lucha por la vida, un lugar en el mundo. En la novela de Hector Abad Faciolince, además de la vida de las personas, se recrea el ambiente donde se mueven: Antioquia. Esto si que es un realismo mágico.
También en Jericó se usó, como en otras partes del país, poner de penitencia la siembra ordenada de unos cuantos cientos de cafetos, o miles, si el pecado era muy grave. La paradoja, así, fue que al cabo de unos años les fue mejor a los más pecadores que a los que nunca pecaban. Unos años después el mismo cura Cadavid había traído la primera trilladora de café, y ahí se encargaban de comprarles a los campesino la cosecha. Elías, el primogénito de Isaís, fue uno de los primeros en cultivarlos, en la parte alta de La Oculta, que ya era de su padre y él heredaría a su muerte, poco después. Sembró tanto café que en el pueblo tenía más fama de pecador que cafetero.