Para vivir muerto de miedo
hace falta, en efecto, muchísimo valor.
Este libro de José Comas es una pequeña joya, no se si literaria, pero de sentimientos humanos seguro. Leyendo una crítica de Ramón Lobo en el País sobre el mismo me entraron unas enormes ganas de leerlo, y en verdad que no me defraudó.
"En un mundo inmortal como el nuestro, basado en el culto al cuerpo, a la belleza y al éxito a cualquier precio, incluido el de la decencia ética, la muerte representa un molesto accidente que casi siempre le sucede a los demás. En esta vida simuladamente eterna no existen las enfermedades, las guerras en nuestro nombre, las pateras al otro lado de la verja de Melilla o de la costa canaria, los pobres y los parados".
José Comas era corresponsal del País en Alemania, cuando se le detectó un linfoma, y nos cuenta con su especial sentido del humor como afronta el mismo
(...Después de permanecer cinco días enchufado a la industria química alemana los médicos que dirigían la ofensiva contra No hodgkin se apiadaron del paciente... Salí de la clinica Virchow con cinco Kilos de más. No fue como consecuencia de la comida, que era horrorosa, sino que era el peso de la química que me metieron dentro.
Que diferencia con Un mar de Muerte, de David Rieff donde narra los últimos años de su madre, muerta en vida, Susan Sontag, la cual también padeció un linfoma.
José Comas escribió las crónicas más sinceras de su larga carrera para narrar la evolución de su propia enfermedad.
(...)El llamado autotrasplante no funcionó. Sus efectos duraron menos que un embarazo, unos nueve meses.
Al final le hacen un trasplante que fue un "éxito" y el paciente se murió. El cuerpo, como la mente a veces no obedece a nuestras ordenes, está también construido y es una maquina tan perfecta que rechaza lo que le es ajeno.
Por nueve euros que nos cuesta el libro, la cantidad de sesiones de Psicólogo que nos podemos ahorrar -lo siento Sonia- ya que todos los males que ahora nos puedan afectar no son nada comparados con lo que un cuerpo puede aguantar.
(...) Las armas arriba enumeradas, más la contribución de la industria química alemana y los huevos con patatas y "chorizu" de mi tía Aurorina...
Si todo sigue mal tendré que encargar al gaiteru para que toque Asturias Patria querida en el Puente Romano de Cangas de Onis y me tiráis al Sella. Un fuerte abrazo
Si uno pudiera escoger la manera de morir, yo procuraría no estar allí, pero como eso no es posible, preferiría que me dieran las buenas noches en lugar de la extremaunción.
P.D: "He nacido para ser poquita cosa y a veces pienso que me moriré por desaparición. Cuando llegue el momento iré pesando menos, menos...Cuarenta kilos, 20,4 kilos, 650gramos, 24 gramos... Y desapareceré". (César Saruchu, Bernardo en Camare Café)