belleza de las flores. Si no
hubo flores, valió la
sombra de las hojas.
Si no hubo hojas, valió la
intención de las semillas.
Anonimo
P.D. Esta entrada dedicada a mi anarquista preferida, Carolina.
La granja es eterna. Cuando todos estén muertos, incluso cuando la casa esté en ruinas como lo están los rediles de la colina, la granja seguirá aquí.
Ocurre todos los años . Todos los años llegan los esquiladores, todos los años hay aventura y nerviosismo. Nunca terminará; no hay ninguna razón por la que deba terminar, mientras haya años.
Descubre que los esquiladores son gente especial. Cuando bajan a la granja, traen buena suerte. Para tenerlos contentos, escogen un "hamel", un carnero castrado, bien cebado, y lo sacrifican se acomodan en el el viejo establo, que se convierte en su barracón. Un fuego arde hasta bien entrada la noche mientras se dan el banquete.
A la mañana siguiente, una hora antes del amanecer, le despierta el rumor de pezuñas cuando los primeros tropeles de ovejas pasan por delante de la casa, camino de los rediles junto al cobertizo donde las esquilan. La familia empieza a despertarse. Se oye el bullicio de la cocina, el olor a café. Con las primeras luces está fuera, vestido, demasiado nervioso para tomar un bocado.
Le encomiendan una tarea. Cuidará de la taza de hojalata llena de judías secas. Cada vez que un esquilador acaba con una oveja, la suelta con una palmada en el trasero y arroja el pellejo trasquilado sobre una mesa acomodada para ello, y la oveja, rosada y desnuda y sangrando por donde los esquiladores han cortado, trota con nerviosismo hasta el segundo corral, cada vez el esquilador coge una judía de la taza, lo hace inclinando la cabeza y con un cortés "My Basie!"
Cuando se cansa de sostener la taza (los esquiladores pueden coger las judías por si solos, son gente de campo y ni siquiera han oído hablar de la falta de honradez), él y su hermano ayudan a apilar las pacas, saltando entre la masa de lana espesa, caliente y aceitosa.
(...) Ros utiliza la misma navaja para castrar a los corderos. Él también observa el acontecimiento. Acorralan a los cordero jóvenes y a sus madres, y los meten en el cercado. Después Ros se mueve entre ellos, va cogiendo corderos al paso por las patas traseras, uno a uno, los sujeta contra el suelo mientras balan aterrorizados, gimen con desesperación, y les abre el escroto. Agacha la cabeza, agarra los testículos con los dientes y los arranca. Parecen dos pequeñas medusas que arrastran vasos sanguíneos azules y rojos...
Alguna gente madura, tal vez la más lúcida, suele pensar con acierto que lo mejor que tiene la juventud es que ya pasó. Fue una época breve y radiante, romántica y vigorosa, pero también llena de luchas, temores, dudas, celos y rivalidad. Alrededor de los 50 años, en cualquier biografía llega un momento en que el caballo de fuego que uno llevaba dentro comienza a perder la ansiedad en el galope y aun sin abandonar la curiosidad ante la vida siente que hay que tomarse las cosas con más calma. A qué viene tanta prisa, se dice a sí mismo una mañana. De pronto uno se da cuenta de que no tiene que correr detrás del autobús ni necesita presentarse ya a ningún examen ni le inquietan las modas ni se ve obligado a cambiar de costumbres y cada día le importa menos lo que piensen de él los demás. No ha dimitido de ninguna idea ni ha cambiado de bando. Le siguen cabreando los mismos políticos, las mismas injusticias, los mismos fanáticos, los mismos idiotas, pero no está dispuesto a que ninguno de ellos le estropee una buena digestión. Si uno es viejo lo peor es comportarse como un joven. Cada edad tiene su baraja con placeres que pueden ser tan intensos como uno quiera, si sabe jugar las cartas. Peor que querer ser joven a toda costa es tener ya ideas de carcamal con apenas 30 años. Gente joven envejecida la vemos y oímos todos los días en las tertulias de la radio y de la televisión. Del primer caso lo salva a uno el sentido del ridículo; en el segundo no hay cura posible porque es cuestión de carencia de minerales. El hecho de que uno con el tiempo alcance cierta serenidad y contemple las cosas con una sabia perspectiva no impide blasfemar si llega el caso. Marco Aurelio debe darle la mano a Epicuro y la resignación no tiene por qué dejar de ser creativa. Lo que ibas a ser de mayor ya lo eres y lo que no ibas a ser ya no lo fuiste. Adiós a la juventud. Se acabaron las luchas, los nervios y las dudas por la identidad. Para una persona madura hoy es el futuro que tanto temía. Ya ves, no ha pasado nada. No ha caído la bomba atómica, has salido bien de una grave enfermedad, al final la crisis económica se ha superado y tus hijos son más altos y más listos. Encima el sol sale todas las mañanas y tú estás vivo. Hay que brindar.
Manuel Vicent